Respect
Cine - Series / Liesl Tommy

Respect

7 / 10
J. Picatoste Verdejo — 23-09-2021
Empresa — Universal Pictures España

“Respect” tiene duración de épica. Y no es un peplum de los sesenta rodado en España con reparto sobrado en estrellas. Ni una crónica histórica basada en un novelón interminable que ni el viento se llevó. Ni siquiera una de superhéroes de la Marvel. Aunque quizá sí lo es para Liesl Tommy, directora de teatro sudafricana, primera directora negra nominada a los Tony (por “Eclipsed”, el debut en Broadway de Lupita Nyong'o). Así, Tommy piensa que dos horas y media es la medida justa para contar la vida de Aretha Franklin, dama del soul y sí... heroína de carne, hueso y raza negra.

“Respect” nos muestra a Franklin desde que era pequeña, cuando su padre predicador le hacía cantar en las recepciones de su privilegiado hogar para exhibirse ante lo más granado de la comunidad negra. Como bien dice en el film este progenitor (excelente Forest Whitaker) –imposible no pensar en otro ascendiente pastor y violento, el de Marvin Gaye, que acabó con la vida de su hijo–, Aretha Franklin no tuvo el origen de Billie Holiday, criada en un burdel. Y, sin embargo, la vidas de estas dos grandes de la canción tuvieron varios puntos en común. Las dos tuvieron maridos que las maltrataban, sufrieron adicciones –la droga Holiday; el alcohol, Franklin– y estaban comprometidas con la lucha por los derechos civiles. Billie Holiday no vivió para contarlo y murió sin llegar a los cuarenta y cinco años. Franklin, sin embargo, pudo librarse de sus demonios –para utilizar la jerga de la película– y disfrutar en vida de los frutos, no extraños, que su larga trayectoria le permitió recoger. Esa es la épica que le interesa a Tommy.

Al empezar el relato en tierna edad, el espectador puede temer un biopic enciclopédico que quiera ser exhaustivo en todas las edades de la biografiada y que pierda foco. Por fortuna, el guion, que parte de una historia de Callie Khouri, guionista de “Thelma y Louise”, actúa con inteligencia y se para en 1972, con la aparición de su doble álbum de gospel “Amazing Grace”, que marcó, según la película, el renacer espiritual de Franklin. Todo lo demás hasta la muerte de la cantante en 2018 se resume en unos textos finales un tanto prolijos que denotan la devoción por el personaje. Igualmente, dos horas y media se antojan excesivas, aunque el guion está correctamente estructurado para lo que quiere contar. Dentro de él se incluyen la vida de Franklin y su comentario, es decir, cómo sus experiencias personales se filtraban en las canciones. Las piezas elegidas no se rigen por una voluntad de reunir las obras más populares de Franklin y rentabilizar la banda sonora –que suponemos que también–, sino que siguen un orden justificado que compacta la acción. Además, “Respect” regala un par o tres de escenas de grabaciones en estudio que son una auténtica gozada: por sí mismas valen la entrada. La directora nos hace creer que estamos ante el mismo acto de creación de esas canciones, con la suma de elementos o la corrección de algunos de ellos. Tommy lo dirige con elegancia e incluso las miradas y gestos de los participantes nos remiten a las vivencias personales d ellos personajes. Vida y obra fuertemente engarzadas. Otro pequeño disfrute es la relación de Franklin con Jerry Wexler, el productor de sus primeros éxitos tras años infructuosos en la Columbia, interpretado con irresistible gracejo por Marc Maron. En cuanto a la elegancia de Tommy se percibe también en elipsis relacionadas con capítulos espinosos –especialmente, el embarazo prematuro de Franklin a los doce años, cuestión de la que Franklin nunca habló y que la película atribuye a una violación, explicación no respaldada por otras fuentes– y en la ausencia de musiquilla de fondo en la mayoría de las escenas dramáticas importantes –en alguna otra, cae en la tentación, como cuando la Aretha niña despide a su madre, que abandonó el hogar cuando ella era pequeña.

Por su parte Jennifer Hudson demuestra que es mejor cantante que actriz. Ganó un Oscar por un musical, “Dreamgirls”, en que las interpretaciones eran cantadas. Aquí tiene que transmitir verdad también cuando no canta. Y no siempre acierta, especialmente cuando ha de mostrar a la Aretha más inocente, más ingenua. Porque posiblemente ella esté lejos de eso. Su actuación parece decirnos que la indómita Jennifer Hudson, que escandalizaba en “American Idol” por su lenguaje directo y sin filtro, sigue sin sentirse cómoda en la contención. Que la juez expresiva del The Voice británico, que se lo pasaba en grande junto a Tom Jones, no se puede reprimir ni en la ficción por mucho que lo intente. Como si le hubieran contado lo que es e intentase imitarlo, pero no lo hubiera experimentado nunca.

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