Ema
Cine - Series / Pablo Larraín

Ema

7 / 10
Rubén Romero Santos — 24-01-2020
Empresa — BTEAM Pictures
Fotografía — Pablo Larraín

Las coincidencias cinematográficas son de lo más curiosas. El primer plano de “Ema”, la nueva película de Pablo Larraín, podría llevar por título “Retrato de una mujer con lanzallamas” y ser una declinación contemporánea del “Retrato de una mujer en llamas” de Céline Sciamma. Ema (María de Girolamo) ya no depende, como sus antepasados europeos, de las convenciones sociales. Ella se empodera, porque lo vale, a través de la sangre, el fuego, el sexo y el baile. Contra todo y contra todos.

Por ejemplo, contra una funcionaria corrupta, a través de la cual ha adoptado a un niño. La misma que le dice a ella y a su infértil pareja: “el sistema está hecho para eliminar a gente como ustedes”. ¿Quiénes son ellos? Ellos son los que huyen de las convenciones sociales: los artistas, los bisexuales, los homosexuales, los polisexuales, los que perrean, los que van contra las tradiciones y creen en la posibilidad de cambiar la historia… Imposible no ver en Ema y sus compinches, ángeles vengadores en chándal y piercing que toman las calles de Valparaíso, un reflejo de las miles de personas que salieron a luchar contra el gobierno de Sebastián Piñera hace unos meses, o de las argentinas que se enfrentaron a su gobierno para despenalizar el aborto con el fenómeno de “la ola verde”… El cine no se hace en el vacío, y Larraín, siempre atento a la realidad política de su país y de su continente, ha olfateado que algo está cambiando, y que lo están cambiando ellas.

Ellas son Ema, obsesionada con la maternidad, que es capaz de articular una nueva forma de familia y una nueva forma de amor. Lo logra, según lo que nos plantea el filme, gracias a la liberación corporal que le ha proporcionado el baile. Por eso su marido Gastón (Gael García Bernal) lo odia: “Me cago en el puto reggaetón”. He aquí la mayor incoherencia del filme: la banda sonora, exquisita, firmada por Nicolas Jaar y con aportaciones de Tomasa del Real, De Lein y E$tado Unido, es más de Gastón, del director de teatro burgués, que de Ema, la bailarina revolucionaria.

Por ahí pierde ritmo el filme. A ratos, uno tiene la impresión de estar viendo algo demasiado performativo, más teatral que cinematográfico, como si se tratara de una pieza de vanguardia de un Festival Grec o del Festival de Otoño. Pero la fuerza telúrica de algunas de sus imágenes y el indudable carisma de su protagonista, María de Girolamo, elevan el resultado final.

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