“Hay una obsesión por lo que llaman el melocotonazo”
Entrevistas / Sr. Chinarro

“Hay una obsesión por lo que llaman el melocotonazo”

Carlos Pérez de Ziriza — 17-05-2016
Fotografía — Archivo

Aunque habrá disparidad de opiniones y calibres encontrados, no es muy aventurado afirmar que Antonio Luque recobró parte de su mejor versión con “Perspectiva Caballera” (VEEMMM, 2014), un álbum autoeditado y repleto de temas exultantes, sin apenas grasa.

El buen estado de forma que casi siempre ha esgrimido, rayano en ocasiones -dado lo prolífico de su obra- en el estado de gracia, tiene un nuevo capítulo en “El progreso” (El Segell del Primavera, 2016). Diez canciones sostenidas por una nueva banda, formada por cuatro quintas partes de Pájaro Jack, en las que rescata a J (Los Planetas) a la producción e incorpora algunas pinceladas de clase llegadas de fuera de su órbita, como la reconocible guitarra de Florent (en “La Mujer” y “El Progreso”) o la voz de Soleá Morente (también en el tema titular). Gestado en el Refugio Antiaéreo, es este un álbum de nómina casi completamente granadina, que plasma mejor que ningún otro su ejemplar estado de madurez, ralentizando el tempo y brindando una certera amplitud de registros (con especial protagonismo de las cuerdas). Él mismo nos lo explica.

Es tu primer álbum con El Segell del Primavera, después de haber pasado por sellos como Acuarela, Mushroom Pillow y autoeditarte el último en tu propio sello, VEEMMM. ¿Por qué este nuevo cambio?
He llegado a un acuerdo de licencia, algo que tal y como yo veo ahora la situación, es mucho más conveniente para mi que el modo clásico -antiguo, podríamos decir- de trabajo de las compañías discográficas. Este disco sigue siendo como de VEEMMM. Es decir, soy el propietario del master pero la licencia la tiene el sello para que haga un trabajo que yo no soy capaz de hacer bien porque no tengo tiempo y no me gusta, que es el de la producción, la distribución, el seguimiento de ventas, etc... Yo lo hice con “Perspectiva Caballera”, pero eso merece más personas trabajando en el proyecto. Es mucho más fácil ceder la licencia que contratar a cuatro personas para hacer la promo de un disco.

En todo caso, tu sello se mantiene también como plataforma para seguir publicando discos de otros músicos. ¿Es así?
Sí, de momento he publicado cosas de grupos que son amigos y que, además, me gusta lo que hacen, claro. Tampoco tengo mucho tiempo para encontrar músicos que me gusten, y si además no soy capaz de hacer bien el trabajo de promo para mí mismo, difícilmente lo voy a hacer para otros grupos. No quiero que luego los chavales se llamen a engaño. Los grupos cuando empiezan tienen mucha ilusión, se creen que es llegar y pegar, y no. Los grupos que empiezan (y es algo que también me pasaba a mi) son mucho más arrogantes que los que llevan más de un disco, así que no me veo yo con la paciencia para aguantar mucho chaval o chavala deseoso de éxito. Vaya, esto de decirlo en masculino y femenino se me está pegando de los políticos... Las bandas nuevas ponen todo su cariño en sus primeras canciones y piensan que por eso ya tienen derecho a todo. De hecho, me puede pasar a mi también con este disco. Y pensar “¿y por qué yo no toco en festivales?” y “¿por qué no salgo yo en todos lados?” o “no me ponen en la radio”. Es difícil. Ya cuando tienes una edad y una experiencia, te das cuenta de que todo tiene su sitio y su momento.

"No es de extrañar que yo haga la música que hago, por mi manera de ser y por la edad, aunque cuando empezaba también hacía más canciones lentas que rápidas".

La producción ha corrido de nuevo a cargo de J (Los Planetas) con quien no trabajabas desde “El Fuego Amigo” (El Ejército Rojo, 2005). ¿Qué crees que aporta a tus canciones?
Mucho. Teniendo en cuenta además que la banda era también nueva, todos músicos de Pájaro Jack, (menos el bajista), y nos reunimos en el estudio de J los cinco... J proponía tocar una canción con un ritmo distinto, o le decía al batería cuando tenía que hacer redoble... es un maestro montando canciones y como yo no sé, pues a las pruebas nos podemos remitir... él tiene más tino a la hora de hacer esto, y trata de compartir conmigo sus conocimientos. Y no solo en ese punto: también me enseña cómo interpretar algunas cosas de negocios dentro de la música. Aprendo mucho con él, tuvo éxito antes que yo... bueno, yo nunca lo he tenido, y lleva más tiempo en la industria, así que todo lo que me pueda enseñar no lo vas a desaprovechar.

Da la impresión, por lo que comentas, que sea un productor más bien intervencionista e incluso obsesivo, algo que no cuadra mucho con la imagen pública que la mayoría de la gente tiene de él.
No, no hace falta ser obsesivo ni irrumpir como una fiera para modificar las canciones del otro. Estamos hablando de cosas como elegir el ritmo, dónde colocar unas canciones u otras... también es mérito mío el dejarle hacerlo, porque muchas veces te encuentras con amigos a quienes aconsejas sobre la forma de arreglar las canciones y te echan cada mirada... al fin y al cabo el mérito es de los dos, de saber trabajar en equipo. Y de no poner en práctica esa palabra que has mencionado, intervencionismo.

Mencionabas lo de la banda nueva, integrada por miembros de Pájaro Jack. Han llegado precisamente cuando llevabas ya unos cuantos años -aunque en dos etapas- con la formación más estable que te ha acompañado nunca, y que creo que ha sido determinante para la solidez de tus directos en la última década, la formada por Pablo Cabra, Javier Vega (ambos en Maga) y Jordi Gil. ¿Obedece el cambio a una incompatibilidad con sus recientes compromisos ya que se han reactivado Maga o es que también deseabas cambiar de acompañantes?
Pues un poco de todo. Ya no trabajábamos juntos tan bien como antes y yo no sabía que iban a volver Maga, aunque me lo podía imaginar, porque ha sido su proyecto de siempre, donde ellos tienen su ilusión, con lo que es lógico que prefieran trabajar su banda. Es su proyecto. Bueno, Jordi (Gil) no toca en Maga pero tiene un estudio de grabación con el que afortunadamente tiene mucha clientela, y está muy liado allí. Para grabar un disco hacen falta quince o veinte días, y si hay unos músicos de Granada que tocan igual de bien, con muchas ganas de tocar, porque son jóvenes, con un grupo muy bueno pero que no tiene de momento la suerte que merecen, pues los cojo yo para darles una vueltecita de un año, con disco nuevo. El disco ha quedado muy bien, tocan de maravilla. No hay más que escucharlo, porque no hay truco: guitarra, bajo y batería están grabadas al mismo tiempo.

Hay bastante protagonismo de los arreglos de cuerda, más que en “Perspectiva Caballera”. En general, suena a un álbum maduro, con muchos medios tiempos, un tempo en general más pausado y bastante profundidad en el sonido. ¿Lo ves así?
Sí, sí, además es una de las cosas que me divirtió cuando me lo dijo J: “tío, que ya tienes una edad, y no hay que hacer todas las canciones así como de pop español”. Creo que hay una obsesión por lo que los grupos españoles llaman el melocotonazo, el hit. Como si hubiera que hacer los repertorios pensando en los festivales, cuando la gente va allí a saltar como si fueran al gimnasio. Entonces, tienes que hacer música para gimnasios. Yo hago gimnasia, y voy a correr y tal, y me pongo música (claro, no me pongo música lenta), pero no es de extrañar que yo haga la música que hago, por mi manera de ser y por la edad, aunque cuando empezaba también hacía más canciones lentas que rápidas. Ese aire, ese ritmo que hemos impuesto a las canciones, en el que ha tenido mucho que ver J, creo que les va muy bien.

Creo que también se aprecia una clara diversidad de registros. Desde “La fiebre del oro”, que suena desértica, árida, a temas más sureños como “El Progreso”, pasando por otros más meridianamente pop como “Efectos especiales”. ¿Crees que es uno de tus discos más eclécticos?
Ojalá, porque siempre es divertido que en un disco haya varios tipos de canciones. Nos hemos quitado de encima esa presión de hacer discos potentes, movidos, y si hay varios ritmos, es señal de que lo sabemos hacer. A veces hay que plantearse si el hecho de que una banda imprima el mismo ritmo a todas sus canciones significa que no sabe hacer otro. Se trata, si no de entretener, al menos de no dar el coñazo. Volviendo a lo de las cuerdas, Antonio Fernández, que hizo los arreglos de cuerda de “Perspectiva Caballera”, vuelve a hacerlos en este disco porque es miembro de Sr Chinarro de pleno derecho. Aunque no lo podamos llevar de gira, porque las cuerdas en directo son un follón y exigirían un presupuesto muy alto, y además da mucho problema de sonido. Se intenta, de todos modos, que los discos sean eclécticos, y cuanto más lo sean, mejor, porque más fácil será el mensaje que pretendas transmitir, si es que es transmites alguno.

Canciones como “La ciudad provisional” suenan muy aflamencadas, y remiten a unas señas que ya empezaron a asomar en tus discos de mitad de los 2000, sobre todo desde “El fuego amigo” (2005). Da la impresión de que la evolución de muchos de los músicos de tu quinta ha ido madurando en ese sentido, creciendo (y algunos haciendo sus mejores discos, o los más personales) según se iban despegando de sus referentes anglosajones más obvios y redescubrían y asumían la tradición sonora de sus tierras. ¿Tú lo ves así?
Yo siempre he intentado que mis discos fueran personales, y no veo que haya que hacer un tránsito de lo anglosajón a lo español. Entiendo que la música pop es siempre la misma, en todos los países. Salvo que te vayas a China, o sitios así, en los que ya cambian la escala y las notas y ya es otra movida. Todas las canciones en la música popular son básicamente iguales, con escalas de siete notas, y que se cante en inglés o se cante en castellano, que el ritmo sea un poco más sincopado -como hacemos aquí en España o como hacen los flamencos, que nunca van a tierra con el ritmo entero, y es una especie de manifestación de este carácter que tenemos un poco esquivo, tramposillo y divertido- o más recto, como en el mundo anglosajón... a mi me parece una maravilla que en el mundo existan muchos idiomas, muchos compases, mucho ritmo y muchos instrumentos, aunque mucha de la música popular es simplemente la misma. Y es natural, por mucho que a mi me siga gustando más Joy Division que La Paquera de Jerez, o los Smiths que Camarón (lo siento), que me salga algo de la tierra en la que llevo viviendo toda la vida.

"Me han comparado varias veces con Woody Allen, por lo de ir casi a disco por año".

Pero no me negarás que eso se ha notado más en los últimos diez años, tanto en tu caso como en el de, pongamos, Los Planetas ¿no?
Pues no lo creo. En “Compito” (Acuarela, 96) había timbales, tratando de hacer una cosa así como africana, con un laúd y un rollo un poco arabizante, y en “Noséqué-nosécuántos” (Acuarela, 98) directamente me puse a cantar en andaluz en un par de canciones... y ya había guitarras flamenquillas, eso siempre ha sido así.

En el texto introductorio al blog que publicas en la web de la Fnac afirmas estar especialmente contento de tus dos últimos discos. Pero ¿nunca te ha inquietado bajar el listón cualitativo de tus trabajos, teniendo en cuenta que prácticamente vas a disco por año, un promedio editor que poca gente iguala en este país?
Está claro que si has grabado quince discos no habrán salido todos igual de bien, pero luego hay gente que te dice que su favorito es uno de aquellos que pensabas que no te habían salido tan bien. Entonces yo me pregunto: ¿qué habría ganado el mundo si esos discos más flojillos, de esos quince, no se hubieran publicado? ¿Alguien sería más feliz por eso? Yo, sin embargo, fui feliz grabándolos. Igual no son tan buenos, pero a mi me gusta hacer canciones y grabar. Es lo que hago. No me apetece estar un año sin hacer nada porque piense que un disco no va a ser tan bueno como el anterior. ¿Y yo qué sé? No hay ningún sitio donde me guste más estar que en un estudio de grabación. Ver cómo se va levantando eso que tenías en la cabeza, estar con los músicos, beber una cerveza, ir a por patatas fritas, es lo que más me gusta. Aparte, es muy presuntuoso pensar que uno es capaz de decidir qué es lo que va a estar mejor o peor...

No, pero me refiero más a las expectativas que tú puedas tener, más que a las del público o los medios.
Sí, está claro: hay discos como “Cobre cuanto antes”, (Acuarela, 2002), “¡Menos samba!” (Mushroom Pillow, 2012), “Enhorabuena a los cuatro” (Mushroom Pillow, 2013) o el primero... unos llegarán más y otros llegarán menos, pero me gusta tener quince discos. Si pudiera dar marcha atrás no diría “voy a hacer solo los cinco o los siete que gustaron más”. Si no hubiera hecho uno, no hubiera hecho los otros. Para hacer la cerveza ya buena primero tienes que tirar la que tiene más espuma. Se pueden escuchar como una evolución. Me han comparado varias veces con Woody Allen, por lo de ir casi a disco por año. Pues oye, si al hombre le gusta hacer cine y puede grabar... otra cosa es que no puedas pagar la grabación, o tengas que hacer un crowdfunding, pero de momento no es el caso.

Hace poco superaste los 20 años en el negocio de la música. ¿Pensabas entonces que llegarías hasta aquí?
Debería haberlo pensado desde el principio, pero lo cierto es que en este país todavía hay gente, familia, amigos, que te preguntan “¿pero tú vives de esto?”. O como en la época, hace más de diez años, en la que trabajaba en una fábrica, y luego me decían “¿pero no has encontrado trabajo todavía?”. O cuando empiezas, los padres que te preguntan “¿Pero qué haces con esa guitarra? Te vas a las drogas directamente”. Y entonces, como existe toda esa presión de la sociedad que tiene a los músicos como a titiriteros, como a personas a las que hay que encarcelar, pues si uno no es suficientemente fuerte psicológicamente, no llega a pensar nunca que va a vivir de eso. Porque la gente malvada y torpe te está diciendo que eso no es un trabajo normal y que no hacen falta los músicos. Y poco menos que merecemos que nos fusilen o que nos corten las manos en el Santiago Bernabéu. Hasta que no pasaron diez años del primero disco, y J me dijo “tú puedes vivir de esto, no te preocupes”, no me convencí de que realmente se podía. Y así estuve los primeros diez años de mi carrera, en los que iba a los conciertos como quien va de excursión, sin ninguna fe en lo que hacía, porque eso te come la moral. Y ya con “El fuego amigo” (2005) empecé a entender que lo que hacía era igual de valioso que el trabajo de alguien que cobra 3.000 o 4.000 euros al mes. A los que yo no llego todavía, claro (risas).

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.