SXSW 2014: Supermercado pop
Noticias / Sxsw Festival

SXSW 2014: Supermercado pop

David Bernardo — 21-03-2014
Fotografía — David Bernardo

Nuestro colaborador David Bernardo pasa revista a todo lo que ha dado de sí la edición de este año del festival de Austin

SXSW, Austin, Texas. El festival que más páginas ha generado en la prensa musical en las últimas dos semanas no es un evento al uso. South By, como lo conocen los locales, no tiene grandes escenarios, ni zona de acampada. No venden abonos propiamente dichos ni tampoco existe un llamativo cartel oficial. SXSW es una feria con veintiocho ediciones a sus espaldas que comprende tres divisiones principales: SXSW Film, SXSW Music, y SXSW Interactive. En cada una de ellas están presentes algunos de los mejores profesionales y empresas de cada sector, que durante diez días discurren por allí mezclándose con artistas, turistas y lugareños abrumados.
Últimamente han aparecido también las vertientes de SXSWedu (dedicado al desarrollo de nuevas tecnologías en materia de educación), SXSWeco (enfocado al medio ambiente) y SXS V2V (Vegas To Vegas, que supone realmente una prolongación del SXSW Interactive y que pone su empeño principalmente en las start-ups).

No existe una gran proyección del festival más allá de sus fronteras, a excepción del Reino Unido en los últimos tiempos o México por cercanía. Curioso en un macro-evento en el que el ochenta y cinco por ciento de la industria musical de EEUU se encuentra esa semana en Austin, y que provoca un impacto de 218 millones de dólares en la ciudad.

Las confirmaciones oficiales se suceden a un ritmo vertiginoso, en tandas de quinientos a ochocientos artistas hasta llegar a más de dos mil. La mayoría son bandas noveles que apenas cuentan con un disco en el mercado o en Bandcamp. El espíritu de la organización es mantener un perfil bajo, por eso cada año procuran hacer una crítica constructiva, escuchando los comentarios y sugerencias de todos los involucrados. Es raro ver bandas realmente potentes hasta que la fecha del festival no está próxima. Es entonces cuando hay algunas pocas novedades ruidosas que siempre se agradecen. Aunque no son el "leitmotiv" del festival. En esta edición contamos con Soundgarden, St.Vincent, Coldplay o Damon Albarn, pero también con las famosas sorpresas de última hora, que este año vinieron de la mano de Jay Z, Kanye West o hasta Lady Gaga, que terminó protagonizando un espectáculo de dudoso gusto con la artista Millie Brown vomitándole encima.

Es obvio que es un evento completamente inabarcable para un ser humano. Incluso para varios. Pero ahí radica precisamente uno de sus encantos. Cuando llegas a un recinto oficial y escuchas a artistas que no conoces, hay una alta probabilidad de descubrir nuevos talentos y gente con ganas de hacer grandes cosas. Porque hay una cosa que impera en todo Austin y es la calidad de los artistas. No crean que por la cantidad se ve mermada la calidad. Nada más lejos de la realidad. Pero la cantidad sí que hace que los planes en SXSW se hagan y deshagan a golpe de “tweet” y de la generosidad del patrocinador.

El festival es uno de los más queridos del mundo por su manera de marcar la diferencia. Hemos pensado y hemos preguntado a músicos y gente local y nadie recuerda haber visto nada parecido en ninguna otra ciudad del mundo, a pesar de que ya cuenta con algunas hermosas hermanas camino al North West.

LOS BARES

La música es un elemento que fluye por toda la ciudad a cualquier hora del día o de la noche. Se vive y se siente allá donde vayas. Las calles se convierten en un hervidero de gente portando sus badges - la acreditación oficial- y pulseras, o buscando cualquier garito en el que hayan hecho RSVP con antelación para poder entrar. Es por eso que el festival se celebra principalmente en la calle y en sus infinitos bares, que se vuelcan con el evento incluso con conciertos programados para las horas en que no tienen actos oficiales.

La mayoría de actos oficiales suelen comenzar a partir de las 7 de la tarde, pero ya desde el mediodía podemos disfrutar de infinidad conciertos de artistas que pueden o no haber sido invitados al festival, pero que multiplican sus conciertos para aprovechar al máximo su estancia en Austin. Y es que hay algo en lo que coinciden los artistas, y es que South By Southwest te baja totalmente a la realidad de tus inicios. Puedes tener cierta notoriedad en tu país de origen, incluso en EEUU, pero en Austin vas a cargar con tus bártulos a cuestas entre local y local, y montar y desmontar escenarios en tiempos de pit-stop.

Los locales compiten por ver cuál es el más pintoresco, pero hay una calle que se lleva la palma. Hace apenas dos años Rainey Street era una típica calle norteamericana con amplias aceras, con sus casitas de madera, sus porches, y sus respectivos jardines en la parte de atrás. Entonces a alguien se le ocurrió una idea genial y montó un bar en una de las casas que había en venta. Algo sencillo, modificando lo justo su interior y con apenas un letrero y unas clásicas luces navideñas en el porche. Se pueden imaginar el efecto dominó que produjo la idea. Al año siguiente los bares se multiplicaron y los pocos vecinos que quedaban estaban en jaque. Muchos se aferraban a irse y hasta el año pasado, según nos cuentan, se podía ver a algún vecino en el porche de sus hogares mientras la calle fluía al ritmo de la música.

Hoy todas las casas son bares, y acogen algunos de las mejores actos del festival, como uno fuera de programa donde conocimos a las chicas de And The Kids. Nos contaron que venían de la mano de una banda amiga local como son los Mother Falcon, una banda de dieciocho miembros que hacen folk sinfónico capaz de emocionar al más duro de la sala. Las chicas de Northampton, Massachusetts, armadas con ukelele eléctrico, teclados y poderosas armonías vocales nos llamaron inmediatamente la atención por su destreza y naturalidad sobre el escenario a pesar de su corta edad.

LAS FIESTAS

O quizá deberíamos decir “las marcas”. South By también es conocido como el festival del “branding”. Prácticamente la totalidad de los conciertos están estupendamente patrocinados por grandes o pequeñas marcas. Por ello es habitual encontrarte con la fiesta de Spin Magazine, con un día entero patrocinado por Vans en una pequeña carpa construida para la ocasión, la Red Bull Sound Select, que patrocinaba cuatro días en el The Belmont, Dr Martens en 96 Bar, o una de las más famosas patrocinadas por el blog musical The Hype Machine, y celebrada en una suerte de nave industrial en miniatura bautizada Hype Hotel para la ocasión.

La parte positiva para el público es que algunas de ellas ofrecen comida y bebida gratis durante las actuaciones que están patrocinando. La negativa, que esto hace congregarse todavía a más gente de lo habitual y entrar a algún recinto puede ser una misión larga y frustrante. Sobre todo cuando el local de mayor capacidad de la ciudad difícilmente sobrepasa las dos mil personas de aforo.

LOS SHOWCASES

Los conciertos, denominados showcases, son recitales de unos 35-40 minutos de duración donde el artista tiene que montar su propio equipo, y hacer la prueba de sonido con el técnico de la sala en los 20 minutos que le deja el artista anterior. Seguramente nunca se han visto pruebas de sonido tan concurridas como en Austin. Pueden parecer a simple vista conciertos cortos, pero cuando estás en un festival con tal salvajada de bandas, es todo un alivio. Los artistas seleccionados tienen al menos un bolo oficial, aunque la mayoría terminan tocando entre cuatro y ocho veces a lo largo de la semana en los diferentes locales. Para algunos resulta especialmente complicado entrar, como para los conciertos encuadrados dentro del iTunes Festival, que este año se celebraba por vez primera fuera de Londres, y para los cuales debías de registrarte con tu acreditación para entrar en un sorteo de las entradas. Más ridículo resultaba ver a Lady Gaga, con el patrocinador animando al personal a realizar estúpidas gymkanas para poder ganar la oportunidad de entrar en el siniestro bombo.

Siempre resulta más saludable no pensar en los conciertos que te has perdido, porque si eso supone un quebradero de cabeza en cualquier festival, imaginen uno en el que constantemente coinciden más de 50 conciertos simultáneamente.

LOS ARTISTAS

Según ellos los más perjudicados por la aglomeración en que se está convirtiendo el festival. Y sus razones tienen. Mandan una maqueta a la dirección de SXSW en la que se juegan el ser o no seleccionados para el festival. El mandar la maqueta ya implica un pequeño desembolso de unos 30$ aproximadamente. ¿La recompensa? Si son seleccionados, tendrán su acto oficial en SXSW y recibirán una pequeña compensación económica de entre 100 y 250$ dependiendo de si es un artista solo o una banda. También pueden elegir una pulsera oficial que les dará acceso a todos los actos del SXSW Music, pero siempre detrás de los portadores de los badges, esto es, la gente de la industria que pueden pagar entre 400 y 1800$ por badge. Una política que nos produjo la estampa surrealista de conocer en las colas a bandas como Quilt o Waylayers.

En muchos casos se quejan de que en los locales están más pendientes de los carteles publicitarios que de los propios artistas. Esto es la ciudad-anuncio, así que sus argumentos son bastante razonables. Además, la organización no paga desplazamientos ni alojamiento, pero ofrece asesoramiento para conseguirlo.

Y LA MÚSICA

Sobre todo la música. Aunque SXSW cuenta con seis días oficiales de conciertos, unos días antes del comienzo ya se puede sentir el ambiente eléctrico que recorre toda la ciudad. El lunes 10, por ejemplo, antes de la inauguración oficial del festival, pudimos asistir a la Swedish Boot Camp Invasion, una fiesta en el jardín de un local descubierto al otro lado del lago, por el puente de South Congress Avenue, donde se daban cita algunos de los artistas más novedosos de Suecia. Con barra libre de comida sueca y todo tipo de bebidas, acondicionaron un gran jardín con sillas, mesas y pequeñas gradas para disfrutar como se merece de los conciertos de algunos viejos conocidos como The Mary Onettes o Solander junto a recién llegados como Simian Ghost, Ellen Sundberg o INVSN.

Esa misma noche en el Mohawk vimos al bueno de Chet Faker haciendo electrónica con mimo o a una Charlie XCX tocando bajo la lluvia que, a pesar de haber casi regalado el famoso “I Love It” a Icona Pop y haber hecho mil y una colaboraciones, apunta unas maneras imparables que antes hemos visto en M.I.A. o Rihanna.

Los británicos también se apuntaron a patrocinar un local entero por medio de la BBC. Con el famoso locutor Huw Stephens de la BBC Radio 1 como director de orquesta, trajeron algunos de los artistas que más están pegando en las islas los últimos meses. Destacaron los sintetizadores y las composiciones inteligentes de los escoceses Prides, el auto-denominado psychofreak pop-rock de Wolf Alice (más sucio y rockero que en su versión de estudio) o esa implosión que resulta de la mezcla de R&B, funk, rock, gospel y hasta rap de los maravillosos Bipolar Sunshine, recién caídos de Manchester.

El miércoles 12, por séptimo año consecutivo, se celebraba un evento llamado Sounds From Spain, organizado por el ICEX, Fundación SGAE y Promusicae entre otros. Este evento trae todos los años una selección con los mejores artistas españoles, así como empresas del sector. En esta ocasión, tuvimos la oportunidad de ver los conciertos de Soledad Vélez, Lori Meyers, Fuel Fandango, Arizona Baby, Betunizer y la clase del maestro Kiko Veneno.
Los conciertos se celebraron en una carpa justo enfrente del Convention Centre, el centro neurálgico donde se celebran las conferencias y congresos del festival, así que el bullicio general, sumado a la degustación de paella, vino y sangría, hicieron que la velada matutina se convirtiera en una fiesta.

Excepcionales las actuaciones, con Arizona Baby dejando boquiabiertos a los yanquis y Kiko Veneno haciendo bailar a todo el pabellón. Muchos de ellos continuaban de gira por EEUU como era el caso de Fuel Fandango, Arizona Baby que venían de ofrecer dos buenos conciertos en NY, o Kiko Veneno, que visitaba después Washington, Chicago y Miami.
 

También tuvimos oportunidad de ver a viejos amigos, casi apadrinados del indie español, como los Pains Of Being Pure At Heart, que se marcaron un gran concierto en el Flamingos Cantina de la calle 6. Una de las grandes virtudes del SXSW es que los artistas se encuentran más que disponibles a charlar entre bastidores. Así, estuvimos hablando con Kip a propósito de la nueva formación de la banda, ya que nos extrañó mucho ver a una teclista que no fuera Peggy. Por lo visto algunos miembros no podían dejar sus trabajos a jornada completa y han tenido que hacer algunos cambios. Contaban en las voces con Jen Goma, de A Sunny Day In Glasgow, y con Kelly Pratt, que ha trabajado con Beirut, David Byrne o St. Vincent.
En el mismo escenario vimos la fuerza de EMA, que se atrevió con temas de su nuevo álbum y cuyo directo te hace repensar la oscuridad de sus temas de estudio.
 

Ese mismo día estuvimos en el mítico Stubb’s BBQ, una especie de rancho cerrado que es seguramente el recinto más grande de Austin en cuanto a locales se refiere. Esa noche tocaban varias grandes bandas. Para empezar, Perfect Pussy, una formación que dispara hardcore a cañonazos y que se ha convertido en uno de los hypes de la temporada. También los británicos Eagulls, que se esforzaban en ofrecer un buen set a partir de un post-punk con nervio, pero lo cierto es que después de Perfect Pussy lo suyo casi parecía música clásica... Más tarde Kelis haría su clásico R&B mezclado hasta en tres ocasiones con el "Feeling Good" de Nina Simone, y con una sorprendente puesta en escena con una banda compuesta por once músicos.

Al otro lado de la calle, en la puerta del Mohawks, un tarado huía de la policía y atropellaba mortalmente a tres personas. Un lamentable accidente que suponía el primer incidente grave desde el inicio del festival en 1987. Pero dentro de un abarrotado Stubb’s, ajeno por completo al accidente, el momento de la noche estaba a punto de comenzar. Era la hora de St. Vincent y se notaba en el ambiente. El show de Annie Clark es seguramente el mejor que hemos visto en todo el festival. La teatralidad que conlleva todo el espectáculo, la manera tan única que tiene de golpear la guitarra eléctrica, y el carisma de Clark sobre el escenario barren de un plumazo los conciertos anteriores. Y el posterior. Con una hora y cuarto de retraso hace acto de aparición Damon Albarn, con su clásica actitud pasota, que lejos de pedir perdón, culpa al resto de bandas y a la organización del retraso. Tiene una muy buena banda acompañándole pero su concierto resulta predecible y aburrido y a esas horas ya no todo puede valer.

Tampoco nos podíamos perder algunos de los actos del Hype Hotel. No porque regalaran tacos, nachos y Vodka Tito’s, no. Sino porque tocaban Future Islands y la sola la presencia de Samuel T. Herring en un escenario es algo digno de ver. Hacía mucho tiempo que no nos enfrentábamos cara a cara con un vocalista con tal personalidad, entregando el doscientos por cien, sintiendo cada nota y metiéndose la sala entera en el bolsillo con cada movimiento de baile. Tan pronto se pega en el pecho con fuerza o se zambulle entre el público, que baila como el Carlton Banks del siglo XXI mientras pone muecas a lo Jack Nicholson en "El resplandor". Todo un espectáculo.

Una de las localizaciones más alejadas, pero con los mejores tacos de la ciudad, se encontraba en la zona Este. Concretamente en el garaje de una casa en medio de un típico barrio residencial, donde el sello Portals trajo un puñado de buenos grupos como Empress Of, Clipping, Pure Bathing Waters o unos invitados de última hora que causaron sensación, como son Hundred Waters, cuyo folk electrónico y la voz angelical de Nicole Miglis hicieron rebosar el pequeño garaje.

También al Este se encontraba The Sailor Jerry House, un amplio local con jardín, escenario, y caravanas de comida rápida, que ofrecía a su rebaño un delicioso granizado especial de la casa de ron, naranja y cereza amarga que suponía el complemento perfecto para las bandas punk que desfilaban por el escenario. Curiosa también la ruleta rusa de tatuajes que había dentro del bar, en la que si te atrevías a jugar te atrevías a tatuarte en directo lo que te saliera en la ruleta.

Una de las de las grandes sensaciones del festival han sido sin lugar a dudas los británicos Jungle. Suponemos que el aterrizaje de su álbum debut está siendo detenidamente planeado después de construir una base de fans muy fuerte. Aunque se han movido el último año entre el anonimato y el lanzamiento de videoclips virales, dicen no hacerlo con ninguna doble intención. Lo suyo es una mezcla ganadora de funk, R&B, música electrónica con beats marcados y buenas melodías cuyo éxito es imparable. Se muestran además muy seguros sobre el escenario en todo momento.

Y hablando de británicos no nos podemos olvidar de otro ilustre estos últimos meses como es Sam Smith. Conseguimos verlo a duras penas en un recinto privilegiado como es la iglesia de St David’s Church, que posiblemente sea el lugar más adecuado para que el inglés haga alarde de sus dotes de crooner del soul británico.

Algunos locales como el Cheer Up Charlie’s tenían dos escenarios, uno dentro del local y otro fuera, de manera que cuando terminaba una banda tenías automáticamente a otra tocando cerca. Allí vimos a los americanos Boy & Bear tirando de rock clásico con buenos riffs, a Oberhofer, que conqueteaban copn el mathrock con tres guitarras eléctricas y mucho reverb, o unos estupendos How Sad, que a pesar de lo diminuto del salón donde tocaban, tenían un indie rock contagioso que iba creciendo y que les valió para ser uno de los actos más aplaudidos de la tarde. También fue especialmente bueno, en el año que parece que el rock de guitarra vuelve fuerte, ver a Real Estate con nuevo disco en el Bar 96 de Rainey Street.

Muchos conciertos, muchas anécdotas y mucha gente conocida en una semana que te deja exhausto. La magia del SXSW está en todas partes. Su idiosincrasia te hace ir y venir una y otra vez y te depara sorpresas a cada paso. Por eso siempre es bonito conseguir ver a pequeños grandes artistas en salas minúsculas, como ocurrió con la cantautor de Brooklyn Torres en el pequeño Lamberts de la calle 2, con apenas treinta personas en el público y apenas a unos metros del fashionista Moody Theater, que congregaba esa noche a Pitbull dentro del iTunes Festival. O a los también neoyorquinos Haerts, que con sólo un EP en el mercado consiguieron llenar el Empire Control Room & Garage.

En definitiva, SXSW es un lugar al que se acude como los creyentes acuden a La Meca en acto de fe. Es todo el conjunto de pequeños detalles los que hacen de este festival una experiencia realmente única y diferente. Una fiesta de la música en todo su esplendor, que todo fanático no se puede perder.

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.