Viendo la hierba crecer
Entrevistas / Christina Rosenvinge

Viendo la hierba crecer

Fernando Navarro — 07-11-2008
Fotografía — Christian González

La rubia ha vuelto. Tras “Verano Fatal” (compartido con Nacho Vegas) y su, ya lejana, trilogía neoyorquina, Christina Rosenvinge edita “Tu labio superior” (Söster/Dro), probablemente su mejor disco hasta la fecha. Una pieza de pop oscuro, sexual y “centroeuropeo” que está, sin embargo, plagado de dobles lecturas y un abundante (y sanísimo) sentido del humor.

“¿Té verde, té rojo?”, pregunta el camarero. “Pues un té…inglés”, sentencia Christina, que está guapa esta mañana de otoño, toda vestida de negro. Ante ella me cuesta abordar las canciones, tan tensas, tan sexuales y retorcidas que componen “Tu labio superior”, un disco que ella define como centroeuropeo (“Ya sabía yo que no se iba a entender del todo. Me refiero a las melodías. No son melodías pop. Son anteriores, y de hecho ni siquiera son melodías anglosajonas. Intenté escapar premeditadamente de la dictadura anglosajona. Pero con una producción americana. Ese era el truco de Gainsbourg”).

"Yo soy el tipo de persona que cuando cuenta un chiste nadie se ríe"

Una obra mayor camuflada de disco de pop, en el que las melodías, las letras y la producción muestran a una Christina en envidiable estado de forma. ¿Su mejor disco? Al menos el mejor de estos últimos años. “En el disco anterior hice una canción que tenía hasta siete partes distintas, con distintas instrumentaciones… Ahora era el momento de hacer canciones en plan ‘mi novio no me quiere’, sencillas, de tres acordes. Y tocarlas con una banda de gente en torno a los cuarenta. Esas mismas canciones sencillas se tocan de una manera densa, dándole más profundidad”.

Esos respetables cuarentones son ni más ni menos que Steve Shelley y Jeremy Wilms, que, junto a su fiel Charlie Bautista (“Charlie es mi ancla. Es muy versátil y siempre entiende lo que necesita una canción”) dan forma a su banda más o menos estable. En esta ocasión, se les ha unido el genial Chris Brokaw, un músico excepcional, un guitarrista magnético, cuya contribución parece vital para el resultado final del disco. “La idea de buscar a Chris Brokaw viene de algo muy concreto. En los discos anteriores me recreé en mi manera de interpretar. Yo fluctúo mucho, subo, bajo, no es nada lineal. Los músicos ya me conocían y se adaptaban a eso. Casi lo convertimos en un estilo (sonríe). En este disco quería que las canciones fueran más sólidas. Y quería un guitarrista sólido, distinto a Steve, Jeremy o yo que somos, de alguna manera, como los chicos sensibles de la clase. Ahí apareció Chris, que es algo así como el capitán del equipo”.

Primer disco enteramente en español desde 1994 (“es una cuestión práctica que parte de la necesidad de comunicar con el público”), “Tu labio superior” es una especie de diario plagado de sexo existencialista, de amor triste y descreído, a lo largo del que Christina despliega su poco conocido sentido del humor (“yo soy el tipo de persona que cuando cuenta un chiste nadie se ríe. Y de hecho nadie se da cuenta de que era un chiste. Debe ser que tengo un sentido del humor danés”) y que tiene su punto álgido en “Eclipse”, cuatro minutos de tensión sexual y metáforas sadomasoquistas difíciles de olvidar. “También es mi favorita. Es la heredera de ‘Tok, Tok’ y parte de la misma idea, tocar el piano de una manera punk, como en aquella frase de Bukowski: ‘Toca el piano borracho como un instrumento de percusión hasta que los dedos empiecen a sangrar un poco’”.

“Tu labio superior” es un disco que deja un raro sabor de boca. A pesar del desencanto, de la amargura y la tristeza (ahí está la demoledora “Nadie como tú”, aspirante a canción triste del año), subyace un discurso vitalista, casi optimista. Todo puede resumirse en los hermosos versos (en inglés) que cierran otra de las canciones redondas del disco, “Las horas”: “There’s no need to reap, reaper/let the grass grow”. “Esa frase para mí es la más importante del disco. Es de lo que habla, de renovar la fe después de la tormenta. Algunas canciones coinciden con unos meses en los que escuchaba mucho a Kurt Weill y tenía ese discurso negro. ‘Ya que el mundo se va al infierno, vamos todos a follar’. Pero siempre he querido dejar un rayo de luz, algo de esperanza. De hecho, para mí es un disco muy optimista”.

Disco optimista, pues, pero narrado desde la óptica de una batalla perdida, Christina despacha entre risas el cacareado tema de su vida privada que, al parecer, tanto morbo despierta. A ella le hace hasta gracia.“No me molesta. Yo no me tomo muy en serio y creo que las canciones subsisten por ellas mismas. Si hay cierto amarillismo, yo no creo que haya mala intención. Tampoco me tengo tanto respeto a mí misma como para indignarme. Soy otro mono del circo. La verdad es que no puedo engañar a nadie. He pasado una época de turbulencias… Y al final las canciones que cuentan la verdad son las que mejor funcionan. Por un motivo muy sencillo, porque la gente se identifica. Sólo en mi edificio hay tres mujeres con las que me identifico plenamente”.

Christina vuelve a sonreír. No ha dejado de hacerlo en toda la charla. Se está a gusto hablando con ella. Me dejo muchos temas en mi Moleskine, como el repaso a su amplia y sorprendente carrera (“me da mucha pereza mirar hacia atrás. De un disco a otro he aprendido tantas cosas nuevas que no me interesa el pasado”) las canciones que se han quedado fuera o su futuro inmediato. Pero final acabo volviendo a su propios versos, ahora traducidos: “no hay que segar, segadora/deja la hierba crecer”.

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