"Soy obsesivo-compulsivo con mi música"
Entrevistas / Nothing Places

"Soy obsesivo-compulsivo con mi música"

Alan Queipo — 22-12-2015
Fotografía — Archivo

En la rendija que queda abierta entre los espacios inertes de la canción de vanguardia y la música pop, Emilio Saiz afina su guitarra desde la distancia. Ahí aparece, en el explícito ningún y maravillado lugar, Nothing Places, su proyecto personal, con el que acaba de publicar el finísimo “Tidal Love” (Foehn, 2015), un trabajo de orfebrería melódica que bucea entre el pop revirado, el rock alternativo y el surrealismo más ensoñador.

Pasaron cerca de tres años entre “Nothing Places” (Smart Noise, 2012) y este “Tidal Love” (Foehn, 2015). ¿Tenías claras las cosas que querías mantener y las que querías cambiar?
En ese sentido, no creo que sea un proceso consciente: uno va evolucionando y cambias de gustos, cambias tu forma de enfocar la música y lo que compones cambia con eso, pero no había una decisión consciente de acabar con algo. Lo único que sí tenía claro y que fue con premeditación y alevosía era el hecho de trabajar con Xavi [Molero]: en el disco anterior estaba solo y no tenía una imagen clara de cómo quería que estuviesen arropadas las canciones; y en este sí que compuse las canciones pensando en él, sabiendo cómo potenciar los beats y aprovechando su manera de tocar.

Recuerdo que unos meses o semanas antes de que entrases a grabar ““Tidal Love” diste un concierto con tu padre, el productor Suso Saiz, en La Casa Encendida, que era una especie de jam session abstracta, con mucho peso de la improvisación. ¿Tuvo también peso en el proceso de grabación del disco?
Realmente el formato de la banda, que en este disco la integramos, además de Xavi y yo, Ricky Falkner y Martí Perarnau, ha surgido después de grabar el disco: primero pasó Ricky a tocar, después Martí, pero el grueso del disco lo hice yo solo. Ya venía con las canciones. Recuerdo que cuando grabé el primer disco no tenía las ideas muy claras de cómo quería que quedasen las canciones, iba construyendo arreglos, armonía y melodía sobre la marcha; y en este sí que tenía las estructuras básicas y las melodías, pero no tenía claros los arreglos, así que esa parte sí es totalmente improvisada y libre, entraba a ver qué salía con la máxima de dejar primera o segunda toma de cualquier arreglo, porque si no, con lo rallado que soy, entraba en un bucle infinito del que no hubiera salido nunca. Pero ahora, por ejemplo, las canciones nuevas que estoy componiendo ya las pienso con los arreglos: supongo que con los discos vas madurando tu manera de componer.

El hecho de que hayáis utilizado sólo cinco días para grabar en los Red Bull Studios, ¿fue una decisión tuya o una cuestión logística-económica?

Tuvimos cinco días porque los estudios cerraban, Ana Botella nos echaba (risas). Ahí sólo grabamos batería y guitarras en directo, aprovechando que teníamos la sala, pero luego hubo un proceso de grabación más bien largo, cerca de dos meses, arreglando, sumando voces, texturas; y luego otro tanto de tiempo de mezcla en la casa-estudio de Oswaldo.

Es un disco en el que estaba Oswaldo Terrones, estabas tú, estaba tu padre Suso como consejero y también figuras como las de Ricky Falkner y Martí Perarnau, que son productores. Era como una suma de productores trabajando juntos en la gestación de un disco. ¿Mandabas sólo tú o dejabas que ellos ejerzan también?

No, mandaba yo. Soy obsesivo-compulsivo con mi música: no puedo serlo de los demás, que siempre soy arreglista y acompañante, y no estaba dispuesto a ceder lo mío a nadie más. Eso sí, siempre escuchando sugerencias de los demás, al fin y al cabo estar con todos estos fueras de serie era algo que había que aprovechar y, como mínimo, gente a la que respeto y admiro mucho y a los que quería escuchar, pero a la hora de la verdad quien le echaba horas y horas y le daba vueltas sin parar a las mezclas y los arreglos era yo. Siempre tiene que haber un timonel en los proyectos, si no todo se desvanece.

¿Cuál fue la aportación de Ricky y Martí, sobre todo?
Aportar determinada gama de sonidos en algunos arreglos. De repente me faltaba algo en alguna parte de una canción y aparecía Martí con un mellotrón, empieza a procesarlo y surgía toda una magia psicodélica; o los moogs arpegiados de Ricky sonaban espectacular. Sobre todo lo que aportaron era juego: cuando aparecían ellos dos yo descansaba y disfrutaba de ellos, era la parte más lúdica.

"Me cuesta mucho definir la propuesta en dos palabras, porque al final hacemos una música muy poliédrica".

Antes mencionaste a Xavi Molero como un elemento fundamental desde el momento que empezaste a componer las canciones del disco. ¿Sigues concibiendo Nothing Places como un álter ego tuyo o lo ves ya como una banda?
Cada vez es más una banda: como dije antes, cada vez pienso más en Xavi a la hora de componer las canciones, y ahora empiezo a pensar también en Ricky y Martí, sabiendo lo que cada uno puede aportar a las canciones, cuando compongo canciones nuevas. Para mí es increíble lo que surge cuando estamos los cuatro arriba del escenario, yo solo no llego a ese nivel de complicidad y de magia ni de coña. Es complicado hacer cuadrar nuestras agendas pero cada vez estamos más ensamblados y compenetrados los cuatro en el proyecto, cada vez más cerca de lo que se entiende como una “banda”. Para mí lo ideal es el formato cuarteto: el dúo Xavi y yo mola mucho, tiene un punto punk, pero creo que es más limitado para las canciones.

No sé si por haber tenido que acoplar el proyecto a tantos formatos (tú solo, formato dúo, trío y cuarteto) en estos años, vives el proceso de estudio de manera diferente al proceso del directo. Como si hubiera dos Nothing Places radicalmente diferentes por descubrir: el que graba y el que toca. ¿Te gusta esa dualidad?
Sí, a mí me gusta que cada proceso sea distinto. Me encanta estar mucho tiempo en el estudio, meterme tan intensamente y casi de manera conceptual en el proceso. Lo que pasa es que es difícil encontrar un estudio grande en el que cuatro cabezas puedan estar aportando al proceso durante mucho tiempo, así que de alguna manera me gusta la idea de ser yo la cabeza central del proceso en estudio y luego abrir todo ese trabajo de base al formato banda, mostrando la otra cara de la moneda, y convertirlo en una apisonadora en directo.

Es inevitable que constantemente se relacionen tus proyectos con la manera de trabajar que tiene tu padre Suso, uno de los productores más respectados del circuito. ¿Te sientes un “heredero” también de su legado profesional (además de lo que te lleves por ser su hijo)? Sobre todo desde el punto de vista de la mezcla de música de vanguardia en estructuras de música pop…
Yo me he criado con mi padre (risas), no me quedaba otra. Sí que es evidente que es una influencia artística enorme, pero creo que cada uno tenemos nuestra voz. Me gustaría, quizá más adelante, involucrarme en el aspecto más “explorativo”, de la musicalidad de las cosas, que es un campo del que tengo mucho que aprender de él aún y es el que, quizás ahora, más me llama la atención y siento más lejano a lo que es mi propuesta, pero ojalá pueda seguir estando cerca suyo de manera profesional (además de la personal, evidentemente) muchos años más para seguir aprendiendo de él.

No sé si en ese aspecto “explorativo” has buscado y trasteado lo que hacía él en proyectos de música experimental en los que militó hace décadas, como la Orquesta de las Nubes, por ejemplo…
No, la verdad que no he escuchado mucho de eso. Imagino, por las fotos, que estaba presente en ese proceso de pequeño (risas), pero es más el haber convivido con él, hablado de música con él, escuchar los vinilos que él ponía, descubrir cantidad de artistas a los que no hubiera llegado tan pronto de no haber sido su hijo y haber tenido dentro de mi relación tanto personal como dentro de mis inquietudes profesionales un bagaje tan grande dado por la simple convivencia con mi padre. Fue una suerte, sin duda.

A la hora de autodefinir este nuevo presente de Nothing Places lo denominas “pop revirado”. ¿Crees que es la etiqueta que más se ajusta a la propuesta?

La etiqueta suele ser un instrumento más de los periodistas. Me cuesta mucho definir la propuesta en dos palabras, porque al final hacemos una música muy poliédrica, pero creo que la idea de “pop revirado” se ajusta más a la de “avant pop”, por ejemplo, que la escuché muchas veces a la hora de hablar de lo que hago…

“Avant pop” suena más a “música de museo”. ¿Te sientes más cerca de la canción pop que de la música más performática?

Cada vez tiendo más, compositivamente, al formato canción y alcanzar conmigo mismo a una manera más directa y simple de crear, y en ese sentido sí que tiro más hacia el pop, o al menos esa es mi intención. Luego habrá gente que escuchará mi música y dirá: “¿esto es lo que entiendes tú por música pop?” (risas).

Dices que la parte compositiva te llegó más bien tarde. O “tarde” teniendo en cuenta que ya eras músico cuando comenzaste a componer con 22 o 23 años. ¿Sigues trabajando de la misma manera que con el primer disco, es un tic que se te ha quedado?
Las primeras canciones las graba a la vez que las componía. La maqueta es lo que luego fue prácticamente el disco. Era una especie de work in progress de todo-a-la-vez. Ahora ya no. Pero lo que sí mantengo es el proceso de aislamiento, buscando la soledad de mi casa, encerrarme en el dormitorio, darle vueltas a una idea. En este segundo disco no he hecho maquetas, pero de cara al tercero sí que estoy empezando a trabajar en la maquetación previa de los temas, empezando a darle más cuerpo a las canciones, que vayan cogiendo forma con distancia, saber qué cosas funcionan y qué cosas no. Cuando llevas varios años en el proceso de grabación y empiezas a tener claras cuáles son tus intenciones compositivas y tus inquietudes arreglísticas empieza a ser todo mucho más divertido. Acaba siendo como un juego increíble. Antes tenía muchas ideas pero no sabía cómo grabarlas.

Suelen aparecer, como temática pero también como atmósfera, conceptos como el de “ensueño”. ¿Tu musa central las encuentras en ese tipo de atmósferas?
Me gusta la idea de proyectar esa capacidad de imaginar, de fantasear, de darle color al surrealismo. Es algo muy personal que me cuesta explicar. Suelo hablar mucho con Christina [NdeR: Rosenvinge: él es el guitarrista que la acompaña en directo] de eso, porque ella es mucho de concepto, de saber qué cosas quiere contar y va dándole forma a esa idea para describirla; yo no soy nada así, soy más “de proceso”, tiro más por la intuición de la entraña que me lleva a trabajar hacia determinadas cosas que ni yo sé lo que son. Es un proceso más impulsivo, menos meditado.

En alguna entrevista dijiste que “Lizard Brain” habla de “romper el falso muro de expectativas que no te deja crecer”. ¿Habla de algún tipo de expectativas que tenías para con Nothing Places y que no se han cumplido o van por otro lado los tiros?
No me refería tanto desde el punto de vista profesional, sino más personal: de pareja, de ti mismo, de la persona que quieres ser y no eres y que te va minando poco a poco, del proceso de autodesprecio que te va jodiendo y autoconsumiendo. Hablo más de romper ese “hechizo” que muchas veces te puede tener cegado con determinadas cosas.

Y una vez dicho esto, ¿tenías más expectativas con el primer disco?
No. Fue más una necesidad personal de hacer canciones y de llevar a la práctica ideas e inquietudes que no podía volcar en el cancionero de la gente para la que trabajo como músico de acompañamiento. Era muy consciente de la música que había hecho y de las posibilidades que tenía de trascender en la escena. Sí que creo que Tidal Love es un disco más abierto, más cálido y que puede gustar a una mayor cantidad de gente. Siempre mola que tus canciones las escuche la mayor cantidad de gente posible.

¿Estás más ilusionado con este disco, entonces?
He aprendido a no pensar en estas movidas porque, al final, te generas más expectativas, no se cumplen y te hundes. Si en algún momento llega algo grande y pasa algo, de puta madre; yo, de momento, sigo haciendo mi música sin pensar que vaya a pasar nada especialmente trascendente.

¿Pero sí ves que hay un hueco en la escena para Nothing Places? ¿Ves gente afín, tanto desde el lado del público como de las bandas, cercanos a tu propuesta?

Me gustaría decirte que sí, pero no lo veo nada claro. Sí veo que, musicalmente, hay mogollón de artistas muy interesantes; pero de ahí a que todos esos artistas tengan público y peudan seguir desarrollando su música es otra historia.

"Es demasiado osado decir que soy una versión de Thom Yorke, quizás, él es muy grande y yo no. Las comparaciones son odiosas siempre".

¿Te sientes en tierra de nadie?
Sí. “Nothing places” total. Muchas veces pienso que no debería haberle puesto este nombre al proyecto, porque es como si augurara desde antes que ya estoy fuera de todo. Me encantaría que hubiese algún tipo de cambio de paradigma generacional y que eso se note en la afluencia de público a propuestas más “arriesgadas”. Hay algún festival que otro que sí que apuesta por alguna historia que se sale de la media general, pero luego hay que ver si esa gente que te está viendo de casualidad en un gran evento va a ir a verte a un teatro pequeño del circuito de salas.

A la hora de buscar referencias con lo que haces da la sensación de que estás más cerca de lo que se hace fuerte de lo que se hace dentro. Suele mencionarse mucho a Radiohead, por ejemplo. ¿Te gusta la idea de que haya gente que te considere un “mini Thom Yorke a la española?

Yo no soy tan torturado ni canto tan bien (risas). Es demasiado osado decir que soy una versión de Thom Yorke, quizás, él es muy grande y yo no. Las comparaciones son odiosas siempre, pero de alguna manera sí que entiendo que las referencias que la gente puede encontrar al escuchar lo que hago están más en el circuito musical de fuera que en el español. Soy consciente de ello. Ojalá yo pueda tener un mínimo de lo que tienen artistas que he escuchado que se me compara con ellos como John Frusciante, Wilco, Dirty Projectors o los propios Radiohead. Son gente a la que crecí escuchándola y creo que es positivo que haya un sentir, digerido, vomitado y puesto en común de otra forma, y no un plagio explícito a su música.

¿En algún momento te planteaste la internacionalización del proyecto?
Me encantaría, sí. De hecho, canto en inglés también pensando en que el objetivo del proyecto es que lo pueda escuchar gente de cualquier parte del mundo. Por un lado me encantaría poder decir que hago música para el público español y que me quedo aquí, pero haciendo la música que hago y viendo las dinámicas del público y de la escena, veo bastante difícil poder vivir de Nothing Places en España. Mi objetivo vital es poder vivir de la música que hago, pero es muy jodido. Si no tienes una acogida mayoritaria aquí no puedes vivir de lo que haces.

Hay muchos grupos que al hacer el cambio de inglés al español han encontrado un público mayoritario…
Ya lo intenté en su momento con Glez. [NdeR: grupo que compartía con Amaro Ferreiro, Suso Saiz y Toni Toledo] y no funcionó. Mi cultura musical y el tipo de música que me sale hacer al cantarlo en castellano me chirría un poco, no me lo pide el cuerpo. Quizás en algún momento mi música tira hacia otro terreno y tiene más sentido cantar en castellano, pero ahora mismo me siento más cómodo cantando en inglés.

Recién mencionaste Glez.: ¿qué pasó con ello?
Pues que nadie puso pasta, estaba todo en bancarrota todo y fue imposible tocar: no tienes booker ni promotor ni contactos y se apagó. Era imposible seguir pico-pala sin ningún gran proyecto para la banda: Toni se fue con Amaral, mi padre con sus producciones y Amaro y yo tocando donde podíamos. De vez en cuando nos tomamos alguna cerveza y maquinamos el volver: para mí Amaro y Toni son mis hermanos musicales, y de mi padre, ¿qué te voy a decir? Ahora mismo la coyuntura es imposible para volver. Nunca coincide, nunca es el momento, pero espero que podamos volver a hacer cosas.

Sin embargo, con Nothing Places ahora fichas por Foehn, casi tu primer sello, porque el primero fue casi autoeditado por tu anterior manager. ¿Sientes que está bien posicionado un producto como el tuyo en Foehn?
Para mí es el mejor maridaje posible estar en un sello como Foehn. Yo envié el disco, que hice gracias al tiempo y el talento altruistamente de todos los compadres que participaron en él, a muchos sellos, y no hubo respuesta. Tampoco de Foehn en su momento. Y a los dos meses me llamó Marc [NdeR: capo del sello] diciéndome que le había pasado mi disco a Jordi, de Inspira, y que le había flipado, y que aunque tenía el catálogo de publicación programado le había flipado tanto que quería sacarlo igual. Yo estaba hundido, pensando que me iba a comer el disco con patatas después de tanto esfuerzo: saber que has hecho una movida creíble pero la indiferencia de la gente te va mermando el ánimo. Luego conocí a Marc y me enamoré de él: se involucró tanto que fue una bendición que pasase.

Me resulta curioso que digas que ningún sello se haya interesado, o que ni siquiera hubiera una mínima negociación.
Nada. Yo, en el fondo, lo entiendo: imagino que si lo piensas desde el punto de vista comercial, un disco así no es rentable. Marc dice que sí, que hay un target y un público por descubrir para Nothing Places y que vamos a conseguir encontrarlo. Para mí es un paso adelante enorme el hecho de tener una casa, un apoyo, un sitio donde mirar alrededor y admirar a los otros grupos y trabajar con un tipo que confíe en lo que haces. Admiro a Marc mogollón, que ha conseguido aguantar el temporal sacando las frikadas que saca: yo soy el artista mainstream de Foehn (risas).

¿Qué nos puedes contar de proyectos en los que andas metido?

Sigo acompañando a Christina Rosenvinge en la gira de “Lo nuestro” (El Segell del Primavera, 2015) junto a David y Juandi de Tuya, con los que me siento muy cómodo tocando. Luego, estoy trabajando junto a mi padre tanto haciendo uno o dos bolos anuales de improvisación como en la composición de una pieza musical sobre el agua con el pianista Raúl Quilez. Y luego, empezando a rodar Nothing Places con el formato cuarteto en donde nos dejen, que espero sea en muchos sitios.

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