Lágrimas de felicidad
Entrevistas / Templeton

Lágrimas de felicidad

Jorge Obón — 18-02-2009
Fotografía — Archivo

A medio camino entre el pop y otros sonidos más complejos, Templeton se sitúan en un terreno al margen de sus compañeros de generación. Y es que si algo le sobra a “Exposición universal” (Arindelle/Subterfuge) es personalidad, buenas canciones y actitud.

Aquí tienes a otro grupo español de los que tiene personalidad propia. Te gustarán o te irritarán, pero ya se han hecho su hueco copiando, como todos, pero para llegar a ser únicos. Son Templeton. Llevan juntos cinco o seis años, antes cantaban en inglés y cuentan que se les podía etiquetar de post-rockeros. “En Cantabria, con el mal tiempo que hace, siempre estábamos metidos en el garaje y la música era más oscura, pero ahora que hemos venido a Madrid, todo es jolgorio y la cosa cambia, ni hay rollo emo, ni inglés”.

"Picoteamos de muchas cosas, pero las etiquetas son asquerosas"

Brian Hunt (Half Foot Outside, ex-Russian Red entre otros) se une a ellos en el momento justo y da la sensación de que aporta la experiencia suficiente como para que Templeton evolucionen naturalmente hacia el pop en castellano. “Se trata más de que nos dio impulso al venir a Madrid. Aportó la experiencia de decirnos qué le sobraba a nuestras canciones”. Y así llegaron al rock plural de Templeton que siempre termina siendo pop. “El post-rock nunca fue una música en la que estuviéramos en nuestra salsa. Somos amantes de las canciones cortas y de los Beatles y, en el momento en el que soltamos lastre, supimos que teníamos un grupo de verdad y canciones redondas, aunque en el disco quede ‘Marcha nupcial’ que aunque pueda ser un poco pegote, es una muestra de aquella época anterior”. Testigo de ello es “Exposición universal”, su primer álbum. “Hacemos de la mejor manera que sabemos lo que querríamos oír”. Aunque son tan lentos que algunas de las grabaciones del álbum tienen ya una antigüedad de dos años. “Hoy por hoy, nuestro repertorio de directo es la mitad del disco, la otra mitad ya son canciones nuevas, y cuando tengamos que presentar el disco, vamos a tener que ensayar unas canciones de las que básicamente ya no nos acordamos. Por ejemplo, ‘Una cosa es lo que ocurra’ es de 2003”. Por lo que encontrarle un nexo al disco es difícil. “Han dicho que las letras tratan sobre el odio y el resentimiento, y yo peco de mala baba, pero hablamos sobre muchas más cosas”.
Dicen en las escuelas que un niño pequeño que no escribe todas sus letras inclinadas hacia el mismo lugar, es que todavía no ha definido su personalidad, y al escuchar el álbum, uno se acuerda de Schwarz, Los Planetas, La Muñeca de Sal y hasta de El Niño Gusano aunque sea por la vagancia de acudir a nombres españoles. “Picoteamos de muchas cosas, pero las etiquetas son asquerosas. No perseguimos estar dentro de un género claramente ni hacer un tipo determinado de canción, las queremos hacer buenas, pero no mantenernos dentro de ningún parámetro. Nos jode hacer dos canciones iguales”. Para eso está el panorama extraño actual en el que es posible el éxito de propuestas clásicas como las de Tachenko junto a las deliciosas aberraciones de Coconot. “Todo ha cambiado mucho y los grupos han tenido la posibilidad de soltarse para desarrollar su propia identidad, el problema es que no se queden obsoletas todas esas propuestas y se pueda avanzar. Desde ‘Madrid Terminal’, por ejemplo, la situación ha cambiado para mucho mejor, pero lo que hay que conseguir es que siga así. Ahora parece que hay interés popular por la música, pero cuando vemos reportajes sobre lo que ocurre, siempre termina pareciendo que es algo falso cuando se trata de reunir o de crear una escena”. Será porque, al menos, desde los ochenta, nunca ha habido una escena auténtica, sino pequeños grupos de amigos reunidos al calor del que ha conseguido subirse al escenario. “En España somos siempre amigos que nos juntamos a tocar y amigos que vamos a conciertos, pero nada más allá. Para que llegue a haber una escena hacen falta unos nexos que no existen”. Por eso, también Templeton son tan público como músicos y, después de seis años, siguen teniendo la ilusión del primer día de ver publicado su primer álbum. Bien. Pero es que además en directo, y aunque sólo sea por categorizar, tienen el desparpajo de los mejores grupos de pop, la seriedad del kraut, la experimentación del post-rock, y la crudeza del rock de los noventa. No son perfectos, pero como les dejemos, lo van a ser. Palabra.

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