LADRÁNDOLE AL INFIERNO
Entrevistas / Hamlet

LADRÁNDOLE AL INFIERNO

Redacción — 02-06-2000
Fotografía — Archivo

SORPRENDIDOS A MENUDO POR TORMENTAS NADA IMAGINARIAS Y TRAS HABER CAPEADO UNOS CUANTOS TEMPORALES, HAMLET CONTINÚAN HACIENDO CAMINO CON EL ZURRÓN REBOSANTE DE EXPERIENCIA, PERO ATENTOS SIEMPRE AL PRONÓSTICO PARA HOY: MÁS ALLÁ DE LAS NUBES Y LOS CLAROS, SU NUEVO DISCO ANUNCIA AIRE FRESCO Y LIMPIO. CAMINEMOS UN TRECHO CON ELLOS.

Un inmenso tatuaje tribal se desparrama por el brazo derecho de Luis Tárraga. Sus vivarachas palabras también, aunque a veces se retiran a un rincón y viven regodeándose en sus propios minutos de silencio. “¡Vamos al coche, que allí suena de la hostia!”, invita. Y en sus ojos no deja de brillar la satisfacción que siente por “El Inferno” (Zero, 2000), el nuevo disco de la banda madrileña. Cierto: las composiciones del guitarrista atruenan en el interior del vehículo, equipado con uno de esos cacharros ideados para pasearse en un cabrio blanco y lujoso por el asfalto de Hollywood Boulevard y que a estas horas de la tarde, desafía a los esbirros de la O.R.A. Nos acompaña Chiki, promocionero del sello, que, desde el asiento de atrás y maltratando su garganta a causa del estratosférico volumen comenta: “Es más rockero, más groovy”. Y Luis sonríe. Sólo hemos escuchado tres canciones porque Juan Hermida, jefe del sello, espera en las oficinas para comprobar en carne propia qué es lo que ha hecho esta vez su grupo más vendedor. Una vez allí, a través de la tarjeta de sonido de su PC, van cayendo las once composiciones que conforman un disco más pausado, con menos poso core, aunque más directo y legible que “Insomnio” (Zero, 98) su inmediato predecesor, también producido por el reputado Colin Richardson. “Volvemos a grabar con Colin Richardson (Fear Factory, Liberty 37) porque es un tipo encantador y al que le gusta mucho Hamlet. La primera vez que trabajamos con él sí había cierto miedo a que su personalidad se impusiera a la de la banda, pero ya le conocemos y no hay problema. Todo lo contrario. Es un tío al que le gusta mucho su trabajo y este tipo de música”.

Termina la escucha. Todos nosotros debemos volver a nuestros quehaceres, así que quedo con Luis para hablar al día siguiente, más tranquilamente, sobre su música. Una música que ha aminorado la marcha para multiplicar la intensidad –y la presencia- de las guitarras. Nada que ver, desde luego, con sus primeras y lejanas encarnaciones. De los tiempos de “Peligroso”, su primer y oxigenado álbum, no guarda buenos recuerdos. El contacto telefónico lima el discurso -una mezcla de amargura, seguridad y resignación- a través del cual rememora esos momentos. “Yo no reniego de la música que hacíamos en aquel momento, porque aunque es verdad que había ciertos errores de concepto, nuestros directos ya eran bastante salvajes. No exactamente lo que hicimos después, de acuerdo, pero sí teníamos mucha dureza sobre las tablas, que es lo que siempre hemos buscado”. Recuerdos que no disminuyen en acritud, porque el vapuleo –no sólo mediático, no crean- que recibieron tras la edición de “Sanatorio De muñecos” (Escila/Romilar D, 93) fue de órdago. Eran tiempos en los que el rock nacional se debatía entre la rendición de pleitesía a los nombres de siempre –en horas bajísimas, por cierto- y el préstamo de atención al nacimiento de una nueva escena urbana, heredera de la tradición castiza y leñera –Porretas, Reincidentes y Boikot daban sus primeros pasos discográficos-. Pero había más, claro. Y les tocó a ellos despuntar (Santa Fe se quedaron en el camino, Ktulu tardaron un poco más en establecerse) con ese disco, en exceso deudor de las enseñanzas de Phil Anselmo y los suyos, pero que se atrevía a gritar con fuerza que RATM, Sepultura, Fishbone, Helmet y Biohazard existían. “Fuimos los primeros en hacer ese tipo de música y hubo gente que no quiso entendernos. Además coincidió con el peor momento de Romilar D. Pero a pesar de todo ya vendió bien, unas cinco mil copias o así. Luego ha habido que reeditarlo y también ha vendido un montón. Con el tiempo se ha convertido en algo así como un clásico”. Y ha sido también el tiempo quien les ha ido poniendo en su sitio. Porque en el momento de la edición de “Revolución 12.111” (Zero, 96) también sufrieron el acoso de las descalificaciones. “Sí, sí... es para alucinar, decían que uno de los miembros de la banda era nazi, ya ves... todo lo contrario de lo que siempre hemos defendido como grupo”.

Así es; las letras de Molly (voz) han tocado prácticamente todos los palos de la denuncia social. Ahora parece ser que con este disco, amainan las alusiones directas, entrando en terrenos más introspectivos. Aunque Luis quiere dejar claras unas cuantas cosas al respecto. “Nosotros nunca hemos hecho un grupo para vender discos. Hacer letras con mensajes reivindicativos ayuda a vender. Es el consumo fácil. Por eso han cambiado las letras. Siguen denunciando, pero está todo más escondido. Son más personales y cada uno puede adaptarlas a su propia vida. Habla de sentimientos sobre todo. No es tan claro y tan obvio porque lo realmente difícil de denunciar es el malestar de cada uno”. Un cambio, en mi opinión, necesario después de canciones tan directas en fondo y forma como “Repulsa Total”, “Dementes Cobardes” o “Ceremonia TV”. Creo que a estas alturas se imponía una cierta maduración textual y, sobre todo, una huida de ciertos lugares, en exceso comunes, en exceso radikales. “El rollo es demostrar que se puede escribir de muchas cosas sin dejar de ser super fuertes musicalmente. De hecho Molly decía antes de la grabación que no quería meter ni un solo taco en las letras, lo cual puede parecer una gilipollez, y lo ha conseguido. Para nosotros es importante decir las cosas de formas distintas cada vez”. Y también volver a los orígenes. De hecho antes de entrar a grabar “El Inferno” han estado girando como teloneros por Francia, Suiza y Alemania. Abriendo para bandas de éxito allí, en locales de aforo mediano, saliendo comidos por servidos, y bregando con un público abiertamente desconocedor de su propuesta. “Pues ha sido la hostia. Reencontrarnos con los tiempos en los que empezabas y no veías un duro, dormías donde podías y salías a matar cada noche. Ahora también lo hacemos, porque lo que más nos gusta es el directo, pero claro, es distinto salir sabiendo que ahí están tus fans y tu público a salir ante una audiencia que ni te conoce y a la que tienes que convencer. A mí me ha encantado la experiencia”. Y tras la tonificante experiencia, les toca enfrentarse a los fantasmas de las expectativas. Muchas, si hablamos de un grupo que, en tiempos malos para la lírica, coloca treinta mil copias sin despeinarse. “Nosotros intentamos que a la gente le guste lo que hacemos. Luego se te escapa el que venda o no. Depende de muchas cosas. Ahora el mercado discográfico está muy mal y se venden menos discos que antes, pero nosotros vamos a seguir en lo nuestro que es defender el disco tocando. No somos un grupo comercial que ha tenido un hit en las radios. Creo que la gente sabe lo que somos y lo que hacemos... quizá no logremos ampliar más nuestro público, pero creo que la gente que compró los anteriores se va a comprar este”. Probablemente. Aunque los acólitos del metal se sorprenderían de los discos que Tárraga reconoce como influyentes. “Hombre, a mí me gusta todo el rollo metal, pero por ejemplo un disco que escucho mucho ahora es el “The Bends” de Radiohead, Chevere... y mucho AC/DC. No escucho en casa la música que hago... quiero decir: no escucho solo bandas similares a Hamlet, más bien al revés, escucho música de otros estilos e intento aprender de ellas para luego aplicarlo a Hamlet”. El resultado es un disco quizá en exceso deudor de los hallazgos de Deftones, pero que guarda en su interior un muro de guitarras todavía inédito en nuestro país y -pura intuición, que conste- los mejores textos de su trayectoria. Ayer, mientras lo escuchábamos en la oficina de Zero, Luis le decía a Juan Hermida: “Ahí están las guitarras que pediste” y, efectivamente, ahí estaban. Pero no por imperativo
empresarial, que conste. “No, que va, que va... era una broma entre
los dos. Juan siempre nos ha dicho que lo que más le llamaba la atención
de Hamlet, lo que nos hace especiales, eran las guitarras. Y en este
disco hay un montón. Nuestra relación con él es buena. Nos conocemos
desde hace mucho tiempo y entre nosotros hay palabra. Nosotros tenemos
un compromiso con Zero que no vamos a romper. Cuando este termine ya
veremos qué pasa. Si hay una oferta inmejorable las dos partes sabemos
qué es lo que va a ocurrir. Pero hasta que cumplamos nuestra palabra
estaremos con él”
. De momento, les espera una gruesa agenda de
conciertos –Doctor Music incluido- y un montón de citas con la
canallesca, oscura dama de dudosa reputación con la que a veces pintan
copas y otras bastos. “Nunca hemos dorado la píldora a nadie, y eso
es peligroso. Hay periodistas que esperan que les hagas la rosca y
nosotros, aunque intentamos ser amables con todo el mundo, no solemos ir
más allá del respeto. Lo ganado y lo perdido ha sido siempre por
méritos propios. Para lo bueno y para lo malo, pasamos de los apoyos
mutuos”
.

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