“El vudú es psicodelia, es salvaje”
Entrevistas / Psychic Tv

“El vudú es psicodelia, es salvaje”

Enrique Peñas — 18-11-2015
Fotografía — Archivo

El post-punk, la música industrial, la experimentación más salvaje no serían lo mismo sin la figura de Genesis P-Orridge, protagonista en la perturbadora agitación de Throbbing Gristle y, tras su disolución en 1981, de Psychic TV, un proyecto que trasciende la electrónica para convertirse en performance de psicodelia y terrorismo sonoro. El próximo viernes 26 estará en Madrid (Sala Arena, con The KVB como teloneros), en una de las siete únicas fechas de su gira europea. Vudú, pandroginia, vida y muerte centran esta conversación, con la excusa de su último álbum, “Snakes”.

El próximo día 26 estarás en Madrid dentro de la gira para presentar “Snakes” (2014), inspirado por un viaje que hiciste a Benin con Hazel Hill McCarthy III para grabar un documental sobre el vudú. ¿Qué es lo que esperabas encontrar?
Sí, estuvimos trabajando varios meses allí el año pasado. Benin es el único país del mundo en donde el vudú está reconocido como la religión oficial del estado. Yo había tenido contacto con la Santería a través de Lady Jaye (su compañera, que falleció en 2007), con quien también estuve en Haití y conocimos algo de todo esto, pero quería llegar hasta el origen. La televisión, las películas, los libros de ficción han presentado el vudú de una forma maligna, oscura y reduccionista, y por eso me parecía interesante ahondar en este tema. En Haití la gente quizá lo vive de una manera más cerrada, posiblemente por todo lo que se dice fuera, pero aquí era una celebración en el sentido más puro. Créeme: he visto muchas cosas, pero pocas veces he conocido una experiencia tan asombrosa como esta. El vudú está allí desde hace 10.000 años, es la religión que ha estado más tiempo de forma permanente en un mismo territorio. Forma parte de su cultura, tiene que ver con respetar a tus ancestros, con el equilibrio, con compartir lo que tienes, amar a tus semejantes… No tiene nada que ver con lo que conocemos en Occidente. Ellos dicen algo así como ‘adentrarse en la jungla sin que tus pies dejen rastro’; es justo lo contrario de lo que ocurre en nuestra sociedad, donde parece que sólo importan las cosas materiales. Ay, perdona, ¿puedes esperar un momento? Voy a cerrar la ventana, entra un ruido terrible de la calle… (Después de unos segundos) Ya estoy, ¿qué estaba diciendo?

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Me hablabas de tu experiencia en Benin, de cómo el vudú es más que una religión…
Oh, sí, claro. Yo preguntaba a los altos sacerdotes por la historia de la creación, el origen de todo. Los primeros días me ignoraban, no querían responderme, no es algo que esté escrito en un libro, pero finalmente uno de ellos me lo explicó. La deidad original es Mawu-Lisa. Mawu es una serpiente pitón, y es hembra, mientras que Lisa es un camaleón macho. Pero en realidad son una sola forma, ¡es una pandroginia! ¿No es increíble?

También la tradición cristiana parte de algo parecido con el relato de Adán y Eva en el Génesis, ¿no?
Sí, eso es. Eva nace del cuerpo de Adán, al final es un sólo cuerpo aunque sean dos personas diferentes, lo que pasa es que luego se ha impuesto una visión patriarcal de la religión. Es algo que ocurre también en el sexo. Es lo que Lady Jaye y yo hemos vivido, e incluso ahora me siento conectada a ella más que nunca. El gran sacerdote supo que mi gemela había muerto y me dijo que necesitaba crear una muñeca de Lady Jaye para estar en contacto con su alma. Ahora siempre la llevo conmigo. En realidad, Adán y Eva eran gemelos, igual que Mawu y Lisa. Hazel estuvo investigando esto, en contacto con varios profesores de antropología, y lo fabuloso es que en Benin hay entre treinta y cuarenta parejas de gemelos por cada mil nacimientos, mientras que en el resto del mundo sólo son cuatro por mil. Es una diferencia demasiado grande como para pensar que es casualidad, y tampoco es que haya una causa genética que se pueda determinar de forma objetiva.

La canción que da título a este último disco de Psychic TV, “Snakes”, está directamente inspirada en lo que viviste allí, ¿no?
Oh, absolutamente. El padre de nuestro guía en Benin era uno de los grandes sacerdotes, y el último día antes de venir nos invitó a participar en un ritual. Uno de sus discípulos trajo un gran tarro con pitones muertas y camaleones flotando en un líquido. Todos fueron bebiendo, hasta que nos lo ofrecieron también a nosotros. Bueno, no es que tuviésemos otra opción. No nos preguntaron si queríamos beber, es que teníamos que hacerlo. El sacerdote nos dijo que no tuviésemos miedo. ¡Estaba horroroso! Pero no acababa ahí, porque luego esparcieron un polvo negro en el suelo, que tendríamos que lamer, y el mismo proceso después con un polvo blanco. Aquello terminó y no nos pasó nada extraño, pero sí al volver a Estados Unidos. Al día siguiente cuando desperté pensaba que seguía estando en África, aunque miraba por la ventana y estaba claro que era Nueva York. Tuve que estar sin salir durante tres días; era una sensación diferente, una especie de viaje psicodélico, pero no me sentía mal, sólo extraño, como fuera de sitio. Al resto del equipo le pasó algo parecido.

Siempre has dicho que el aprendizaje continuo es lo que da sentido a la vida y que es lo que te hace cambiar… ¿Qué has aprendido de todo esto?
Es una cultura, una manera de vivir muy diferente. Las preocupaciones de la gente, las necesidades en África son otras. Es como volver al principio, situarse en el origen. También es sobrevivir. Es una gran lección para la gente de Occidente. Todo lo que tienen se comparte; si uno tiene un pollo, es para toda la comunidad. Esa generosidad está por encima de todo y es algo que en nuestra sociedad hemos olvidado completamente. Su ciclo de vida es radicalmente distinto, nadie está solo. Aquí todo eso eso lo hemos sustituido por el materialismo, todo tiene un precio. Pero el amor tiene que estar por encima de todo, creo que esa es la única verdad.

“Snakes” tiene algunos momentos salvajes, otros melancólicos, más tristes… Pero sobre todo es muy psicodélico. ¿Tiene el vudú mucho de psicodelia?
Claro que sí. El vudú es psicodelia. Es salvaje. Es un viaje a algo que desconocemos, lo miramos con recelo porque es diferente, pero no he visto nada oscuro en ello. Todo lo contrario. El disco está muy influenciado por todo eso. Todo lo que vivimos allí nos dio una energía increíble. Grabamos el álbum en apenas dos días, sin ensayos ni discusiones. Llevaba unos cuantos poemas y algunas notas, todo fue muy rápido. Es como si estuviese dentro de nosotros y lo hubiésemos sacado para estas canciones.

Esto recuerda de alguna forma a la experiencia documental de Burroughs con la ayahuasca. ¿Sigue siendo una referencia para ti?
Desde luego, siempre lo será. William Burroughs fue un auténtico genio, hay muy pocos como él. El movimiento beatnik es fundamental, creo que nunca se ha valorado suficientemente todo lo que ha aportado. “Las cartas del yagé” es un libro mágico. La búsqueda siempre tiene que formar parte de nuestras vidas. Ya era así en los años 60 y 70, y no por diversión, sino que intentábamos ir más allá, aprender, conocer nuevos mundos, compartir todo eso. Es un camino que nunca termina.

Me resulta curioso que, con una carrera tan larga y tan cambiante, y sobre todo tan poco dada a la nostalgia, hace unos meses recuperases en directo, junto a Wolf Eyes, “Electric Newspaper”…
Es que de vez en cuando me pongo algunos de nuestros discos de hace tiempo y… me siguen gustando (risas). Suenan modernos todavía. Hay cosas fantásticas en esos trabajos. Escucho eso y luego también a Acid Mothers Temple (carcajadas), es de locos. Bueno, sobre “Electric Newspaper” no se trataba de recrear nada, sino de actualizarlo, ver cómo lo que hicimos entonces sigue vigente en estos tiempos. Además, ahora disponemos de las herramientas que entonces no teníamos, es una forma de decir que se puede hacer música de otra manera. Es difícil encontrar algo que sea verdaderamente estimulante. Internet ha hecho que todo sea rutinario, gente copiándose unos a otros, pero pocas cosas verdaderamente nuevas. Es lo mismo que pasa en los conciertos. ¿Para qué quieres que suene exactamente igual que el disco? No tiene sentido. Es algo que también implica a la gente que está alrededor, tiene que sentirse dentro. Por eso me gusta tocar en España, el público es fantástico. Recuerdo un concierto que hicimos en un festival en Madrid y también otro en Barcelona hace unos años, la gente creo que se lo pasó bien (risas). Esa energía es la que hace que todo funcione. Bailar, divertirse, amarnos unos a otros.

¿Hay algo de lo que te arrepientas?
Ummmm… Déjame que piense. Quizá de no haber sido más radical en algunos momentos…

¿Más radical?
Sí, pero no hablo de música. Estábamos hablando de la vida, ¿no? (risas) En cambio hay veces que me he enfadado demasiado por cosas que realmente no tenían demasiada importancia. Supongo que nos pasa a todos. Pero no me arrepiento de nada de lo que he hecho. No suelo mirar atrás. Hay veces que he pensado que tendría que haber dicho a Lady Jaye que fuese al médico a una revisión, aunque habría dicho que no, así que seguramente no habría servido para nada. En cualquier caso, ella sigue estando conmigo, estamos conectadas.

Una última pregunta. Después de experiencias como estas, ¿cuál es tu concepción de la muerte?
No pienso especialmente en eso. Para mí es simplemente una fase más. Fíjate, en Benin los sacerdotes del vudú son llamados ‘fantasmas’. Es un nombre fantástico. Actúan como nexo de unión entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Ese mundo espiritual es fundamental para ellos. Tienen una concepción de la muerte muy distinta a la de Occidente. No hay ninguna línea entre la vida y la muerte; obviamente, el cuerpo muere, pero eso no es bastante. Es sólo una parte de ti, de hecho la menos importante, es sólo una especie de traje. Lo que importa es el conocimiento, la parte espiritual; eso es algo que también aprendimos cuando pasamos una temporada con los monjes tibetanos. Eso es lo que permanece. La vida y la muerte no son más que un loop infinito, todo está conectado.

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