"El espíritu es el mismo que al principio"
Entrevistas / Blur

"El espíritu es el mismo que al principio"

Yeray S. Iborra — 05-05-2015
Fotografía — Linda Browniee

Tras cerca de doce años sin editar un disco de estudio, Damon Albarn y el resto de integrantes de Blur no solamente siguen vivos e hiperactivos, sino que además han vuelto con un álbum unitario, reconocible y con universo propio. “The Magic Whip” (Warner, 15), la gran ensalada: China, las metrópolis, guitarras-torbellino y… milagros

“Este disco es un milagro. Algo que jamás hubiese esperado por el momento en el que están los miembros de la banda. Tenemos mucho por lo que celebrar”. El primer sorprendido por la alineación de astros que ha supuesto “The Magic Whip” es el propio Damon Albarn, que ríe mientras me comenta lo azaroso del reencuentro doce años después de Blur tras “Think Tank” (03), dieciséis largos años después del último disco con la formación al completo tras la salida -algo ruidosa- de Graham Coxon. La gran pregunta entre los fervientes ‘hooligans’ de la banda británica nacida en 1989 que vivió la más aireada de las disputas de la liga pop del pasado siglo con Oasis -“Country House" vs. “Roll With It”- es: ¿Por qué ahora? A lo que Albarn, con tono burleta tan sólo señala: “‘Why not’?, ‘why-not’?, ¿y-por-qué-no?”, deletrea en un torpe castellano, aprendido a regañadientes en las clases que ha compartido con su hija Missy. Más allá de lo malpensada que puede llegar a ser la crítica por las continuas reuniones de bandas en horas bajas, Blur ya había dado motivos para el optimismo tras su pasada gira en 2009 -que tuvo parada en el Primavera Sound en una réplica en 2013- donde el de Whitechapel, el diente de oro ‘brit’, ya advirtió: “Esto está gastado, si tenemos que volver a juntarnos será con material nuevo”. El presagio no se ha hecho esperar demasiado. En ese mismo ‘tour’ y tras una inesperada cancelación en un festival japonés, los cuatro jinetes de Colchester decidieron marcharse cinco días a Hong Kong dónde anduvieron “‘jamming’, haciendo pruebas” y desengrasando la maquinaria compositiva. Allí fue donde se gestaron las bases de este “The Magic Whip”, un puzle en toda regla: del ‘brainstorming’ inicial, el material pasó por las manos -guitarras- de Graham Coxon, la producción de Stephen Street (The Smiths, Kaiser Chiefs) y, finalmente, las letras de Damon Albarn. Un periodo de cerca de año y medio mientras los componentes seguían con sus rutinas (Albarn andaba presentando su celebrado “Everyday Robots” en ese momento). “¿Cómo vivimos el reencuentro? El espíritu es el mismo que al principio, sin duda, y en la música eso es lo más importante. Como banda, en algunas cosas hemos mejorado, y en otras… [Largo silencio] hemos empeorado. El proceso del disco en sí, es verdad que parecía muy difícil, sobre todo el tema de las letras, pero luego fue rápido. Siempre invierto todo mi tiempo en el proyecto en el que estoy”.


“No es la única manera de hacer un disco, pero para un puñado de tíos como nosotros, sólo podía hacerse así”, sucumbe Damon ante la duda de si un proceso como el vivido es óptimo para un disco pop. Sea como sea, al parecer Damon y los suyos se han vuelto aplicados. Sobre todo él, que tras unos noventa de los que tal vez no recuerde la mayoría de episodios, ahora asegura mantener una rutina creativa casi de funcionario. No se explica sino la cantidad de material generado estos años. Y por increíble que parezca, las doce canciones del disco, rebosan unidad. “Me gusta que fluya con naturalidad, que para mí es lo más importante. Llega un punto en que podrías hacer un tipo de disco diferente cada día de la semana”, se excusa. “The Magic Whip” es un largo cargado de pop, que cumple con todos los estándares de Blur: sorpresas a la Bowie, psicodelia, una sábana de capas y, cómo no, presencia incontestable de guitarras-puro-brit-pop-marca-de-la-casa-Coxon-por-mucho-que-joda. “¡Las guitarras siempre tuvieron fuerza! Generalmente, Graham siempre fue un guitarrista… muy poderoso”. Tras los dos temas -“Go Out”, entre ellos, bien podría encajar en el “13” más desatado- que se presentaron en un restaurante oriental hace unas semanas, la ilusión se ha disparado. Albarn asegura que, pese a la conexión con su audiencia, el disco tiene material como para que los directos no sigan los mismos derroteros de nostalgia a “Parklife” -repetir una y otra vez los mismos ‘hits’- al que nos tienen acostumbrados. Pese a los tiros pegados, y en un alarde de sinceridad, se mantiene cauteloso respecto a valorar qué impacto tendrá el largo. “Por suerte hemos vuelto con algo dinámico, y de eso irá el concierto, de dinámicas. Pero no puedes predecir nada, no lo sé, eso es lo que hace la música tan emocionante… [Otro largo silencio] Uno jamás identifica qué es la mierda que hace de su trabajo algo exitoso o no”.

El tiempo anda nublado en Hong Kong y, pese a la humedad, no hace demasiado calor. La nube de niebla espesa se suma a la polución de la ciudad. El ambiente es asfixiante: masificación en los metros, masificación en las calles y… masificación en la cabeza de Damon Albarn. El monzón subtropical se deja notar con rachas bien lluviosas, pero eso no impedirá que miles de estudiantes chinos salgan a la calle en protesta por la reforma electoral del Congreso Nacional del Pueblo (la llamada “Revolución de los paraguas”), ni tampoco que Albarn tome notas sobre ello. “Me excita visitar nuevos lugares de forma enfermiza y para mí el viaje a China hace un par de años no fue un viaje más. Hong Kong representa la idea democrática de la China futura. El disco habla de fantasmas y recuerdos de la vuelta a Hong Hong dos años después del primer viaje: yendo en el metro, en el estudio… ‘The Magic Whip’ es algo ‘trippy’ [inducir el efecto alucinógeno producido por drogas psicodélicas]. Cuando visité Corea del Norte igual. Fue realmente sobrecogedor. Mira, viajo mucho y reconozco que hay algo que me obsesiona de las metrópolis, pese a vivir en una de ellas”. La atmosfera de opresión, el control. Hong Kong y Pionyang. El gran gigante asiático y su política, todo plasmado en este “The Magic Whip”. “El título viene tal cual de la imagen de un látigo, pero mágico. También es una especie de alegoría. El disco lucha contra la idea de que estamos controlados totalmente. Una cosa que sientes con mucha intensidad cuando estás en China. Hay fuerzas decidiendo en nuestro día a día, invisibles pero muy poderosas”. Como ya se ha constatado hasta aquí, el nuevo largo de Blur es el más declaradamente político de la banda. Aún así, esto es algo que no debería sorprender, pues ya retrataron con fiereza -ácidos, satíricos y condescendientes- a toda una generación británica desencantada y atenta a las tesis de Fukuyama con la tríada “Modern Life Is Rubbish”, “Parklife” y “The Great Escape”. Y qué decir, en el caso de Albarn, del manifiesto-holograma-banda que fue Gorillaz: anti-rostros, anti-fama, y… súper-ventas igualmente, pero eso ya es otra discusión. Albarn, que asegura no interesarle la moralina barata, prefiere hacer pensar que dar lecciones, y cuando se le pregunta por la relación entre política y pop, aclara: “Me parece bueno cuando pasa, pero no tiene por qué pasar, pero si puedes haces música popular que además tenga un mensaje, es mejor que lanzar tres minutos por la borda…”. Me habla de “Wild Tales” (Damián Szifron, 2014), producción argentina sobre la venganza, como ejemplo de trabajo “evocativo”. Jamás antes los cuentos chinos de Blur tocaron tan descaradamente suelo.

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