"Cobain deseaba lo que todos los punk rockers: rebelarse, criticar, molestar"
Entrevistas / Servando Rocha

"Cobain deseaba lo que todos los punk rockers: rebelarse, criticar, molestar"

Luis Argeo — 05-04-2014
Fotografía — Archivo

Entrevista al hilo de “Nada es verdad, todo está permitido (El día que Kurt Cobain conoció a William Burroughs)”.

Con técnicas narrativas propias de la inspiración delirante de un sacerdote yonki; con la pasión fervorosa de un fan de los outsiders; con vastos conocimientos de pasajes históricos poco aireados, leyendas y concomitancias; con una una sustanciosa banda sonora que envuelve las jugosas raíces del blues con las variaciones de Joy Division, Neil Young o The Stooges, el escritor Servando Rocha escribe todo un ensayo-post-quimérico apoyándose en una contraseña mágica (la que da título al libro) y en cuatro fotografías que salieron a la luz en 2012, en las que aparece Kurt Cobain visitando a su héroe, el escritor William Burroughs, en su casa de Kansas. Todo un libro, quizá el mejor, el único escrito en español que funde a dos hombres de su tiempo con la eternidad. Servando Rocha responde para Mondosonoro preguntas sobre su libro, “Nada es verdad, todo está permitido (El día que Kurt Cobain conoció a William Burroughs)”. Editorial Alpha Decay

Se cumplen 20 años de la muerte de Cobain… ¿Recuerdas cómo te enteraste de la noticia, qué hacías aquel 5 de abril de 1994?

La verdad es que tengo un vago recuerdo de aquello. Cuando eres adolescente, determinados sucesos, aparentemente poco trascendentales, quedan marcados a fuego en tu mente. Otros, en cambio, se diluyen. La muerte de Cobain me impactó porque hizo que me preguntase acerca de cuestiones que tenían que ver con la felicidad, la insatisfacción o lo que se supone que debe ser una estrella de rock. Fue extraño, muy extraño, pero al mismo tiempo parecía que el dictado de los tiempos exigía aquel sacrificio griego, culminar la tragedia casi shakesperiana que fue su vida. Por otra parte, desde la fecha en que se publicó "Nevermind" (septiembre de 1991) al suicidio de Cobain (abril de 1994), yo había cambiado mucho. Me había mudado de ciudad, un grupo de nazis me había dado una brutal paliza que me metió de lleno en un activismo más "duro" y era más ortodoxo con respecto a los artistas y su supuesto papel de portavoces generacionales. Luego, al crecer, todo eso fue cambiando y ¡adquirí más sentido del humor! lo cual fue algo absolutamente liberador. ¡Ah! y redescubrí a Little Richard, Bo Didley y el viejo rock and roll.

¿Cuándo empezaste a escribir este libro, y por qué?

Mi libro es mi particular respuesta a una sospecha acerca de cómo funciona la historia y la misma narración de la historia. Como escritor siempre aspiro a que los muertos del pasado se paseen por el presente de los vivos. Es una frase que siempre repito y que, en los últimos tiempos, ha dictado cada cosa que he hecho. No es nada consciente, en el sentido de que cuando me pongo a escribir tenga esa idea en el horizonte, sino que creo que ya forma parte de mí, como un resorte que se activa automáticamente. Creo que existe una responsabilidad a la hora de narrar. Nada es importante y, al mismo tiempo, todo tiene una enorme importancia. Es una idea quizás vaga y confusa, pero a mí me sirve. Creo que esa es la gran dificultad a la hora de contar historias, narraciones, describir como es nuestro mundo. Nos encontramos con una historia mutilada, cómplice, fácil. Los enigmas se resuelve en las estanterías de la Fnac o en Wikipedia. Las aventuras terminan en la agencia de viajes. "Nada es verdad, todo está permitido" pone a hablar a Burroughs y Cobain, pero ellos son el pretexto para objetivos mayores. Estaban, por supuesto, Burroughs & Cobain. Estaba presente Hassan i Sabbah, el oscuro líder de la antigua y mítica secta terrorista de Los Asesinos.
Sobre el momento exacto en que comencé a escribir este libro, creo que debió ser a finales del 2012, cuando descubrí las cuatro fotografías. Al hacerlo, sentí que aquello poseía una capacidad de iluminación. Claro que esto es una sensación completamente personal y subjetiva, no transferible a otra persona, pero lo cierto es que me pareció que la historia, en ese caso, ya me estaba hablando, atravesando el papel, deseando que la contase. Además, afrontaba algo que nunca he hecho, como es el escribir, entre otras cosas, sobre una estrella de rock, aunque como los lectores habrán ya comprobado Cobain fue casi un pretexto para otras cosas. Lo que hice fue invitar a un par de colegas y, de paso, decirles que se viniesen con toda la tropa. Y así pasó.
Alpha Decay, desde un comienzo, creyó en el libro y me dio completa libertad y fe. Confiaban plenamente en que escribiría algo muy bueno, lo cual es una presión que nunca había tenido, casi como si tuviera que pasar un examen. Fue un reto. ¡Imagínate! escribir cuatrocientas páginas a partir de cuatro fotografías. Pero valió la pena, sin duda.

¿Qué significan para ti Cobain y Burroughs, por separado, dentro de este cóctel de cultura perdurable y consumismo que nos vienen ofertando en este siglo XXI?

Burroughs fue el último cowboy, una figura mítica y poliédrica. Es absolutamente fascinante e inagotable. Acercarse a su obra es una experiencia única, ya que descubres muchas más lecturas y, por supuesto, no es lo mismo afrontar la lectura de una de sus novelas siendo adolescente que ahora, con la cuarentena a la vuelta de la esquina. Por tanto, su obra es un regalo, un artefacto. Y luego están sus maravillosas entrevistas y su, al menos en España, muy desconocida prosa lineal, es decir, sin cut ups, que se disemina en un gran número de pequeñas obras, colaboraciones, etc., aún sin publicar en España. Cuando descubrí la increíble fascinación que Cobain sentía por él y el hecho de que él mismo se considerase un alter ego suyo en pleno siglo veinte, me pareció fantástico.
Con Burroughs sucede una cosa curiosa: cuando te acercas a su obra tiendes a considerar que todas sus obsesiones (invasores, conspiraciones, magia...) son metáforas que él utiliza para explicar otras tantas cosas y puede que esto sea así con respecto al poder, que él definió como un "virus", pero hay que tener en cuenta que él advirtió que debía tomársele muy en serio. Burroughs creía en todo eso.
Cobain es una figura que ilustra a lo mejor del fan, a una persona a punto de dar el salto mortal: soñaba con ser famoso, pero antes de 1991 nadie podía sospechar que haciendo aquella música y siendo como era pudiera llegar a millones de personas, a liderar la última banda de rock and roll. Tras él nada volvería a ser igual, o quizás es que él representó el último episodio de algo que tenía que ver con el lenguaje sobre el que se expresa el rock y su relación con la industria y el entretenimiento, así como la relación del rock y la rebelión, o viceversa. No hay relación alguna entre Hassan i Sabbah y Cobain, pero la suma de personajes me parecía suficientemente potente y me seducía la idea de ponerlos a hablar.


¿Crees, como Cobain creía, que la gran mayoría de seguidores nunca entendió a Nirvana?
Cobain no encabezó ninguna rebelión, a lo sumo deseó lo que suelen desear todos los punk rockers: rebelarse contra sus figuras de autoridad, criticar, molestar. Cuando se le preguntó qué era lo que significaba el video clip de "Smells Like Teen Spirit", respondió de una forma sincera: se trataba de mostrar qué sucedería en una asamblea de estudiantes cuando sale mal. Lo que vino a decir, todo el mundo lo sabe: los disturbios son divertidos, pero su mensaje era nihilista y parcial. Creo que fue un artista brillante, pero no un heraldo de nada, ni un portavoz de ninguna generación. Siempre tratamos de repensar las grandes figuras de la cultura popular como excepcionales, pero él fue un chico muy normal, con un gran talento para componer himnos pop y una gran sensibilidad, pero por supuesto ningún mesías. Para mí, esto lo convertía en una figura interesante. La fantasía todo lo sublima, pero la realidad siempre es más real, y por lo tanto más bella aún.

¿Y a Burroughs, se le ha entendido literalmente, como él quería? ¿Se ha entendido la revolución del lenguaje, de la cultura, del rock, ese espejo de feria distorsionado que ambos emplearon?

A Burroughs se le entiende, generalmente, de una forma muy pobre. De todos modos, con respecto a entender o no una obra de arte es un tema imposible de resolver y es sano que así sea, porque la obra de arte deja de pertenecer a su autor desde que esta la expresa. Lo que cada cual haga con ella, no debería ser asunto del artista. Esto es algo fundamental, que convierte a la experiencia artística (una película, un disco, un cuadro) en una posibilidad de algo. Creo que en parte es un mecanismo de autodefensa por parte de sus lectores, ya que su universo podría ser excesivo. Tomar al pie de la letra a Burroughs adquiere el rango de una experiencia nueva, pero es necesario hacerlo, o intentarlo.

¿Alguna vez has pronunciado la contraseña que da título al libro antes de entrar en sueños? ¿Has resuelto el misterio?

Sí, lo he hecho, he pronunciado esa frase de «Nada es verdad, todo está permitido» que Burroughs aseguró que era una contraseña para conocer la respuesta a cualquier pregunta. Afirmó que cualquier persona sólo necesita repetir esas palabras cuando se duerme y la respuesta llegará en un sueño. Lo hice y ¿sabes qué? No sucedió nada. Al final de mi libro confieso que pretendí resolver un misterio, algo así como "¿Quiénes eran realmente Burroughs y Cobain?", pero que al hacerlo me topé con un muro. En ambos casos, cuanto más te adentras en sus historias, el misterio crece. Está bien que sea así. En una época obsesionada con las soluciones, las respuestas inmediatas, el escaso sentido de búsqueda, cortejo y espera, todo eso hace que el hecho de la falta (aparente) de recompensa sea algo muy positivo.

Te has apoyado en técnicas de escritura del propio Burroughs, sus interzonas para entrar y salir en la jungla de letras, citas, pasajes, figuras... También el lenguaje narrativo que se apoya en el cine y su poder descriptivo te ayuda a internarte en zonas surrealistas. ¿Cómo se combinan estas técnicas a la hora de pensar en un ensayo documental de Burroughs y Cobain, sin caer en el lado fan? ¿O hay que ser un fan disciplinado de ambos para ello?

Es que yo soy un fan. Me explico: soy un fan de bandas de rock, escritores, ciertos cineastas, filósofos, revolucionarios. Creo que me siento feliz de serlo, un fan alocado, un tipo apasionado e incluso obsesivo. Sin eso, creo que no podría escribir lo que escribo y hacer lo que hago. La interzona de Burroughs es para mí un método literario, como una especie de mapa mental que elaboro y sobre el que situó túneles, pasadizos y conexiones. Antes de escribir, suelo utilizar libretas que lleno de esquemas, nombres y flechas. Todo eso me ayuda a la hora de construir un relato o de saber cuál es el plan. Y, si no hay plan, al menos saberlo. Eso ya es algo: es un (casi) plan (jajajaja).

Cierta sombra esotérica, enigmática, sobrevuela sobre todo su contenido y convierte al libro en un espacio propicio para la especulación libre de racionalidad. La magnífica descripción de algunos pasajes (encuentros, fragmentos de vida en Seattle, en Nueva York, en Londres o Tánger) abren la
puerta al territorio de la imaginación. Así pues, ahí van dos baterías de preguntas que trascienden el contenido de tu obra. ¿Qué habría pasado si hubieras sido tú quien disparara la cámara de fotos durante aquel encuentro en Lawrence, Kansas? ¿Te imaginas allí con ellos, matando arañas en el acumulador de orgón? ¿Cómo habría transcurrido aquel encuentro?
En realidad, casi casi parece que estuviste.

Habría permanecido en absoluto silencio, deseando retener todo y fijándome en pequeños detalles. Seguro que pondría toda mi atención en el aspecto de la casa de Burroughs, los cuadros de su colega Gysin colgados en las paredes, qué libros tenía, los objetos que andaban por allí. Sus ojos, los ojos, sin duda me fijaría en ellos. Sobre Cobain, miraría sus manos. Me intrigan sus manos, y los ojos, otra vez los ojos. Si hubiéramos charlado de algo, seguro que Cobain y yo tendríamos muchas cosas en común. Burroughs era una bomba en potencia, impredecible. Impondría mucho, en cualquier caso.

¿Y si Leadbelly hubiera tenido ocasión de conocer a Cobain en persona, quizá en aquel concierto acústico para la MTV? ¿Qué habría pensado del muchacho, de su versión del “Black Girl”?

Los ojos de Leadbelly (bellísimos y profundos) denotan que aquel hombre era una gran persona. Creo que posiblemente habría sido muy halagador y que, solamente a altas horas de la noche, habría accedido a tocar algo. Leadbelly estaría ahí, viéndolo todo, sorprendido de que la gente de finales del siglo veinte se acordase de él. Pero no entendería muchas cosas relacionadas con la cultura. Afirmaría que a casi toda la música actual le falta alma, y eso no se consigue con dinero y fama.

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