Carretera y mantra
Entrevistas / Death In Vegas

Carretera y mantra

Miqui Otero — 21-01-2005
Fotografía — Archivo

No despegues las manos del volante. Detente para refrescar tu cara y estirar las piernas, pero en esta highway to hell es importante escuchar el nuevo disco de Death In Vegas: “Satan´s Circus” (Drone/Pias). Después su anterior collage posmoderno, a veces inspirado y un pelín megalómano, llega un disco así como conceptual. ¿Que ya lo han hecho otros? Schhh... ¡Es un homenaje, tontainas!

“Es como… Bueno, no sé si en España tenéis autopistas…”, reflexiona Richard Fearless al otro lado del teléfono. Hombre, pues… “Pues es como esas enormes autopistas, que son algo desolado, casi desierto, pero también muy bonito. Y el disco sería como una road movie en ese entorno”, concluye. Bueno, parece que el cincuenta por ciento –yo diría que el noventa- de Death in Vegas es de aquellos que piensan que África, donde por cierto nació, acaba en los Pirineos. No sacaré mi más que flácida vena nacionalista para decirle que sí tenemos autopistas. De hecho, hay quien hace apaños caseros con celo en sus antenas para poder ver la MTV y busca trapos –y otras cosas- en el rastro para ponerse a la última. Pero centrémonos en la sorpresa que encierra el absoluto estupor provocado por su reflexión. ¿Me estás hablando de un disco conceptual sobre una autopista? ¿Es una casualidad que la segunda canción del álbum empiece como “Autobahn”, de Kraftwerk? “Es una especie de homenaje, ¿sabes? Estoy contento porque puede ser un disco para ir en tu coche pensando en tus cosas. Pero mientras en algunos momentos es más pop, en otros puede ser como un mantra o como una droga. Incluso se puede remezclar y pinchar”, desglosa.

"Es muy difícil hacer un disco de electrónica que se mantenga vigente más de dos años"

“Sí, sí, ya no hay voces y es muy krautrock. Es muy difícil hacer un disco de electrónica que se mantenga vigente más de dos años. Queríamos esa longevidad en un disco bonito, pero es que además estábamos hartos de centrarnos en quién cantaba aquí o allí. Hemos querido hacer un disco más personal, que fuera muy Death In Vegas”, añade. Ahora entiendo, es el disco más personal, aunque partáis de unos referentes confesos y claros. No es como dos personas descubriendo el teléfono a la vez –siempre pensé que hubiera sido divertido que se llamaran entre ellos para insultarse-, ni como un grupo quinceañero de Madrid esbozando los acordes de “La chica de ayer”, ni como un tipo, rollo Borges, dedicando toda su puta vida a escribir el “Ulises” sin saber que ya estaba escrito y empezando, satisfecho, con aquello de: “Solemne, el gordo Buck Mulligan avanzó desde la salida de la escalera, llevando un cuenco de espuma de jabón, y encima, cruzados, un espejo y una navaja”. No, es más bien filosofía Michael J. Fox en “Regreso al futuro”: ¿volver al pasado para llegar al futuro? ¿no es lo que están haciendo muchas bandas que han devuelto el baile a los conciertos? “Bueno, ¿sabes?, esas bandas que dices son muy nuevas. Nosotros llevamos tantos años haciéndolo… Además, qué te voy a contar: A Certain Ratio, Cabaret Voltaire… No me siento delante de los nuevos porque ya había quien hacía esas combinaciones muy bien antes”. Lo que sí que tenéis en común es una cultura musical que no se limita a ceros y unos, como se demuestra en las sesiones de James Murphy –¡The Sonics!- mezclando “Tomorrow Never Knows” con Arthur Russell. “Creo que es importante haber estado en la electrónica desde el principio, pero no sólo en ella. Hay que abrir las miras. Yo no diferencio una guitarra de un sampler. Ya no veo esa distinción”. Pero sí que se ve en su trabajo, donde había versiones de Gene Clark en la voz de Paul Weller o violines de un gran instrumentista de la India –colaborador de George Harrison, Ravi Shankar y Herbie Hancock- ahora hay una propuesta más robótica. “Sí, pero sigo mirando a otro pasado. Escuchando los discos del Detroit de Carl Craig, además de Kraftwerk, Neu! o incluso Steve Reich. En directo será igual de intenso, pero con menos banda y más dance que en la anterior gira”. De hecho, le decepcionó cómo se percibió el anterior. “Había canciones muy bonitas, en un corte metimos veintipico violines… y al final la gente sólo me preguntaba por el tema que cantaba Liam Gallagher”. Por cierto, ¿qué tal la grabación de ese disco con Oasis? “Había ilusión y fue muy interesante, pero al final salió mal. Había demasiada presión de la discográfica. Nosotros cada vez más buscaremos más independencia en nuestro propio sello”. A su modo, siguen siendo una banda collage. Si en el anterior el título ya apuntaba a ese collage en referencia a un corto del cineasta experimental y pop Kenneth Anger, ahora tiran del imago mundi de otros. Lo hacen bien, como siempre, pero no rasques más.

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