Candolia
Discos / Walnut

Candolia

8 / 10
Kepa Arbizu — 11-10-2017
Empresa — Autoeditado
Género — Alt-Country / Americana

La música cuenta con la envidiable capacidad de minimizar, y hasta obviar del todo, cualquier tipo de condicionamiento previo, entre ellos, por supuesto, los relativos a la geografía y temporalidad. Gracias a ello es posible toparnos con Walnut, una joven banda bilbaína que sin embargo nos remite a una condición sonora que nos sitúa en la época dorada de la raíces del sonido americano. El cuarteto vizcaíno presenta ahora su disco debut, resultado de un trayecto en el que incluso habría que incluir a su pretérita formación The Basement Tapes. Un recorrido interrumpido y sin la fluidez que probablemente a todos les hubiera gustado pero que desde luego no deja ninguna rémora en un repertorio sorprendente por el acabado tan perfecto logrado.

“Candolia”, título del trabajo, hace referencia, con una mínima alteración léxica para aplicarle su cuota simbólica, a la zona donde se ubica el hogareño estudio donde se han registrado estas canciones, concretamente situado en la localidad cántabra de Vega de Pas. Al margen de poder ser entendido como un recurso para superar el escollo que siempre suele significar nombrar un álbum, su explicación adquiere una plena lógica cuando uno se va adentrando en su ambiente musical, y no el referido exclusivamente a los géneros y/o estilos de los que se nutre, sino al aura que acompaña a los temas. La calidez, cercanía, emoción y ese carácter casero que emana de los ocho “relatos” seleccionados se convierte en un aspecto tan primordial que necesitaba con todo merecimiento ser remarcado, también por una portada igualmente confraternal y bucólica.

Todo lo que son palabras a la hora de intentar reflejar el contenido que tenemos entre manos queda plasmado con rotundidad empírica en el mismo instante en que procedemos a escuchar el corte inaugural, “Nobody Is Singing in the Northern Bars”. En él, de manera premeditada o no, observamos lo que se manifiesta como una presentación paulatina de los elementos que ejercerán como protagonistas, asistiendo a la puesta en escena de cada uno bajo un aspecto natural y orgánico. El golpeo del bombo, el sugerente zumbido de los teclados, la guitarra sutil pero penetrantemente eléctrica y la voz de Bosco, que con ese deje rasgado y su labor entre los tambores es impensable no relacionarla con Levon Helm, trasladan el crujir característico de los ritmos sureños emanados por Allman Brothers, Little Feat o Leon Russell, referentes omnipresentes a lo largo de todo el minutaje. No estamos ante un disco que vaya a sufrir alteraciones básicas -que sí jugosas fluctuaciones- en el concepto expresado, y si “Mr Henry” comparte directrices -con un matiz más potente- con la mencionada obertura, “All the Pretty Horses” bascula hacia un mayor repunte soul, que sumado al constante latido rock enlaza con The Band, y “The Best Twenty One Dollars Ever Paid” se apoya en el aspecto más folk-blues, y pese hacerla discurrir por un terreno más agreste no abandona las constantes de elegancia y calidez.

El continuo y exquisito entendimiento en cuanto a la repercusión alcanzada por el papel de cada instrumento no impide señalar ciertos momentos en los que alguno de ellos adquiere una mayor presencia o significación. Por ejemplo en “Uncle Ray (Some Brief Tale)” vemos que su caminar jovial lo delimita el tañer del piano, aunque siga siendo acompañado por una insinuante expresión eléctrica, un factor que sobresaldrá de manera más visible en el tramo medio del álbum. Dos composiciones serán las que destaquen en ese terreno, y por extensión las que desprendan mayor influjo de un nombre como el de Randy Newman: “Home Again”, a través de un medio tiempo épicamente melancólico, y “Lonesome Wooden Highway”, una recreación más activa con ciertas cadencias por momentos en consonancia con los Beatles.

“Candolia”, si además le sumamos la siempre difícil tarea de actuar como debut, se presenta como un trabajo sobresaliente en el que esa adecuación al sonido de raíces en su vertiente sureña se realiza bajo unas maneras elegantes y que laten acogedoras, lo que no les exime de imponerse con rotundidad. Canciones en definitiva que, escuchadas o no en ese contexto, evocan al sosiego alcanzado frente a la lumbre mientras nos invade una nostalgia de esas que depositan una sonrisa en nuestro gesto.

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