Hace medio año todos los miembros de Viola Beach murieron en un accidente de tráfico. Justo en ese momento Kris Leonard (guitarra y voces), River Reeeves (guitarra), Tomas Lowe (bajista), Jack Dakin (batería) y el manager Carry Traig planeaban el lanzamiento del disco homónimo de debut. Pese a la tragedia, su plan se efectuó de la mano de sello Fuller Beans, y el éxito del lanzamiento se hizo más que explícito en las sesenta mil copias del disco vendidas o en la interpretación de “Boys That Sing” por parte de Coldplay en Glastonbury.
Así las cosas, enfrentarse a un disco-debut-póstumo como el de Viola Beach plantea una serie de cuestiones obligatorias. ¿Hasta qué punto los elogios son merecidos y no una consecuencia de la tragedia? ¿Hasta qué punto es la leyenda la que hace al artista y no al contrario? ¿Ha sido justa la crítica? Sin duda los ingleses demuestran que tienen maneras. En canciones como “Swings And Waterslides” podemos encontrarnos a un grupo que navega entre The Wave Pictures y The Kooks. Sin embargo les falta contundencia y sobra melosidad, no solo en las letras cargadas de emociones adolescentes como “Call You Up” o “Cherry Vitmo”, sino también en los ritmos intercambiables de la guitarra de Reeves. Se trata de un álbum rápido, de estribillos bailables y optimista, podría ser una base germinal de grandes éxitos de pop inglés, sin que nada nos condujese a pensar lo contrario. Lo que ocurre es que, aunque a nivel particular no hay nada que echemos en falta, da la sensación de que la música de Viola Beach se queda a medio camino y que el disco no funcione tan bien como nos han contado en los medios británicos.
En definitiva, “Viola Beach” es un disco indie que, con todo, no llega a cristalizar. De hecho no será hasta el directo grabado de la BBC “Get To Dance”, donde por fin se desgarre la voz de Kris Leonard a y el disco se aleje de lo previsible para acercarse a un sonido mucho más personal y definido.
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