Es de bien nacido el ser agradecido, y Alondra lo es, con su educación y sus costumbres, o pugna por volver a la arcadia de su niñez, aunque tal vez sea que ha nacido en la época equivocada, tal como le recuerda alguno de sus alumnos. De modo que, ahora que ya le ha pillado el tranquillo al envase expresivo que es un álbum, las ideas se muestran tan cohesionadas, que es posible pensar en la autora bromeando sobre el hecho de que le ha salido un disco conceptual. “The Garden Room” sin embargo, no remite sólo a paisajes bucólicos. Hay confesiones dolorosas, recuerdos desgarrados y de meteduras de pata bien adultas, igual que hay folk, pero también jazz, electricidad, pop y country & western. Musicalmente, es un disco mucho más variado que su debut, pero entre la experiencia de investigadora Alondra y la batuta sabia de Josh Rouse, la riqueza expresiva ha resultado una herramienta más para que las diez canciones se peguen unas a otras mientras que ella canta relajada, como hace cuando se siente bien sobre un escenario, como si esta delicia no le hubiera costado trabajo a ninguno de los implicados.
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