Sun
Discos / Cat Power

Sun

8 / 10
Luis J. Menéndez — 20-08-2012
Empresa — Matador / Popstock!
Género — Pop

Tengo una teoría sobre el origen del éxito de Cat Power que curiosamente (o no) la coloca en las antípodas de la mayor parte de superventas y que concretaré en una sola palabra: credibilidad. Mientras que el pop es las más de las veces un vehículo para la fantasía y el culto a personajes que rayan en la divinidad, seguimos poniendo la mano en el fuego por Chan por muchos devaneos cinematográficos y coqueteos con el prêt-à-porter que se haya permitido en los últimos tiempos. Consecuencia de ello es que en casi veinte años de carrera no hemos necesitado que nos entregara una sola obra maestra, porque en la imperfección radica buena parte del encanto del personaje y, sobre todo, de sus discos. Es más, sus incursiones en el soul, los precedentes "The Greatest"“Jukebox”, siendo cancioneros de factura impecable resultaban también los menos emocionantes, los más desalmados de toda su carrera. Irónico ¿verdad?

Posiblemente sepas ya que un hombre ha vuelto a romperle el corazón a nuestra Chan y que, habiendo superado su alcoholismo, la borrasca emocional amenaza seriamente esa estabilidad que le alejó de la música en el último lustro (asegura no haber tocado una guitarra o un piano en ese tiempo). Algo de eso habrá en “Sun”, sin duda, aunque el principal valor del disco apunta en otra dirección: la reafirmación, la necesidad de demostrarse a sí misma que no es necesaria la participación de un Steve Shelley, un Mick Turner o algunos de los mejores músicos de Memphis para completar su nueva colección de canciones. En consecuencia “Sun” es un trabajo contenido, doméstico, en el que destaca el uso de cajas de ritmos y algunos sintes -algo habrá tenido que ver el repaso final por el Cassius Philippe Zdar-. Un regreso a los orígenes profundamente humano y como tal otra vez imperfecto, que sin embargo no se mira en el espejo de ninguna de sus anteriores referencias. Alejado de aquellos momentos sublimes de rompe y rasga en que interpretar una canción se convertía en un ejercicio de supervivencia, su noveno largo, el que le da la bienvenida a los cuarenta, es también ese ejercicio de madurez bien entendida que apunta a disco-llave cara a un futuro, el suyo, de posibilidades infinitas.

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