Corre el minuto 2’21’’ de esa delicada y deliciosa “Samba Vexillographica” y se escucha un sonoro “coño, la cagué”. Ese es Devendra Banhart, un artista tan peculiar, impredecible y ácrata como inteligente y profundo conocedor de la herencia musical que atesora.
Un bagaje el suyo que bebe de un buen número de fuentes: bandas que ejemplificaron los años hippies con base en San Francisco como Moby Grape, Jefferson Airplane o Grateful Dead; el folk de la otra costa (de Joan Baez a Paul Simon, pasando por el sacrosanto Dylan); bandas británicas como Moody Blues, The Beatles o T-Rex, pero también de toda la tradición latinoamericana de Joâo Gilberto, Caetano Veloso o Atahualpa Yupanqui. Y el genio de Devendra Banhart consiste precisamente en saber combinar toda esa tradición con tanta habilidad y pericia como por ejemplo Ry Cooder, imprimiéndole además ese sello tan particular que le otorga una voz tan dulce como hipnotizante a la que hay que añadir ese clásico finger picking de su acústica y los grandes músicos que le acompañan. Y si ya su anterior “Cripple Crow” era todo un alarde de collage estilístico, su nuevo trabajo no hace más que ahondar en ese camino, ampliando aún más la paleta de estilos, pero sin descuidar en ningún momento esas melodías que parecen salir del inconsciente colectivo de ese universo místico que como buen hippie le rodea. Por eso puedes encontrar esa preciosa balada soul con coros gospel que es “Saved”, el ritmo dub del espiritual “The Other Woman”, el funky festivo de “Lover”, la psicodelia folk-rock a lo Traffic de ese anti-single de más de ocho minutos que es “Seahorse”, la bossa más delicada de “Rosa” y, en definitiva, canciones enormes de una delicadeza y belleza tal que sitúan a su autor entre lo más sólido, interesante y capaz de los cantautores de la escena actual. Un portento vamos.
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