Para no ver el final
Discos / M-Clan

Para no ver el final

6 / 10
Don Disturbios — 04-10-2010
Empresa — Dro
Género — Rock

Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez aparecen solos en la portada de su nuevo disco, constatando lo que todo el mundo sabía desde que Santiago Campillo abandonara la formación al empezar la presente década, que ellos dos son M-Clan y el resto pura comparsa. Todos son y han sido prescindibles menos Carlos Raya que, aunque ha sido clave en la deriva que ha cogido el grupo estos últimos años, prefiere ser ese guitarrista y productor nómada que va saltando de grupo en grupo acumulando prestigio, dinero y éxito. Sin embargo, costaría mucho entender un disco de los murcianos sin su labor a las seis cuerdas y, posiblemente, sea con M-Clan con quién más disfrute, pues es con ellos con los que más y mejor puede dejarse llevar. Un explayarse que ha tenido su momento cumbre con este “Para no ver el final”, en el que ha perpetuado unos solos de esos que, no por clásicos, tienen menos mérito.

Pero lo mismo sucede con este nuevo disco de la banda, no tiene la clarividencia compositiva del anterior el insuperable “Memorias de un espantapájaros", y se nota la deriva hacia el soul musculoso,  incluso hasta demasiado. Y digo esto porque las canciones más que matizadas, son un repaso bastante a renglón seguido de cómo debe sonar una banda que quiera mostrase más madura, más hecha, pero no por ello más inspirada. Claro que destellos no faltan y en el apartado del haber, deberían apuntar esa inicial “Calle sin luz” que suena a declaración de principios orgullosa y sólida; o el soul-rock dulzón y deslumbrante de “Para no ver el final” donde el timbre vocal de Carlos Tarque se encuentra, al igual que el de Rod Steward o Chris Robinson, muy cómodo. “Basta de blues” es otro acierto, encaja y engancha por igual, pero el estribillo de “Me voy a dejar llevar” recuerda a algo ya antes utilizado,  y “Desesperación por dentro” te remite a “Emigrante”, pero con una letra menos efectiva y tensa.

El resto del disco transcurre de forma tan correcta que a duras penas provoca esas sacudidas internas que si lograban con el anterior. Sin embargo, la mejor noticia es que parece que la banda ha encontrado un camino compositivo y estilístico en el que sentirse cómodos, y que sus directos se van a nutrir de tres o cuatro canciones que no van a desmerecer al resto de la zaga. Están en un estado de madurez creativa que podría haber sido más envidiable, pero que ya es más de lo que pueden decir muchas otras bandas. Lástima que a este nuevo trabajo le falle la ausencia de riesgo por intentar dar un nuevo salto mortal, y además esté demasiado enclavado en el clasicismo de un sonido que bordan, pero que también podrían pervertir y no lo hacen. Eso seguirá siendo lo único que se les puede echar en cara. Aunque ellos opinen que hacen lo que saben hacer bien, y además lo hacen más bien para contentarse el uno al otro. Vaya que dos no se pelean si uno no quiere.

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