Next Year In Zion

No me malinterpretéis, el que un disco sea decepcionante no tiene que significar necesariamente que éste sea malo. A veces sí, pero no es el caso. “Next Year In Zion” continúa esa racha de excelencia en la que están metidos Herman Dune desde “Más cambios”, quizá antes. ¿por qué, entonces, la decepción? Hasta ahora la costumbre era que cada disco de Herman Dune era mejor que el anterior. Lo que apuntaba uno lo hacían explotar en el siguiente.

Siempre hacia delante. Ahí está la cosa: “Next Year In Zion” se parece demasiado a un “Giant” sin la alegría del redescubrimiento de si mismos que suponía cada nuevo paso. Además las canciones, aun siendo buenas, no lo son tanto. Pero las expectativas de cada uno son cosa suya, y tampoco sería justo juzgar como malo un buen disco sólo porque lo esperábamos mejor. Aquí están la mayor parte de cosas que hicieron de “Giant” el grandísimo disco que es: los vientos de The John Natchez Bourbon Horn Players, las voces angelicales de las Babyskins, las percusiones sencillas y juguetonas de Neman, el soul, las citas a favoritos por activa (Ray Charles sonando en la radio en la perfección de pasar un sábado perfecto en “Saturday”) y por pasiva (el principio de “My Best Kiss” parece como si Phil Spector hubiera grabado el “Stand By Me” de Ben E. King), pero tiene el mismo problema que el primer disco de André como Stanley Brinks: al ex-Herman Dune le ha salido algo demasiado arisco para ser un álbum de calypso, mientras que a David-Ivar, el primer disco de Herman Dune sin su hermano, le ha salido un poco inocentón y plano. Echamos en falta al uno en el otro. Eso sí, cada canción aislada entraría en el mejor de los discos posibles sobre el amor alegre. Y eso es mucho.