Divers
Discos / Joanna Newsom

Divers

8 / 10
Enrique Peñas — 06-11-2015
Empresa — Drag City
Género — Folk

Kim Keever, cuyas imágenes ilustran el libreto del cuarto disco de Joanna Newsom, trabaja recreando paisajes en una enorme pecera que tiene en su estudio para luego fotografiarlos, dando como resultado unas escenas tan etéreas como fascinantes. Dioramas de atardeceres, montañas, bosques, lagos y mares que se sumergen en casi 800 litros de agua, mostrándose luego con una enigmática apariencia que remite a la obra de pintores como Turner o Friedrich. Cambiando fotografías por canciones, también la autora de “Ys” (2006) parece haber metido su música en un acuario para ofrecer una versión más concentrada de sí misma.

“Divers” no es aquella magnífica suite, ni mucho menos el excesivo “Have One On Me” (2010), sino un trabajo, por así decirlo, más convencional. Como en el caso de Julia Holter, no se trata de que sea ahora más accesible, pero sí que aparece una agilidad que de ningún modo acaba con la magia. Parece mentira, pero es que hay momentos en los que casi podríamos hablar de urgencia, como en el asombroso recitado de “Leaving The City”, una canción que empieza con el corte medievalista que asociamos con su música para transformarse pronto en una pieza que crece acompañada por la batería. Se trata de un tema que, además, ejemplifica otra de las claves de este trabajo: habitualmente hablamos de bosques, animales en libertad y cuentos de hadas, pero es que aquí hay más ciudades (Nueva York o San Francisco, pero también París) y carreteras. Es verdad que el álbum termina en plena naturaleza con la preciosa “Time, As A Sympton”, pero antes ha sido más urbano que rural, aunque por supuesto a la simbolista manera de la californiana; una vez más, su obra escapa del presente para viajar a una época remota. Es así como surgen “Sapokanikan”, haciendo referencia al asentamiento de los pueblos nativos en lo que acabaría siendo Greenwich Village, o “Waltz Of The 101st Lightborne”, que remite puntualmente al paso de primitivos cazadores a través del Estrecho de Bering (tampoco es baladí que en el mismo verso figure una referencia al Golden Gate).

Tiende puentes entre lo antiguo y lo nuevo, entre clavicordios y guitarras eléctricas (“Goose eggs”, con un brillante final instrumental) y, sobre todo, entre su propia obra. Puede que “Ys” siga siendo su gran disco de referencia, pero este es el más equilibrado y también en el que la voz -el principal instrumento de un álbum arreglado con todo lujo de detalles, pero sin que nada estorbe- asume el relato de forma más elegante. No faltan tampoco los clásicos momentos de ensoñación (“You Will Not Take My Heart Alive” o la acuática “Divers”), que curiosamente en esta ocasión pasan más desapercibidos, con la excepcional salvedad de “A Pin-Light Bent”, una canción en la que Joanna Newsom planea a solas con su arpa sobre ciudades y océanos, como si fuese la espectadora de esas escenas que ella misma ha compuesto para su particular tanque de agua.

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