Fork In The Road
Discos / Neil Young

Fork In The Road

6 / 10
Don Disturbios — 11-04-2009
Empresa — Reprise / Warner
Género — Rock
Fotografía — Archivo

Los seguidores de Neil Young somos así. A cada nuevo paso del canadiense esperamos ansiosos que nos vuelva a sorprender, aunque luego él nos maltrate con discos que colman nuestras expectativas, pero que no acaban de calmar nuestra sed en su totalidad.

Discos que están bien tramados, que contienen momentos brillantes y en los que siempre tienes un par o tres de temas que bien valen un Potosí, pero que lamentablemente se hayan lejos de sus grandes obras del pasado e incluso lejos de obras más recientes como Freedom (89) Ragged Glory (90), Harvest Moon (92) y Sleep With Angels (94). Es decir los cuatro discazos de estudio que encadenó en la pasada década y que no ha logrado encadenar en esta, pese a encontrarnos con obras tan interesantes e intensas como Greendale (03), Prairie Wind (05), Living With War (06) Chrome Dreams II (07) y este Fork In The Road (09).

Obras que giran todas ellas alrededor de una temática o de un hecho que las ha alumbrado. Desde la historia conceptual recogida en Greendale con la familia Green como protagonista; la muerte de su padre y su aneurisma cerebral en Prairie Wind; la guerra de Irak y el engaño de la administración Bush en Living With War o la recuperación de unos temas que tenían que constituir un disco que nunca vio la luz en los setenta en Chrome Dreams. Y claro, este Fork In The Road no podía ser una excepción.

La temática del nuevo álbum se construye alrededor de un viaje a través de su país de adopción con su viejo Lincoln Continental del 59, adaptado para funcionar exclusivamente con energía eléctrica. Un prototipo confeccionado con la ayuda de Johnathan Goodwin, uno de los pioneros del biodiesel, a quién Neil Young le dedica la roquera y martilleante “Johnnie Magic” y que forma parte de un proyecto mayor denominado “Lincvolt Project” que pretende diseñar un sistema eléctrico comercialmente viable en el futuro.

Pero si nos olvidamos del contenido y de las letras -que como es habitual en Neil Young tampoco son un prodigio poético- y nos centramos en la música, nos encontramos ante un disco furioso, cargado de riffs “marca de la casa” y confeccionado algo a piñón.

Un disco que en cierta medida retrotrae a la fiereza de Living With War aunque, tras las primeras escuchas, me resulte más redondo e incluso hasta mejor tramado que este. Y eso pese al evidente aire de rapidez e improvisación sobre la marcha del que está impregnado el disco.

Tanto la portada como los clips que acompañan el CD rezuman de una sencillez y una simpleza que no engrandece la obra, pero la muestra más próxima, quitándole en parte la repercusión mundial que debería revestir cualquier trabajo de Neil Young.

Una simplicidad buscada que también se deja notar en una producción cruda, rasposa y en la que no hay lugar para los artificios. Esto es rock’n roll y no hay nada más que añadir.

Ya desde el primer tema del disco “When World Collide” te das cuenta que la obra se basará en los guitarrazos y una sólida e inmutable base rítmica que marcarán el tono del disco. Y claro a nadie se le escapa que en eso de fabricar riffs de intensidad asfixiante Neil Young es el amo y señor del rock con mayúsculas, aunque uno eche a faltar un poco más de variedad y, porqué no decirlo, menos precipitación a la hora de tramar sus últimos discos.

Es como si la proximidad de la muerte que da la vejez, le hubiera dotado de una prisa a todas luces innecesaria. Porque al fin y al cabo ya sabemos que las prisas nunca fueron buenas compañías para redondear el acto creativo hasta lo sublime, tan sólo hasta lo correcto.

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