Extinguidos hace ya unas cuantas temporadas los últimos rescoldos de la indietrónica patria (¿alguien se acuerda de Skimo?), parece evidente que la electrónica de alcoba en este país será minimalista o, directamente, no será. El debut en solitario de Jorge Ramos (ex Dana Lee y Nine Stories) prolonga, con una señalética más rabiosamente contemporánea, el trazado que ya había recorrido junto a Pepo Márquez en MAJESTAD. Y tampoco es extraño, dado que es Raúl Santos -otro de los vértices de aquel proyecto y partenaire actual en el estudio que ambos regentan, al margen de su bagaje acumulado con Los Planetas, produciendo a Najwa o al frente de SupercineXcene- quien se ha encargado de supervisar estas ocho canciones, agrupadas bajo un título que justifica su deuda con Sun Ra solo en sus propiedades mántricas, que no precisamente en las texturas.
Porque es precisamente su escuálida corporeidad, minimalista a la par que evocadora, la que hace que por momentos lo suyo parezca una síntesis bien equilibrada de influjos de aquí y de allá: un cruce entre la lírica de Parade y el huesudo sentido del ritmo de The xx (“Todos los Planetas”), o entre el paisajismo sombrío de estos y la magnética evanescencia de Atención Tsunami (“Movimiento Continuo”). Es, en cualquier caso, un trabajo de estancias bien ventiladas y relieves diversos, que oscila también entre los resueltos contornos pop de “Sensaciones conocidas”, el sólido entramado rítmico de “Museo FX” y auténticas virguerías de estudio como “Madrid Fantasma”, cierre de un álbum conciso y excitante.
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