Dude incredible
Discos / Shellac

Dude incredible

7 / 10
Joan Cabot — 30-09-2014
Empresa — Touch And Go
Género — Rock

Un tigre es un tigre. La tautología viene a cuento: en este país Shellac se han convertido en esos viejetes simpáticos que siempre invitan al Primavera Sound, pero nadie debería olvidarse de que Shellac son Shellac y de que Steve Albini es uno de los hijos de puta más intensos que existen sobre la faz de la tierra, alguien a quien es fácil imaginarse convirtiendo una conversación trivial, en plan “voy a pedirme un café con leche entera”, en una discusión crucial sobre el devenir de la cultura occidental y las aristas morales de nuestras decisiones cotidianas. Pocos han llevado sus teorías en torno al rock a la práctica de forma tan espartana e inamovible, apenas algunos compañeros de generación como Greg Ginn y Ian MacKaye, con los que parece competir en fiereza y fanatismo. Albini vio claro en cierto momento que, para ser músicos íntegros, su sustento no debía depender de ser músicos. La producción y la ingeniería de sonido, en su caso. Precisamente por eso Shellac pueden permitirse hacer cero concesiones: cuando les propones un concierto que no les apetece da igual cuánto dinero pongas sobre la mesa, porque ellos ya tienen un curro de lunes a sábado. El rock’n’roll, para ellos, es más que un oficio: es una ideología que profesan según sus propias reglas, y sólo por ello merecen un respeto.

Esas reglas también condicionan completamente los tiempos entre discos: Shellac operan sin agenda y sus ediciones son como los avistamientos de cometas. A la mayoría de los humanos se nos escapa su lógica y a la vez somos conscientes de estar ante algo lo suficientemente singular como para prestar atención. “Dude Incredible”, publicado siete años después de su antecesor, es un nuevo ejercicio de rock con escuadra y cartabón, digno de la estirpe Albini, que a falta de canciones memorables se apoya en la robusta química que comparte con Bob Weston y Todd Trainer para mantenerte con los dientes apretados durante todo el metraje. Escuchar a Shellac es como masticar papel de lija. Es agrio y produce escalofríos pero también extrañamente adictivo.

 

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