Dekalog / La double vie de Véronique / Bleu / Blanc / Rouge
Discos / Zbigniew Preisner

Dekalog / La double vie de Véronique / Bleu / Blanc / Rouge

8 / 10
Luis j. Menéndez — 02-10-2015
Empresa — Because Music/Karonte
Género — B.S.O.

Músico autodidacta, a Zbigniew Preisner tardó un tiempo en llegarle su gran oportunidad, pero a partir de ese momento su carrera despegó rápidamente para convertirse en uno de los compositores de bandas sonoras más relevantes del final de siglo. Fue cuando su compatriota Krzysztof Kieślowski reclamó sus servicios para musicar la serie de mediometrajes “Decálogo”, una colaboración que en los siguientes años se extendería a las últimas cuatro películas -las más trascendentes también- del cineasta polaco: “La doble vida de Verónica” y la trilogía “Azul”, “Blanco” y “Rojo”. Esas cinco bandas sonoras se reeditan ahora en LP y CD bajo el nombre de “Preisner Edition”, con nuevas portadas y en el caso de “La doble vida de Verónica” debidamente anotada en inglés y polaco.

“Dekalog” recoge 25 piezas repartidas entre los diez títulos que formaban la serie. Considerémoslo un trabajo de iniciación en todos los sentidos (también en el presupuestario…) en el que ya están presentes algunas de las constantes del trabajo posterior de Preisner: los espacios y silencios, espiritualidad, cierto minimalismo instrumental y devoción absoluta por la melodía, que lo sitúa como destacado representante del neorromanticismo tonal. Pero no será hasta “La doble vida de Verónica” que Preisner realmente desarrolla todo su potencial. Al igual que sucede en su siguiente colaboración, “Azul”, Kieślowski quiso jugar aquí con la música diegética: su protagonista -una encantadora Irène Jacob en el papel más importante de su carrera- se desdobla en dos personajes, idénticas como dos gotas de agua y que se cruzan por un instante de manera fortuita, alterando así el curso de la vida de una de ellas. Preisner afrontó el desafío aportando a la banda sonora una dosis de misterio y tensión a partir de una sencilla melodía interpretada por flauta, guitarra y piano, y una impresionante toma coral acreditada a un compositor holandés llamado Van den Budenmayer, en realidad una traviesa invención acordada por el Preisner y Kieślowski.

Pero posiblemente sea “Azul” la banda sonora más conocida y celebrada todavía hoy de Zbigniew Preisner. En la película el personaje interpretado por Juliette Binoche afronta el desafío de terminar una partitura para la unificación europea tras el fallecimiento de su familia en un accidente de tráfico y su decisión inicial de abandonar su vida anterior. El argumento le da la oportunidad a Preisner de lucirse e imaginar esa impresionante obra coral que para muchos aún hoy sigue siendo el himno de la ilusionante (e ilusa) idea de una Europa verdaderamente unida. El resto de la banda sonora reproduce extractos de esta pieza en versiones más o menos incompletas que en el filme representan el proceso compositivo de la protagonista, además de su lucha y profundo dolor interior.

Kieślowski planteó sus otros dos títulos, “Blanco” y “Rojo”, a la postre los últimos de su carrera, con un tono totalmente diferente, especialmente el primero, una suerte de extraña comedia a propósito de la venganza de un marido con la joven y bella esposa que le ha abandonado. Obviamente no cabía en ese contexto otro aparatoso ejercicio de sinfonismo desbocado, y Preisner vuelve aquí a un tono mucho más ligero, casi folklórico, con aires a Bartok y protagonismo de los violines y el piano.

La temprana muerte a los 55 años de Kieślowski, cuando ya había decidido retirarse del cine, supuso un duro mazazo para Preisner, que le dedicó a su amigo un álbum, “Requiem For My Friend”, que Terrence Malick incorporaría a la banda sonora de “El árbol de la vida”. Además de continuar una prolífica carrera como compositor de bandas sonoras (“It’s All About Love”, “El jardín secreto”, “Aberdeen”,…) colaboró con cantantes de la relevancia de Lisa Gerrard o Teresa Salgueiro. Pero su música nunca ha vuelto a estar tan viva ni alcanzar la trascendencia de sus trabajos para Kieślowski, ejemplo magistral de cómo imagen y música pueden llegar a alimentarse mutuamente.

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