Dumb Flesh
Discos / Blanck Mass

Dumb Flesh

8 / 10
Luis J. Menéndez — 12-05-2015
Empresa — Sacred Bones
Género — Electrónica

“Loam”, el tema de apertura, avisa de las intenciones: la voz, deformada, casi monstruosa, repite obsesivamente un fraseo mientras el tema va creciendo en intensidad, antes de que una serie de descargas eléctricas lo liquiden bruscamente. Aunque “Dumb Flesh” también puede definirse por su carácter multiforme, ese arranque sirve para dejar bien a las claras que el segundo disco del cincuenta por ciento de Fuck Buttons tiene bien poco que ver con su homónimo debut de 2011, un correcto disco de ambient en el que, para ser sinceros, no ocurría gran cosa.

Explica el propio Benjamin John Power que además de haber pasado por diferentes estadios en los que las canciones adquirieron formas también distintas, “Dumb Flesh” es un disco registrado entre varias ciudades y estudios, lo que puede explicar su composición multiforme. Pero a pesar de las caras cambiantes de esta colección de canciones -muy marcadas por el uso o no de samplers vocales- el ritmo, esa brutal batucada electrónica marca de la casa Fuck Buttons, ejerce de columna vertebral de un trabajo que se mueve entre lo épico -“Dead Format”, “No Lite”, hasta amagos depechemodianos en “Double Cross”- y lo introspectivo -“Atrophies” o “Lung”, que se maneja a medio camino de los primeros Autechre y los correos cósmicos alemanes-. Sin dejar nunca, eso sí, de resultar expansivo desde el punto de vista sonoro; la perfecta banda sonora para el retorno de “Cosmos”, la serie de Carl Sagan.

“Dumb Flesh” no alcanza el nivel de infalibilidad que Benjamin demuestra cuando trabaja mano a mano con Andrew Hung, y se sitúa un peldaño por debajo de los discos de uno de los pocos grupos que en el último decenio han creado un sonido propio totalmente reconocible. Pero por otro lado sirve como reconstituyente spin-off del universo Fuck Buttons, de los que siempre tememos que amanezca el día en que, como ha ocurrido con tantos otros antes, “resultar reconocibles” sea en realidad sinónimo de mortal aburrimiento. Benjamin John Power demuestra que, al menos en lo que a él respecta, ese momento todavía está por llegar.

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