Así es el futuro según Dorian. Muy Blade Runner. Oscuro, incierto, empapado de muchísima tristeza y bastante melancolía. Borroso, y en blanco y negro. Dorian son el indie del cyberpunk, los tipos raros que se encierran en el estudio en lugar de seguir la dirección que impone el noventa por ciento dominante o la contraria, la que opone el cinco por ciento que se rebota. Son el otro cinco. Los androides que sueñan con ovejas eléctricas. Los androides que echan de menos.
Los androides que escuchan a Eno, a múm, a Experience, a Peter Gabriel o a OMD. Los que se encuentran en el punto en el que se cruzan Her Space Holiday con Dominique A y Jérôme Minière, ese punto de la ciudad en el que los viejos edificios modernistas han sido sustituidos por frías construcciones de cristales ahumados. Dorian han elegido ese punto, o tal vez han acabado en él por azar. Ahora hay algo de color ahí. Son tonos pastel, de acuerdo, pero es que los colores chillones tampoco procedían. Mejor unas programaciones que dignifiquen la atmósfera, unas texturas que hagan la arquitectura más humana, y los sonidos de un piano que parecen salir de una ventana abierta. Rebotan en la calle desierta y se funden con el resto. La ciudad se ilumina levemente y nadie parece darse cuenta...
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