Gato por liebre
Conciertos / Tricky

Gato por liebre

4 / 10
Jon Pagola — 14-03-2016
Empresa — Kursaal Eszena
Fecha — 12 marzo, 2016
Sala — Kursaal
Fotografía — Lorena Otero

Nadie le puede negar a Tricky su empeño por seguir grabando, experimentando con la música pop, el rock industrial y la electrónica oscura desde los lejanos tiempos del trip-hop del que fue uno de sus principales referentes. Carece del foco de antaño pero el creador de Bristol no para quieto: estos últimos tres años ha sacado a la luz un sello (False Idols), dos álbumes ("False Idols" y "Adrian Thaws") y acaba de apadrinar un proyecto musical colaborativo llamado "Skilled Mechanics", que en la práctica es su último trabajo. Esparció parte de esta reciente cosecha -el concierto duró unos rácanos 65 minutos ¡con un descanso pasada la primera media hora!- ante una abarrotada sala K del Kursaal que en su mayoría estaba compuesto por aquellos que lo descubrieron en los albores de Massive Attack o con discos tan poderosos como "Maxinquaye" (1995) o "Pre Millenium Tension" (1996).

La única concesión al pasado fue una irreconocible "Overcome". Ahí le faltó la empatía que le sobró cuando invitó al público a subir a bailar al escenario. "Don´t be afraid", decía continuamente ignorando que en Euskadi la confianza se gana con años de sudor cómplice. O cuando ya después del concierto, en el backstage, se quedó charlando con sus fans fumando un porro, como si estuviera en cuadrilla. En la distancia corta se comporta como un tipo afable y corriente que se interesa por la música local (dijo que Belako le gustaba y que le recordaban a los Pixies). Encima del escenario Tricky es Tricky. Un extraño personaje. Salió con un chandal ancho poligonero, jersey de rombos y se puso de espaldas al público mientras sonaba de fondo una intro de drum and bass y hip hop. Al rato se giro y cogió uno y dos micrófonos que iría alternando y lanzando al suelo mientras arrastraba los pies de un lado al otro del escenario con los ojos cerrados y las manos apuntando al techo. De vez en cuando pegaba un berrido; la mayoría del tiempo recitaba frases inaudibles.

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No ha perdido un ápice de carisma arrabalero y capacidad interpretativa. Mantiene un cuerpo fibroso (enseguida se quedó en tirantes) y un innegable sex appeal. Pero en directo la esencia de su música -carnosa, atmosférica y con olor a alcantarilla- se pierde como agua que va por un desagüe. La decisión de incorporar música pregrabada en directo no suele ser una buena idea. También se esperaba más chicha escenográfica: una pobre columnita de luces led al fondo del escenario no está a la altura del mito. En esta gira, además, ha tomado una arriesgada decisión: sale sin una cantante al escenario. El músico británico dice que en formato trío (acompañado sólo de batería y guitarra) pretende ir al grano y dejarse de circunloquios. Quiere ganar protagonismo. Pero Tricky sólo tiene sentido jugando en equipo y alternándose con otras cantantes.

El falsete de "Parenthesis", que sí salió de la voz del guitarrista, fue prueba de ello. Pero ya era demasiado tarde para el grupo. Y muy pronto para la gente, que cuando empezaba a contagiarse de la intensidad que le estaba imprimiendo Tricky a "Palestine Girl", "Wanna Die" y "Sundown" se quedó de piedra al comprobar que, efectivamente, el show se había acabado. Una hora y cinco minutos después se encendieron las luces, pusieron música soul y resoplamos al ver que se abrían las puertas de salida. Nos habían dado gato por liebre.

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