Dolor y placer
Conciertos / Swans

Dolor y placer

9 / 10
Yahvé M de la Cavada — 09-10-2017
Empresa — Kafe Antzokia
Fecha — 06 octubre, 2017
Sala — Kafe Antzokia, Bilbao
Fotografía — Tom Hagen

Puede que la metáfora sea la única vía posible para escribir sobre Swans o, al menos, sobre un concierto de Swans. Su directo trabaja sobre los aspectos más primigenios y emocionales de nuestra psique: para intelectualizarlo hay que tomar distancia y para analizarlo uno debe hacerlo desde fuera. Al mismo tiempo, si uno no entra completamente en la música de Swans, esta deja de tener sentido. La banda de Michael Gira exige compromiso, te lo da todo y espera lo mismo de ti, sin negociaciones, sin medias tintas, sin gilipolleces. Pocos grupos en el mundo demandan una atención tan completa para poder disfrutar de la experiencia del directo, y Swans, además, tienden a conseguirlo. Solo verás dos tipos de expresión en un concierto suyo: las que rodean el aburrimiento o la desesperación, y las que reflejan el éxtasis y el asalto por sorpresa de los sentidos. Swans buscan la catarsis a partir de la repetición, la intensidad y una dinámica expresividad estática en la que la armonía monocorde se funde con el impacto tímbrico y el fluctuante aspecto rítmico de la música.

Se habla mucho del volumen extremo con el que toca la banda, como si fuese una seña de identidad, o incluso una excentricidad, pero, a pesar del clima de tensión que se respira antes de uno de sus conciertos (a cuenta de la presunta insoportabilidad del exceso de decibelios) y de la proliferación de tapones para los oídos a lo largo y ancho de la audiencia, la experiencia del directo de Swans incluye un factor físico, rozar el umbral del dolor en algunos momentos para que público y banda sean uno, en un caudaloso flujo circular de energía que se mantiene a lo largo de las dos horas y media de concierto. Vivir la experiencia sin dejarte invadir por cada palmo de sonido, desde el más sutil al más extremo, o cubrir preventivamente los matices y el impacto de Swans contra tu cuerpo y tu mente es perfectamente válido, pero tiene también algo de profiláctico. Swans son una bola de demolición envuelta en terciopelo, un martillo pilón con acabado de orfebrería, un instante suspendido en el tiempo en el que el culmen del sexo oral se fractura por el encuentro accidental con los dientes de tu pareja sexual.

A pesar de que, como hemos dicho antes, no hay análisis posible sin dejar de lado el verdadero sentido de su música, podemos ilustrar esta crónica diciendo que Swans abrieron su concierto en Bilbao con el monumental “The Knot”, el tema más largo jamás registrado por la banda: más de tres cuartos de hora en los que diferentes aspectos de sus progresivas experimentaciones tomaron forma, en una especie de síntesis de la obra construida por la banda desde que se está se reformó a principios de esta década. Tras un contundente “Screen Shot”, durante el inicio del majestuoso “Cloud of Unknowing” fue imposible no echar en falta el chelo de Okkyung Lee que se escucha en la versión de estudio del tema. A pesar de lo apabullante de la interpretación, fue durante esta pieza cuando más se acusaron los problemas de sonido dentro del escenario y cuando Gira estuvo a punto de perder los papeles por su descontento. A lo largo del tema hubo varios puntos en los que un insistente acople en los monitores del líder malogró la interacción de la banda, llegando Gira a interrumpir el tema durante unos instantes. Desde fuera, su enfado no resultaba tan problemático, porque la ira, la frustración y la rabia encajan perfectamente con la música de Swans.

A partir de ahí, el concierto volvió a coger un pulso perfecto, mediante el fabuloso “The Man Who refused to Be Unhappy” y el apabullante colofón de “The Glowing Man”, que cerró el concierto de forma inmejorable ante un público algo menos denso que al inicio del mismo, aunque, eso sí, absolutamente entregado. Escuchando su reciente doble disco en directo “Deliquescence” (que contiene todas las piezas interpretadas en Bilbao), y desde un punto de vista estrictamente musical, es evidente que el concierto al que asistimos la otra noche no fue en absoluto la cima creativa de Swans. Y, a pesar de ello, Gira y los suyos ofrecieron una vez más una experiencia inigualable, soberbia, como pocas veces se ve sobre un escenario de este tipo. Puede que no sea apta para cualquiera pero, una vez entras en ella, ni puedes, ni quieres salir.

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