En busca de la canción perfecta
Conciertos / Sr. Chinarro

En busca de la canción perfecta

7 / 10
José Carlos Peña — 16-06-2017
Empresa — Son Estrella Galicia
Fecha — 15 junio, 2017
Sala — Teatro Nuevo Lara, Madrid
Fotografía — Nacho Ballesteros

No se llenó el teatro Lara: Debe ser que el público madrileño, seriamente afectado por la insufrible ola de calor, ya está claramente en modo festival. Antonio Luque, muy querido por esta ciudad, volvía a Madrid con su nuevo y notable “El progreso” bajo el brazo, en una tórrida y tormentosa tarde, y en formato de espartano cuarteto (dos guitarras, bajo, batería y voz). Su incesante búsqueda de la canción perfecta desde hace ya casi un cuarto de siglo, con aquel seminal “Pequeño circo”, a un ritmo a lo Woody Allen de casi un disco por año, le ha llevado a disponer de un repertorio ya muy serio. Coexisten en él temas más deudores de la tradición anglosajona indie ochentera de The Cure, los primeros The Smiths y compañía -siempre llevada a su terreno-, con recursos y palos cada vez más locales.

Es de un reduccionismo algo simplista, pero es cierto que se puede trazar un antes y un después de “El fuego amigo”, disco de 2005 con el que el sevillano abrazó sonidos más cálidos y le puso a sus canciones una piel más suave, con letras deliberadamente menos crípticas, pero sin perder la personalidad que le caracteriza, su mundo propio, ni los toques de ese amable surrealismo cotidiano que ha sabido refinar en todos estos años. Lo cierto es que Luque, guitarra Rickenbacker en ristre, bromas constantes entre canción y canción, escogió para la noche el (excelente) y abundante material de sus últimos discos. Como viene siendo habitual, por otra parte.

Revivieron canciones redondas e ineludibles de esta etapa más luminosa y menos arisca, del calibre de “Dos besugos”, “Los amores reñidos”, “Una llamada a la acción”, “El rayo verde”, “El lejano Oeste”, “Walden”, “Droguerías y farmacias” o la casi épica “El progreso”, de su nuevo disco, con la que cerraron el bis. Una veintena de estupendas canciones, que dejaron muy buen sabor de boca, y volvieron a certificar que la inspiración de Luque en su búsqueda de melodías y emociones, no se agota. Dentro del mecanismo de relojería de su música, el sevillano exprimió las virtudes de la banda que le acompaña, tres miembros de los granadinos Pájaro Jack. Su complicidad ayuda mucho. Sin desmerecer a la base rítmica, destaca el trabajo de Jaime, que se muestra como un guitarrista tan preciso como imaginativo, una suerte de elegante Johnny Marr ibérico que clava los arreglos de las canciones y aporta una riqueza armónica que le viene muy bien a canciones que gravitan siempre alrededor del vozarrón de Luque.

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