Sonisphere Festival, más grande que la vida misma
Conciertos / Sonisphere Festival

Sonisphere Festival, más grande que la vida misma

8 / 10
David Sabaté — 01-06-2013
Empresa — Last Tour
Fecha — 01 junio, 2013
Sala — Parc del Fòrum, Barcelona
Fotografía — Edu Tuset

Cuatro años después de la primera edición del Sonisphere en 2009, encabezada en aquella ocasión por Metallica, el festival ha vuelto a Barcelona; una buena noticia para la amplia comunidad de fans del género de la capital catalana, bastante huérfanos en cuanto a eventos de este tipo. Lejos del frío polar del Primavera Sound la semana anterior, el sol caía a plomo a las tres de la tarde. Aun así, fueron bastantes quienes se acercaron a ver el concierto de los ingleses Voodoo Six, quienes presentaban su último disco, “Songs to Invade Countries To”, y cuyo stoner rock obtuvo una discreta respuesta. October File les cogieron el relevo con una descarga que también cuajó a medias. La comunión escenario-público no hizo acto de presencia hasta Red Fang: el escenario no se les quedó grande y su stoner-sludge sureño se desarrolló con naturalidad y contundencia: “Malverde”, “Throw Up” –uno de sus mejores cortes- o la pegadiza “Wires” arrancaron efusivos aplausos. Tras ellos, cambio de tercio con Tierra Santa, cuya amplia legión de fans coreó tema tras tema. Algo desubicados, las finales “Legendario” o “La canción del pirata” generaron una buena reacción general.

Había morbo (sano) para ver al exMetallica Jason Newsted con su actual banda, Newsted. Sin embargo, su réplica de la fórmula de los primeros Metallica acabó derivando en una reiteración vacía y algo aburrida. Lo mejor –algo bastante indicativo-, el final con un fragmento de “Creeping Death” y una explosiva “Wiplash”. Los suecos Ghost, por su parte, jugaban el importante papel de tocar justo antes que Iron Maiden. Cumplieron. Su teatral propuesta fascinó a los neófitos, desencajó la cara de algunos –los menos- y deleitó a los fans. Algo fríos –su apuesta luce mejor en oscuros clubes-, su show, de sonido regular, fue escalando enteros. “Con Clavi Con Dio”, “Secular Haze”, la rítmica “Year Zero” o la enorme “Ritual” hicieron el resto. Ascendentes.

Resulta curioso: como el buen vino, Iron Maiden parecen mejorar con los años. De hecho, algún compañero de profesión que los vio en la época del “Maiden England”, rememorada en la presente gira, afirmaba que ahora están mucho más en forma. Y lo cierto es que la banda, lejos de las tensiones de finales de los ochenta, disfruta en el escenario como nunca, con una entrega y una sonrisa casi perennes, con lo que  resulta inevitable no contagiarse de las buenas vibraciones y del torrente de energía que emana del escenario. El arsenal de clásicos –no solo de la banda, sino del heavy metal como tal- fue imparable: desde una largamente añorada en vivo “Moonchild”, la hímnica “Can I Play With Madness” o las inesperadas “The Prisoner” y “Afraid to Shoot Strangers” –bella-; hasta “2 Minutes to Midnight”, “The Trooper”, una teatral “Seventh Son Of A Seventh Son” –el interludio progresivo nos puso la piel de gallina- o “Aces High”, por citar solo algunas. Todo ello aderezado con llamaradas, lienzos con ilustraciones, figuras de cartón piedra, las carreras de Dickinson y sus inimitables gritos de “Scream for me, Catalunya”, o el omnipresente Eddie –tanto el de a pie como el giganteso que emergió de detrás del escenario-. A estas alturas, todos los espectadores de mi sector estaban ya tan felices como afónicos de tanto cantar y corear un setlist sin rellenos y plagado de estribillos y más estribillos bigger than life.

Tras Maiden, Anthrax no se acobardaron. El suyo fue, quizás, el sonido más potente de la jornada. Tríada de clásicos ochenteros para empezar: “Among The Living”, “Caught In A mosh” y “I Am The Law”, con Scott Ian brincando con su inconfundible estilo, y ya nos tenían en el bolsillo. Con dos paneles a lado y lado con las caras de Dio y Dimebag Darrel, la reivindicación del metal y el hard rock siguió con su versión del “T.N.T.” de AC/DC, “una de mis bandas favoritas”, aseguró Ian poco antes de enseñarnos el tatto de la banda que lleva en el brazo. De la recta final destacaron “Indians” y las festivas y más punk “Got The Time” y “Antisocial”, así como sus primeros flirteos con el hip hop (“I’m the Man”) y un fragmento de “Reign In Blood” en homenaje al fallecido Jeff Hanneman. Se nos hizo corto.

Megadeth, que en las últimas ocasiones nos habían sabido a poco, dieron la sorpresa con un sonido rotundo y una puesta en escena espectacular apoyada en los impactantes y sincronizados montajes audiovisuales de tres grandes pantallas. El setlist empezó algo errático (no deberían abrir nunca más con “Trust”), pero fue en la segunda mitad cuando encadenaron numerosas piezas maestras: “Countdown to Extiction” (con nubes rojas emulando el test de Rorschach), “Sweating Bullets”, “Symphony Of Destruction” (apabullante montaje de rostros de políticos y dictadores del siglo XX, de Bush Jr. a Gaddafi, Mubarak o Hitler), “Peace Sells”, con la aparicion tan breve como estelar de Vic, su Eddie particular; o una “Holy Wars” con sabor a gloria. Renacidos.

Los Avantasia de Tobias Sammet cerraron ante una audiendia menguante. Una propuesta nada desmerecedora aunque perjudicada por el timeline que se benefició de ilustres vocalistas como Michael Kiske, Eric Martin de Mr. Big, Bob Catley de Magnum y Ronnie Atkins de Pretty Maids.
Con todo, aún siendo un cartel más limitado y descompensado que el de años anteriores, y de la sensación de estar ante un concierto de Iron Maiden con teloneros antes que en un auténtico festival, balance global más que positivo.

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