Impresiones versionadas
Conciertos / Pájaro

Impresiones versionadas

7 / 10
Mary Red — 18-01-2014
Sala — Velvet Club / Malaga
Fotografía — Alberto Jiménez

La furia sevillana unida a la templanza del hábito. El rock de la experiencia y no el experimental. Autenticidad, recorrido. Pájaro es Andrés Herrera, el famoso guitarrista sevillano que anoche entró por la puerta del Velvet Club con una maleta y saludando a todos los que se cruzaban en su camino al escenario. “Hay mucha expectación”, me dijo por la tarde, “va a venir mucha gente, buenos amigos”.
 
Ayer no tuvimos lo que esperábamos. No escuchamos una muestra en acústico de “Santa Leone” (Happy Place Records, 2013), sino un formato híbrido adaptado a nuestros tiempos que acabó estando a la altura de las circunstancias. Mejorando las expectativas, incluso. Fueron dos sillas, en vez de cinco, las ocupadas por Andrés y el imprescindible Raúl Fernández, que esta vez dejaron al resto de la banda en Sevilla. Pero sus dos guitarras fueron suficientes para dar vida a un recital plagado de anécdotas, improvisación y canciones ajenas que acabaron haciendo completamente suyas.

“Las criaturas” abrió el repertorio a eso de las 23 horas. Después una versión destinada al segundo trabajo que ya preparan, ‘El pudridero’ de Silvio. A través de Andrés y Raúl, fue precisamente Silvio el protagonista indiscutible de la noche por todas las revisiones que le siguieron: “La pura concepción”, “Tutos”, “Rezzaré”, “Rockin Tonight” o “La Ragazza”. También tuvo repaso Dick Dale con ‘Misirlou’, un guiño a Tarantino que sí que esperábamos; Elvis y “That’s alright, mama”; y una sorpresa intercalada entre las anteriores: “La danza del fuego” de Falla, que nos puso nostálgicos.

Fue una aleación extraña de nombres propios, sólida y auténtica, en la que desdibujaron los límites entre el Blues y el Rock e incidieron en sus raíces andaluzas, esas que aportan una personalidad indiscutible a su sello. El público respondió en todo momento, no sólo a los incisos impagables del mismísimo Pájaro, sino a los cambios en el ritmo entre canción y canción. Nadie se perdió, ni siquiera ellos en sus largas improvisaciones. Ponerle fin fue difícil, pero tras casi dos horas de concierto se despidieron para, seguramente, seguir con la fiesta en otro lugar de la ciudad.

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