Como era lógico dado su actual tirón, Guadalupe Plata lograron completar el aforo de La Cueva del Jazz en Vivo, en la que era una nueva visita del grupo al local zamorano. No en vano los andaluces podrían encontrarse en su mejor momento de forma, tras publicar un cuarto álbum tan atractivo como “Guadalupe Plata” (Everlasting, 15) y haberlo presentando con éxito en festivales especializados y escenarios de varios países. Logros y expectativas refrendadas todas ellas autoritariamente sobre las tablas, desde donde la banda lució una solidez interpretativa sin fisuras, siempre en avenencia con esa esencia visceral y ardorosamente realista mantenida a lo largo de toda su carrera.
El blues pantanoso y sucio y las historias urbanas de barrio contendidas en composiciones como “Hoy como perro”, “Calle 24”, “Rata”, Esclavo” o “Tormenta” lucen y convencen más que nunca, sobre todo enmarcadas en un plano como el del directo capaz de agudizar asperezas y remarcar el diabólico magnetismo del trío. Unas cualidades que, partiendo de fuentes clásicas, convirtieren la propuesta del combo en tremendamente reconocible, capaz incluso de tender hacia la psicodelia o el garage durante los desarrollos de algunas canciones.
La presencia de los jienenses resultó traducida en uno de esos conciertos asfixiantes y sin concesiones de cara a la galería, donde el sudor, la cerveza y la autenticidad palpable de la propia música se mezclaron con perros, serpientes, gatos y ratas malnacidas. Una fauna que señaló el camino a un centenar de seguidores, embaucados todos ellos a la hora de incidir en el universo de una de las formaciones con más personalidad de la escena estatal.
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