En otra liga
Conciertos / Manel

En otra liga

8 / 10
Yeray S. Iborra — 26-04-2014
Empresa — Fina Estampa
Sala — Razzmatazz 1, Barcelona
Fotografía — Maria Peyret

“In-inde-independència, in-inde-independència”, exclama el flanco izquierdo del recinto pasado el ecuador del concierto. Algunos pitos. Manel, de espaldas. Sin inmutarse. Empiezan a sonar los primeros acordes de “Dona estrangera”… La escena se repetiría tres veces más y la respuesta sería la misma: música, música y más música. Los vítores políticos, sean del color que sean, no van con ellos.

Pongámonos en contexto para que esto no suene provinciano: la implicación política de las bandas más ‘mainstream’ en Catalunya, tanto en el eje social como en el nacional, es una cuestión de actualidad. Y, declaración tras declaración, Manel han dejado claro que hace tiempo que se decantaron por contar la historia y no por combatirla. Con todos sus miembros en la treintena, su discurso se inmiscuye en la nostalgia, el costumbrismo, un romanticismo que lo impregna todo… la emotividad bella. Posmodernidad pura. Sí, Manel narran su tiempo, aunque sólo sea el tiempo de unos pocos, realmente. En fin, ¡qué vivo y sano debate! Destapado –pese a no ser nada nuevo– en el resto de la península sobre todo tras el revuelo del “#VegasGate”, pero algo encallado en Catalunya. Sea como sea, la voluntad de los barceloneses es transmitir y de sobras es conocido que aquí en tierra de ‘caganers’ han tejido un cancionero del nivel de arraigo de Els Pets, tal vez más intergeneracional incluso. Y, tras su directo, queda claro que en el plano emocional Manel juegan en otra liga.

El primer set del concierto fue caliente, muy eléctrico, con el Roger Padilla más salvaje y entregado a la guitarra que recuerde en temas como “A veure què en fem” o “Vés bruixot”. Concatenación de canciones y brío, mucho brío. Lejos quedan los Manel impávidos de inicio de gira. Y siempre teniendo en cuenta que los mosqueteros pop son más pellejo que sangre y que ha habido veces que un ‘jukebox’ hubiese tenido más expresión que ellos encima de un escenario. No fue el caso en este cierre de gira –en sala– de “Atletes baixin de l’escenari” dónde, además, como buenos autores, respetaron al máximo las canciones sin –excepto al final– caer en palmas, coreografías o otras artimañas de pseudo-participación del público.

El cuarteto se ha hecho una maratón de conciertos este invierno y ha servido para cuadrar setlist, cambiar melodías sobre la marcha y montar un ‘show’ de hora y tres cuartos muy unitario. Sin saltos entre el ruido noventero y el folk. Sin fisuras. Desenvuelto y cómodo, con licencia incluso para pasárselo bien con el –comedido, siempre– ruido de “Un directiu em va acomiadar” o la apoteósica “Teresa Rampell” –al final y tras tres entradas de bises–. En general, crecieron a las guitarras y bajo, formando, en picos concretos, texturas gomosas y densas.

Como decía al inicio, sorprendía la afluencia en Razzmatazz, la verdad. Aunque en su mayoría todo era muchachada, y sólo levantaban con furia los pies del suelo en los temas de los dos primeros discos, el público era el más heterogéneo que puedes esperar para una banda que tiene cuota en TV3 y a la vez hueco en el Primavera Sound. Padres y madres que acompañaban a sus hijos por gusto, y no por no alcanzar la mayoría de edad. Y los veinte jurdeles tuvieron recompensa sobretodo de la mitad en adelante del bolo. ¿Por qué? Porque tienen un carro de singles potenciales: “Al mar” cayó pronto y “Quin dia feia, amics”, la ‘tapada’ despidió a bises. Además, incluso dentro del guión cerrado que practica Manel, hubo alguna sorpresa: “Nit freda per ser abril”, al dedo por fechas.

El tema de “Els millors professors europeus” (2008) dio paso a ese momento casi místico que es “Ai, Dolors” donde, con tres rasgueos de guitarra y un susurro frágil mientras se desprenden las palabras perfectamente pensadas de la boca de Padilla –con la sala silenciada y juego de luces austero– se cuece el sortilegio: instantes de tintes mediterráneos, livianos, de amores fugaces, con los que, por un momento, olvidas que en minutos quemarás tu billete de diez euros para comprar una puta tarjeta de metro (¡una!), que hoy has mandado dos cientos currículos para nada… Pues si para ellos esto sólo se trata de cantar a lo bonito y enternecer, son los más comprometidos con la causa.

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