Depeche Mode se presentaban en Barcelona con un discreto disco bajo el brazo, “Playing The Angel”, la excusa perfecta para poner en marcha otra gira exitosa y millonaria. De ahí que poco importe que su vena creativa se haya apagado hace tiempo (desde “Songs Of Faith And Devotion”, solamente publican decentes medianías), porque en directo aún funcionan. Sobre todo cuando se apoyan en su batería infalible de hit singles (una de las más espectaculares del pop moderno). En su cita barcelonesa cayeron casi todos. “I Just Can´t Get Enough”, “Never Let Me Down Again”, “Enjoy The Silence”, “Personal Jesus”, “I Feel You” o “Everything Counts” fueron las más celebradas por el público. Hasta ahí perfecto. Ahora bien, Depeche Mode comienzan a tener un par de problemas (que se antojan crónicos) sobre un escenario. Las canciones de sus últimos discos que se van incorporando al repertorio no están a la altura de sus viejos clásicos y eso se nota. Su show se resiente cuando las interpretan. Y, por otro lado, las ganas de figurar de Martin L. Gore, cerebro en la sombra de la banda, irritan sobremanera. Es legítimo que quiera recibir la atención que se la negado en años, eclipsado por un omnipresente Dave Gahan. Pero no es de recibo (ni bueno para el concierto) que castigue al respetable con una serie de horteras torch songs que solamente satisfacen su ego. Esa no es la manera de captar la atención que él cree merecer. Mejor le iría si consiguiera encontrar, otra vez, la chispa creativa que hizo grandes a Depeche Mode en los ochenta.
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