CHEMICAL BROTHERS
Conciertos / The Chemical Brothers

CHEMICAL BROTHERS

8 / 10
Daniel Villanueva — 26-06-2000
Empresa — Iguapop
Sala — Feria Valencia
Fotografía — Archivo

Pregunta: ¿Qué se puede decir de un grupo que igual atrae a indies, punks, hipis, bakalas, pijos y ochenteros? Sólo pueden pronunciarse alabanzas, solamente alabanzas. Después del desastre en Benicàssim, nos merecíamos una digna representación en tierras levantinas de su último gran disco: “Surrender”. Uno, que anda por la vida de listillo, va al tema pensando que lo tiene todo controlado, que, al haberles visto tres veces en concierto y una pinchando, no va a bailar y que, por fin, va a ver un concierto de los dos freaks estos calmado, sosegado y con ojo crítico. ¡Mentira! (que diría nuestro ídolo y gran personaje y pensador de “La Cosa Nostra” Palomino) Empezar el concierto con su mayor éxito (“Hey Boy, Hey Girl”) es, o de tarados, o de tipos con actitud y repertorio de sobra. Continuan con “Block Rockin’ Beats” y “Music: Response”. Luego se ve que la jugada les ha salido a las mil maravillas, con tan sólo tres trallazos tienen a todo el polideportivo sudando la camiseta a completa merced de lo que vayan a hacer, ya sean momentos puros y duros de hip hop, breakbeat del que se gastan, referencias explícitas a Kraftwerk o bastantes minutos de ensordecedor ruido nada domesticado al puro estilo de Spacemen 3 o Sonic Youth (¡viva su último disco!) que, la verdad, ningún grupo con éxito o stadium band (¿quién cojones los llamo así alguna vez?) haría en su sano juicio. El siguiente paso fue sencillo. La gente estaba más cerca y menos cansada que en Benicàssim, ¿no? Pues hicieron lo que aún no les había visto hacer (solo cuándo pincharon, que no cuenta): cebarse en “It Doesn’t Matter” durante quince impresionantes minutos de bombo troglodita. Ahí arriba nos tenían y ahí arriba nos tuvieron hasta que dejaron el escenario después de pulirse canciones de sus tres largos para volver con un “Leave Home” más moderado que de costumbre (no en imágenes, ya saben, perros, polis y pipas), el ineludible “The Private Psychdelic Reel” de veinte minutos y el solo, sintetizador en ristre, del rubito. ¿Qué tienen el concierto planeado al milímetro de antemano? Ni ese pensamiento, ni el calor del polideportivo hizo que las cuatro mil personas allí convocadas (tres cuartas partes del aforo) dejáramos de bailar ni un solo instante en hora y media de imágenes sincronizadas y buena música. Un gran espectáculo, si señor.

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

CHEMICAL BROTHERS
Conciertos / The Chemical Brothers

CHEMICAL BROTHERS

8 / 10
Jorge Obón — 23-11-1999
Empresa — Iguapop
Sala — Plaza de Toros La Cubierta
Fotografía — Alicia Gozálvez

«Estamos como las sardinas, Antonio, vámonos pa’ tras». De vez en cuando hay algún moñas que se te sube delante del de enfrente y no te deja ver nada. O que chilla como un energúmeno la canción equivocada. O que se pasa todo el rato dándote codazos en la cara interior de los omóplatos. Y ya está, te ha chafado el concierto. Pero con los Chemical Brothers no hubo nada de eso, aunque hubiese moñas para montar un desfile. ¿Cómo es posible, entonces, que aunque todo el mundo sonreía casi nada funcionase? Era la primera vez que había en Madrid un concierto de electrónica de estas dimensiones (el DIMA, lo de Prodigy, o lo de Orbital, eran programas variados), y desde el más jevi hasta el más pijo, habían ido allí a pasar el mejor rato del año. Pero en primerísima fila se perdían muchas bases, a una distancia media no había quien moviese un pelo, y por los lados, retumbaba tanto, que parecía otro concierto. No había manera de bailar. Y por muy stadium-band que sean los Chems, a un set suyo, se va a bailar, y no a mirar como en un concierto de rock. En La Cubierta, prácticamente no se podía hacer otra cosa que mover un poco los pies. Craso error. Y pérdida de una ocasión histórica para dar una campanada monumental. ¿Y el grupo qué? Pues quitándose la espina de Benicàssim con el ladrillo dance mejor cocido de la galaxia, con autopistas infernales, sirenas vertiginosas, galopar de caballos metálicos y deflagraciones interiores. Engañando con falsos descansos de los que despertaban con gotas de house mutante, y salpicándonos a todos con oscuridades violentas a las que Mercury Rev ya no llegan. Increíbles. Pero mucho menos disfrutados de lo que se esperaba. Aunque… ¿hay ahora en Madrid otro sitio mejor? Igual no. Por eso, con un poco de esfuerzo, nos olvidamos del baile y nos dejamos hacer en uno de los conciertos del año, porque Chemical Brothers confirmaron en Madrid lo que ya están hartos de decir por ahí: que son de lo más gordo que le ha pasado a los noventa, a pesar de los pesares.

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.