Caribou, brazos en alto

En el planeta Caribou no existen adornos ni actitudes tendenciosas. Los habitantes de esta banda tan de moda rodean la tierra en apariencia minimalista, vestidos de camiseta blanca y vaqueros, con la escalofriante misión de realizar 175 directos desde la aparición de “Swim” (en España son tres, gracias a Heineken Music Selector, y hoy al aniversario de Razzmatazz). El concierto de anoche cumplió el último objetivo marcado por Dan, ese profesor de día y músico de noche, calvito y con gafas sacadas de los Roper, de desmarcarse de la psycodelia para poner a los humanos a bailar con una tonalidad de lo más ecléctica. Iniciaron el despegue con “Kaili”, “Leave House”, el tema de “Andorra”, “Niobe”, y “Bowls”. Fue en ese punto cuando la sala, llena y ansiosa por presenciar tal atrevimiento, gozó con el mensaje. Aun a sabiendas de ser todos herederos del ruido o del techno, subieron los brazos en más de una de los impredecibles variantes de sus temas. La diferencia entre el estudio y su actuación vino claramente marcada por un dúo fibroso y sincopado entre Dan y el amigo de la adolescencia canadiense, Brad Weber, a la batería. Todo un acierto que, a pesar de la fama acústica del espacio (esas columnas devoran el sonido), resultó hipnótico con la ayuda del iris circular, que a veces parecía ácido tribal, otras un mantel de Ikea. En definitiva, Caribou tuvo mérito al usar pocos elementos desde la mesa de sonido y regalarnos un directo tan envolvente de manera casi orgánica. Tras “Found out”, “Hanníbal”, “Lalibela” y “Jamelia”, al público nos pilló de sorpresa “Odessa” de lo poco que importaba ya conocer o no las canciones. El bis fue lo mejor de todo el repertorio, cuando Dan gritó “Sun” dándole rever y ejecutaron una maestría explosiva a modo de despedida que seguramente cueste olvidar en un largo tiempo.