Metralla en las pelotas
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Metralla en las pelotas

8 / 10
Urko Ansa — 29-11-2016
Empresa — Fever
Fecha — 25 noviembre, 2016
Sala — Santana 27 (Bilbao)
Fotografía — Dena Flows

Orgullo de barrio y toneladas de actitud. El grupo maldito por excelencia y sus, de alguna manera, discípulos dieron una lección de rock and roll de clase obrera: la más sincera, la más auténtica y de mayor octanaje por su mensaje social y su falta de pose. La Banda Trapera del Río cumple 40 años y su mensaje sigue vigente, aunque la manera de transmitirla no haya podido ser alcanzada por nadie más en estas cuatro décadas.

Solo Eskorbuto podría igualar esas crónicas sociales combinadas con la leyenda negra que afectó a sus componentes. De todos modos, siendo consciente del debate existente a la hora de clasificar su estilo musical, entre calificarlos de punks y no hacerlo, me inclino por lo segundo. Solo hay que fijarse en el ritmo y el espíritu instrumental de la Trapera para descartar el punk, aún cuando su mensaje ultra apocalíptico y nihilista sí encaje en él. Lo que ocurre es que en 1976 ni ellos ni nadie sabía lo que era el punk, y eso era lo bueno.

Toni Metralla y los Antibalas (foto inferior) salieron fuertes y decididos con “Max el loco”, tema que cuenta con un videoclip más que atractivo. Dieron un amplio repaso a su homónimo segundo CD con temas como “Siempre en mi mente”, “Cohete cósmico”, un “Patrulla de venganza” más guitarrero, y el melódico y tarareable “Día despejado en Ciudad Rencor” intercalados con canciones más antiguas como “Bien jodida” y “Infierno en Bilbao” que sonaron cañón. Tonino no es un portento de voz. En cambio, tiene actitud e imagen. Y en esto no hay rodeos: lo tienes o no lo tienes. Y Toni Metralla lo tiene. Vacila con el público y no duda en girarse y reírse a carcajadas cuando le gusta lo que el respetable le suelta.

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La banda entra por los ojos: el bajista con look rocker ensambla la sección rítmica sin perder la pose. El batería machaca y fortalece el sonido, y tienen la suerte de contar a la guitarra con Lino, de los legendarios Parabellum. Lino no estuvo preciso esta noche, mas demostró el feeling tan propio de él a base de guitarrazos. Su guitarra, en ocasiones, parece que canta, y cuando le mete velocidad lo borda. El micrófono-fusil de Toni es insuperable, igual que sus pintas de motero chicano. Y es ahí donde rematan la jugada con un rock and roll de factura sencilla y directa, sin grandes artificios ni mayores aspiraciones, casi rozando lo simple.“El último adiós” destacó por sus coros, y “Brazo quemado” y “Antibalas” (gran trabajo de Toni a la voz) nos prepararon para la recta final, con dos piezas de su anterior trabajo: “R’n’R por siempre” la versión de los Dictators “Quién salvará el rakanrroll” y el remate final con el "A-68" MCD-iano. Metralla sí que nos dieron, aunque aún les falte un peldaño para demostrar de lo que son capaces.

Antes de Toni Metralla, y nada más llegar a las inmediaciones de la sala, me saludan 6 perros que estaban tras una furgoneta junto con sus dueños punks. Por fortuna, hay cosas que no cambian y por ello resultan alentadoras. Sí, estos conciertos son ideales para testear la escena punk rock bilbaína. No podía faltar, tampoco, la representación Red Skin, que se mezcló con total naturalidad con las crestas, las chupas y las cadenas. El punk se vistió de gala y vivió una noche de rock and roll tan mágica como pacífica. Eso sí, dentro de la sala fumaba todo Dios. Y en estas que, tras un breve lapso de tiempo, saltan al escenario unos Rat-Zinger (foto inferior) rabiosos y hambrientos con una pequeña intro que precedió a “Dios salve a Ronnie Biggs”, ladrón británico que en 1963 robó un tren de carga con varios millones de libras esterlinas, después escapó de la cárcel y estuvo 31 años huido hasta que se entregó en 2001. “Dicen que soy”, “Aplastándote” y un “Apártate” que destacó por sus coros les mostraron más compactos que el grupo predecesor. Todo sonaba más ensamblado, potente y redondo. “Uno de los nuestros” y un “No habrá piedad para nadie” espectacular en el bajo también hicieron las delicias de los anfetamínicos espectadores, dicho esto como referencia a su excitación musical. “Chivo loco”, sin embargo, fue como una bocanada de aire fresco por sus cambios de ritmo, su sonido metálico y la excelente labor de la guitarra y el bajo. ¡Qué coordinación! El bajista Pinky es, simplemente, espectacular.

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“Únete al terror” y “L.E.Y.” sacan una vez más, el Lemmy que llevan dentro: guitarras chirriantes, bajo al galope y voz rasgada, quizás monótona en disco pero efectiva en directo. Dos ratas gigantes a los lados del escenario emitían desde sus ojos luces que cambiaban de color. Fue terrorífico cuando en “Amén” salieron los cuatro con sotanas, con ese ritmo lento y de ultratumba. Tras “Larga vida al infierno”, dedicaron “Patria” al asesino o asesina de Iñigo Cabacas, “que está en la calle”. La recta final fue de infarto, puro speed metal y hard core incendiario. La tremenda “Mi navaja”, de los legendarios Quemando Ruedas, no fue reconocida por un sector del público. “Narkosanto”, “Rock & roll para hijos de perra”, “¿Tenéis speed?” de unos Motörhead que estuvieron sobrevolando en todo el concierto, “Odio a tu puta nación” y “9 mm” hicieron el resto. Una hora vertiginosa y de pura pasión que Podri despidió con un “Adiós y haced siempre lo que os salga de los cojones”, que como mensaje no está mal, aunque es lo suficientemente ambiguo como para significar cualquier cosa.

Por fin, pasadas las once, llegó el gran momento para la reformada banda de Cornellá. La Banda Trapera Del Río (foto encabezado e inferior) se ha lanzado a la carretera para celebrar nada menos que 40 años de su fundación. De aquellos hijos descarriados de la periferia de Cornellá, nacidos en el extrarradio del extrarradio, hijos de un suburbio sin esperanzas de futuro, solo quedan el Morfi y Jordi Pujadas “El subidas”, miembro que ingresó en 1980. Un total de 5 ex miembros han fallecido entre 1994 y 2010, entre ellos los legendarios Juan “Raf” Pulido (batería), Modesto Agriarte “El Tío Modes” (guitarrista) y Emilio Hita “Rockhita” (guitarrista). La muerte se ha cebado con su castigada vida, tanto como con Eskorbuto, RIP o Cicatriz, quienes también sufrieron una auténtica carnicería. No es mi intención embajonar al lector, solo pretendo contextualizar todo lo que significa La Banda Trapera: “Banda porque éramos una banda, Trapera porque vestíamos cualquier cosa que encontrábamos en los contenedores, y río por el río Llobregat”. Pero vayamos a la descarga eléctrica, los decibelios, la fiesta.

Sale La Banda Trapera 2016: Raúl Pulido y Betty Love (guitarra), Carlos Buira “Boliche” (ex-Subterranean Kids, batería), y los históricos “El Subidas” (bajo) y Morfi Grei (voz). Morfi empieza fuerte gritando: “¡Mama, Mama, que tengo miedo! ¡Mama, Mama, que tengo sangre! (…) Ya viene la regla”: En efecto, “La regla”, clásico eterno y macarra sin igual, acaba de hacer su aparición. Chirrían las guitarras y el sonido, sucio y básico, no deja de ser un blues-rock apasionante. Seguidamente vino la enorme sorpresa de “Joven viejo”, ya que no me esperaba, ni mucho menos, que cayera ninguna de aquel estupendo LP “Mentemblanco”, de cuando volvió la banda en 1995. Más caña: “Confusión”, “No dáis la cara” y “Juventud tatuada”. Morfi parece débil, casi hierático. Es cierto, la vida y los excesos pasan factura. Pero está ahí. El tío está ahí, 40 años después, frente al público y vociferando aquellas escandalosas letras. Palabras de venganza de la clase obrera, de sentimiento barrial. Ha vivido en sus propias carnes todo lo que canta. ¿O acaso creíais que “Venid a las cloacas” era una puta broma? Algunos grupos han degradado tanto el punk y el rock macarra, que hay letras que casi suenan a estafa. Pero estos tipos no. Estos forajidos, la caterva de aquel submundo, con “Ciudad satélite (…) el metro al lado de casa, pero de barro hasta el pantalón” gritaron a los cuatro vientos su opresión, convirtiendo el desarraigo en protesta: “Lo que habéis creado acaba de estallar en todos los barrios de mi gran ciudad” (“Nos gusta cagarnos en la sociedad”).

“Misógino” engrosa la lista de temas que con los parámetros de hoy en día serían casi ilegales, aunque yo no la juzgaría así. Es decir, tampoco censuraría “Hey Nena” de Burning, “Paga a tu hombre” de Ramoncín o “Maldito País” de Eskorbuto, aún reconociendo su peso negativo.

Del “Mentemblanco” cayeron otras dos: “Aluminosis corporal” (con el que, por fin, nos saludó el Morfi) y la también genial “Yonki Palace”. La fuerza y agresividad de ambas es descomunal, y de alguna manera, Morfi logra salir airoso. En “Yonki Palace”, que tiene unos tonos tan altos, parecía imposible pero el tío llegaba a las notas más altas, aunque… es como si tuviera alguna ayuda técnica. En medio, “Cómics y cigarrillos” y la espectacular “Eunucos mentales”: guitarreo, ritmo sostenido y en suspenso, y un desarrollo frenético. La banda suena impresionante en todo el concierto: Compacta, poderosa y precisa, bajo la batuta, en mi opinión, de Raúl Pulido, que es quien hace los solos y da sensación de liderazgo, con permiso de “El Subidas”. El repertorio no deja de ser rock rabioso, extremo si se quiere, pero con ese sentimiento y estructuras cercanas al blues urbano, eléctrico y sucio.

A partir de aquí, apoteósica recta final con las canciones más conocidas y puesta a punto de la mayoría del público. “Nacido del polvo de un borracho y del coño de una puta” hizo las delicias de todos, desde la primera fila a la última, igual que “Padre nuestro”, “Nos gusta cagarnos en la sociedad” y las no menos celebradas “Curriqui de barrio” y “Ciutat podrida”, la créme de la créme con sabor a rata. La Trapera se despide y se retira. Han sido los últimos temas los del despertar del público, que, en su sector más juvenil quizás esperaba otra cosa, como si no fueran conscientes de la edad de Morfi y El Subidas. Las primeras filas son otra cosa, con gente bruta pero cordial y educada, de los que te piden perdón inmediatamente después de empujarte sin querer.
Vuelve la banda entre vítores, nos deleita con “Monopatín” y “A mi dosis”, y se retira. Es 2016 y es lo que hay: 1 hora y 10 minutos, que ya es bastante, y fin. La Trapera ha dejado su leyenda y el pabellón bien alto. El público, tanto los muy veteranos (que los había) como los más jóvenes disfrutaron con el triple cartel. Adiós, Banda Trapera, espero volver a veros algún día. Fuisteis únicos.

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