Wolfgang Flür publicó la primera edición de “Yo fui un robot” hace más de diez años en Alemania...

 

 

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Yo fui un robot
Especiales / Kraftwerk

Yo fui un robot

29-08-2011

 

 

Wolfgang Flür publicó la primera edición de “Yo fui un robot” (E

 

Wolfgang Flür publicó la primera edición de “Yo fui un robot” (Ed. Milenio, 2011) hace más de diez años en Alemania. Aunque desde el comienzo del libro Flür afirma que se trata de unas tempranas memorias de su vida, en realidad “Yo fui un robot” se lee como un ajuste de cuentas con Ralf & Florian, rememorando sus catorce años como miembro de Kraftwerk al tiempo que se reivindica a sí mismo entre abundantes descripciones de noches de pasión con groupies varias y hasta con Helmut Berger (aquel hermoso protagonista de “El retrato de Dorian Gray” o “Salón Kitty”).

 

Es curioso, porque si el percusionista de la banda de Düsseldorf buscaba reclamar su pedacito de cielo, la sensación que deja la lectura según avanzan las páginas es precisamente la contraria: mientras el dúo fundador se entregaba a la toma de las decisiones, los dos miembros “asalariados” del grupo disfrutaban despreocupados de las ventajas de su estatus de estrella. Flür apunta a sus compañeros acusándoles de mezquinos e insensibles, y lo hace dejando entrever un profundo rencor que ha ido haciéndose más amargo con el tiempo. Y convierte su proyecto personal Yamo en la prueba empírica de su no reconocida creatividad, cuando “Time Pie” podría pasar por otra referencia más de sus “asistentes” en la grabación, Jan St. Werner y Andi Toma (Mouse On Mars. De los que, por desgracia, hace demasiado tiempo que nada se sabe…). En definitiva, que “Yo fui un robot” termina resultando un tiro por la culata al que, por si fuera poco, arrastra por los suelos la prosa relamida de Flür. Si buscaba rehabilitarse cara al fan, conmigo cuanto menos ha conseguido el efecto contrario...

 

¿Quiere decir todo esto que recomiendo huir del libro de Flür como de la peste? Pues la verdad es que más bien no, sino todo lo contrario. Al menos si te consideras fan de Kraftwerk y/o te apasionan las biografías musicales: posiblemente termines tan enganchado a la lectura como yo lo he estado este verano. Por un lado porque la aventura que el cuarteto de Düsseldorf vivió entre 1974 y 1984 es fascinante y, aunque alguno de ellos lleve años amenazando con hacerlo, hasta el momento ni Ralf Hütter, ni Florian Schneider ni Karl Bartos se han lanzado a contarnos la historia desde su punto de vista. Además, ha pasado el tiempo suficiente y la industria musical ha cambiado tanto, que el retrato de los años ochenta y del entorno de un grupo como Kraftwerk adquiere un aura mítica que difícilmente podemos trasladar a nuestros días. ¿Kling Klang en el siglo XXI? No me hagas reír…

 

Por último, pero tal vez lo más importante de todo: “Yo fui un robot” es un buen retrato de las pasiones humanas, de cómo una montaña rusa de éxito y dinero transforma las relaciones interpersonales, de cómo los amigos se distancian irremisiblemente y sin embargo el rencor supone un combustible vital casi inagotable. En ese sentido las ácidas páginas finales, epílogo escrito diez años después de la primera edición del libro, con tribunales y cruentas vendetas personales de por medio, no tienen desperdicio: ríanse ustedes del "Sálvame". Y eso a pesar de que en “Yo fui en robot” Flür no te va a ayudar a comprender una de las crisis personales y creativas más sorprendentes de la Historia del pop, el día que Ralf & Florian perdieron el interés por la música entregándose con idéntica pasión a la bicicleta. Inasibles por demasiado humanos…

 

 

2 comentarios
  1. Luis!!! Madre mía la de SPAM que os ha enmierdado esto...si leyeras esto, me gustaría saber si acumulas libros como este ("Yo fui un robot") al estilo diogenes o me lo venderías de segunda mano, que es algo sano...un abrazo!

  2. Al leer el libro entiendes perfectamente porqué Ralf y Florian echaron a Flür. Leyendo este libro entiendes que Flür no encaja en el concepto de Kraftwerk. El estilo de la biografía es malo a rabiar. En ocasiones quiere resultar gracioso pero resulta patético, como cuando cuenta que no se pudo tirar a Grace Jones, o su exagerada anécdota homosexual con Helmut Berger.
    Pero lo que me ha superado ha sido ese incomprensible episodio en donde dice que le dolió ver los nuevos robots sin piernas ni brazos del año 1991 en plena guerra en los Balcanes, en donde las minas antipersona mutilaban los brazos y las piernas de la gente. Incomprensible. Resulta tan mezquino y tan pueril que me por fin entiendo a Ralf y comprendo que le echara del grupo para siempre.
    Por si fuera poco Flür asegura que Ralf le pidió volver al grupo pero que lo rechazó. No se lo cree ni él.

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