Cuestión de marca
La singularidad como evento y su atractivo al margen de artistas y cifras es lo que ha diferenciado a estos cuatro festivales y sobre todo les ha salvado de morir de éxito.
En un par de años los festivales crecieron exponencialmente de forma desorbitada. Un crecimiento expuesto en muchos casos en la volatilidad del mercado, que en lo musical se tradujo en una batalla por los cabeza de cartel más mediáticos. Se creció pero se descuidaron los cimientos y la burbuja reventó. Con la crisis económica la teta pública se cortó y las marcas privadas desaparecieron. El modelo era insostenible. ¿Qué salvó de la quema a estos cuatro festivales?. “Tener muy claro qué quieres hacer y no dejarte llevar ni por vaivenes ni por modas. Claridad, paciencia y firmeza”. Comenta Pedro Melguizo y esta declaración de intenciones la ilustra Carlos Espinosa con un ejemplo bastante ilustrativo. “Que los Rolling vengan una vez a tu ciudad no supone que a partir de ahí cada año paren los mainstream en la plaza del pueblo, eso sirve para Madrid y Barcelona, para el resto la programación cultural debe ir equilibrada y sobre todo planificada, el resto son pelotazos y con los pelotazos ya se sabe”. Y la planificación es lo que de algún modo salvó a La Mar de Músicas que pasó de 23 a 10 días de conciertos. Sin embargo como comenta Paco Martín ese recorte se orientó para relanzar el festival en otra dirección y reforzar su valor como activo turístico. “Al ser mas reducido en días tuvimos más publico foráneo que se podían permitir estar mas tiempo en nuestra ciudad” Pero claro para atraer este público, que incluso se desplace de otros lugares, sin un cartel de grandes estrellas que obligue a tirar de la chequera, hay que ofrecer algo especial. Ahí entra esa singularidad en la que tiene que apoyarse cada evento para crear marca. El lugar donde se celebra, el ambiente propio, las infraestructuras, las posibilidades de conjugar cultura, turismo y ocio. Por ejemplo en el caso de la cita de Cartagena es disfrutar de artistas de todos los rincones del mundo a pocos metros de distancia. “Nuestra seña de identidad es ofrecer al publico fiel de nuestro festival la cercanía del espectador con el músico, tenemos siete escenarios la mayoría de aforos reducidos que hacen que el espectador pueda disfrutar del artista casi tocándolo”
Además de ese placer casi tangible está ese otro que pertenece al imaginario colectivo de un conjunto de personas que disfrutan de una filosofía o cultura musical propia y diferenciada, es el caso de Cazorleans, como han venido a bautizar a la localidad jiennense los fieles del Blues de Cazorla o Contempopránea, punto de encuentro del indie patrio. “El prestigio de la marca ha sido una tarea muy personal y trabajada. He cuidado mucho la estética y el mensaje. Es un proyecto con autenticidad porque así lo siento”. En resumen ser fiel a una idea propia como la de un apasionado de la cultura pop como Agustín Fuentes o un proyecto cultural colectivo como el que encabeza Pedro Melguizo. “Construir desde el principio un gran equipo alrededor de la idea de Etnosur. Todos y todas teníamos claro desde el principio qué y cómo queríamos desarrollar el festival”. El resultado además de conseguir sacar adelante un evento que traspasa las fronteras de lo puramente empresarial también logra generar en sus impulsores momentos de satisfación plena. “Para mi en lo personal el año pasado viví un momento especial por lo anecdótico del mismo. Ese año tocaba Andres Calamaro, un artista que a estas alturas no debe demostrar nada más allá de una jerarquía absoluta en América y en España, que ha tocado para miles de personas, pues bien, te aseguro que ver su estado de entusiasmo, nerviosismo, y emoción por tocar en Cazorla y verse rodeado de músicos a los que reverenciaba creo que es señal de que la marca “BluesCazorla” es un sello de prestigio también para el músico, nos respetan y los respetamos y mientras esa sea la hoja de ruta todo debería ir bien”. Y así ha sido, hoy en día cuando todos estos festivales rondan las dos décadas en cartel gozan de un estado de salud envidiable y lo más importante, sin haber perdido un ápice de ese ideario o tratado fundacional con el que nacieron.
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