En general, el documental nos indica de forma implícita que los diez primeros años de la banda fueron cruciales, en lo que tuvieron sus momentos más álgidos e importantes, mientras que la segunda década ha sido un devenir pausado y algo monótono, marcado por la muerte por asfixia de nueve fans en la tragedia del festival Roskilde del año 2000. La conclusión final es que Pearl Jam se han mantenido en el candelero , no tanto por los méritos artísticos de sus últimos trabajos, como por el apoyo incondicional de unos fans que aúnan varias generaciones. Los que vivieron la explosión del “grunge” a principios de la década de los noventa como respuesta al “sleazy” angelino –el documental tiene pocas voces invitadas de aquella época, más allá de la de Chris Cornell (cantante de Soundgarden), dejando claro que no es una aproximación al movimiento, sino un documento sobre una banda en concreto- y las que se han ido incorporando con posterioridad, a medida que la banda se ha convertido en ese dinosauro-rock en el que estaban casi condenados desde el principio, pues el éxito les sobrevino rápido y a veces cuesta de asimilar. Una contradicción que también aparece en el filme, pero de forma inconclusa.
Por lo demás y dada la dificultad de resumir veinte años de vertiginosa carrera y visto el celo que mantienen los integrantes de la banda para pasar de puntillas por los aspectos relativos a su vida privada – no hay imágenes familiares y tan solo Eddie Vedder se permite la licencia de hablar sobre la muerte de su padre biológico al que no conoció como tal- lo cierto es que la película hará las delicias de todos los seguidores de la banda, gracias al valor de las imágenes que atesora y al jugar de forma descarada con la nostalgia de una época en la que todos éramos veinte años más jóvenes. Casi nada.
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