Ayer por la noche presencié el estreno español del documental firmado por Cameron Crowe con motivo de los veinte años de la banda de Seattle. Un excelente repaso a la carrera del grupo con parada en los momentos más alegres y amargos de la misma que , sin embargo, pasa de puntillas por algunos de los aspectos más espinosos de su carrera.

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Pearl Jam Twenty, el peso de los años
Especiales / Pearl Jam

Pearl Jam Twenty, el peso de los años

20-09-2011

Cabe decir que debe ser muy difícil resumir en a penas dos horas de documental, la carrera de una banda como Pearl Jam con veinte años de carrera a sus espaldas. Había, por tanto, que elegir aquellos momentos en los que quieres incidir con mayor entusiasmo y sobre cuales debes pasar de puntillas. Y todo esto no quiere decir que el trabajo del cineasta estadounidense Cameron Crowe no esté a la altura de la historia que quiere contar. No. El documental es magnífico. En especial a nivel visual con toda la documentación gráfica que aporta, pues recoge grandes momentos de las múltiples actuaciones del grupo con imágenes con un impacto visual muy potente – sobrecoge ver de que forma se encaramaba Eddie Vedder por los escenarios de medio mundo, escalando por las torretas de luces y lanzándose sobre el público desde más de 5 o 6 metros de altura, de locos-. Lo que pasa es que el documental se detiene, a modo de reconocimiento, en la importancia que tuvo la banda seminal Mother Love Bone y la huella que dejó en los futuros integrantes de Pearl Jam el fallecimiento de su cantante Andy Wood, y luego pasa de puntillas por aspectos importantes como el cisma que se produce en la banda cuando Eddie Vedder coge los mandos en la dirección artística del grupo, enfrentándose a la dicotomía eterna entre el hecho artístico y empresarial. Él quería moverse en la línea de unos Fugazi y el resto del grupo no estaba convencido del todo de ese posicionamiento ideológico y moral. Es verdad, que durante el documental vemos varias muestras de ese inconformismo del cantante, como la postura arisca y demoledora que adopta a la hora de recoger ese Grammy que un desprendido Stone Gossard tiene medio olvidado en el sótano de su lujosa casa, o la lucha que mantuvieron con Ticketmaster, con imágenes muy esclarecedoras de la declaración de la banda ante la comisión que debía dirimir si la empresa de venta de entradas vulneraba o no las leyes anti-monopolio. El problema es que los conflictos se exponen, pero falta la declaración actual de la banda sobre los mismos y , sobre todo, falta el análisis detallado de como los subsanaron más allá de la manida unión espiritual que el acto creativo por si provoca.

En general, el documental nos indica de forma implícita que los diez primeros años de la banda fueron cruciales, en lo que tuvieron sus momentos más álgidos e importantes, mientras que la segunda década ha sido un devenir pausado y algo monótono, marcado por la muerte por asfixia de nueve fans en la tragedia del festival Roskilde del año 2000. La conclusión final es que Pearl Jam se han mantenido en el candelero , no tanto por los méritos artísticos de sus últimos trabajos, como por el apoyo incondicional de unos fans que aúnan varias generaciones. Los que vivieron la explosión del “grunge” a principios de la década de los noventa como respuesta al “sleazy” angelino –el documental tiene pocas voces invitadas de aquella época, más allá de la de Chris Cornell (cantante de Soundgarden), dejando claro que no es una aproximación al movimiento, sino un documento sobre una banda en concreto- y las que se han ido incorporando con posterioridad, a medida que la banda se ha convertido en ese dinosauro-rock en el que estaban casi condenados desde el principio, pues el éxito les sobrevino rápido y a veces cuesta de asimilar. Una contradicción que también aparece en el filme, pero de forma inconclusa.

Por lo demás y dada la dificultad de resumir veinte años de vertiginosa carrera y visto el celo que mantienen los integrantes de la banda para pasar de puntillas por los aspectos relativos a su vida privada – no hay imágenes familiares y tan solo Eddie Vedder se permite la licencia de hablar sobre la muerte de su padre biológico al que no conoció como tal- lo cierto es que la película hará las delicias de todos los seguidores de la banda, gracias al valor de las imágenes que atesora y al jugar de forma descarada con la nostalgia de una época en la que todos éramos veinte años más jóvenes. Casi nada.

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