Esperando a Dylan
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Esperando a Dylan

Arturo García — 06-06-2015
Fotografía — Carolina Cebrino

Dylan, mito o realidad, o ambas cosas. Seguramente el artista en activo más influyente de la historia del rock. A sus 74 años recién cumplidos es a la música contemporánea lo que los clásicos griegos a la filosofía. “Dylan es el Homero del rock; en ese espectro creo que nadie escapa de su sombra, yo por supuesto tampoco. Estudiando a Dylan el mundo se hace más grande. El Dylan más folk me enseñó a tejer historias y comunicar a través de la música. El Dylan electrificado post 1964 me enseñó que una canción puede ser todo lo que quieras, no hay límites”. Son palabras de Guillermo Alvah, músico gaditano que junto a su banda Los Predicadores pertenece a este ramillete de autores rock que un día se vieron deslumbrados por la luz dylaniana. “Lo primero que escuché, aún púber, fue “I want you”. Espoleada mi curiosidad, adquirí “Blonde on blonde” y , como dicen los angloparlantes, mi mente estalló. Entroncó profundamente con mi manera intuitiva de entender la forma de componer canciones. Por fin tenía un héroe en el que reflejarme, mi particular Virgilio a través de los círculos del infierno y el cielo”. Y es que las canciones de “Dada estuvo aquí” (Funclub’15) el debut en solitario y el proyecto más personal del sevillano Chencho Fernández observan a pie de calle ese deambular de héroes y diablos. Esa bipolaridad que siempre ha acompañado el imaginario de Dylan y que también cautivó al murciano Carlos Vudú a la hora de expresar cualquier sentimiento en una canción. “Pasar de ser un romántico trovador en una canción a escupir veneno a diestro y siniestro en la siguiente. Puede que esté mitificado el personaje, la historia que hay detrás de cada canción. Pero ni una de sus letras o melodías está sobrevalorada”. El cuarto jinete es el jiennense Julio Demonio, que con cuatro discos publicados y una carrera silenciosa es el más aproximado retrato del genio de Duluth a este lado del mundo. “El modo en que Dylan adereza sus canciones, su puesta en escena, sobre todo en los primeros discos, ha supuesto siempre una de mis mejores escuelas. Es un mito y eso no lo vamos a debatir”. Pues sí, a estas alturas, no va a ser ese el debate.

Carlos Vudú

Carlos Vudú foto: Laura Villargordo

Lobos solitarios

Al igual que Dylan, Chencho, Carlos, Guillermo y Julio pertenecen a esa raza de músicos que cabalgan por las praderas del rock en la sola compañía de una guitarra, una libreta y su imaginario personal. Especie protegida.

Bob Dylan encarna la figura del autor rock, del lobo solitario, una especie en extinción. Llamados a abrir las puertas del cielo o arder en el infierno de la indiferencia, por una razón o por otra la decisión está tomada, cabalgarán solos. “Dylan fue una de las figuras que me dieron el empujón a cantar yo solo con mi guitarra, defendiendo mis temas en acústico con un respaldo musical mínimo. En ese campo de batalla lo que dices pesa casi más que cómo lo dices”. Comenta Guillermo Alvah que prepara la continuación de su primer álbum homónimo para otoño, tras una reestructuración en Los Predicadores, la banda que le da respaldo. Por su parte Chencho Fernández, tras militar en aquel proyecto del indie seminal hispalense que era Sick Buzos -ahora de nuevo en marcha- y darse un baño de desenfreno con esa reencarnación del espíritu New York Dolls que son Las Muñecas de la Calle Feria, tocaba mirarse al espejo y escucharse a si mismo. “Desde el principio me ha importado hallar mi propia voz. Decía el recientemente fallecido Manuel Molina que en un árbol ninguna hoja es exactamente igual a otra. Es verdad”. Y así es, y esa hoja suele ser de papel. Porque todo empieza enfrentándose al folio en blanco, a partir de ahí cada uno tiene su procedimiento. “El propio Dylan decía en “Crónicas” que el proceso de creación, es una mezcla de imaginación, observación y trabajo” apunta Carlos Vudú, y es que esos tres elementos confluyen en cada una de las canciones de “Gigantes”, segundo largo del murciano en pleno lanzamiento. Está claro que la inspiración no avisa y llega en cualquier momento así que como apunta Chencho lo importante es que te pille con una libreta en la mano. “Puedo estar caminando y tener que parar sobre el capó de un coche para apuntar algo, estar sentado en cualquier parte y apuntar, mental o literalmente, una ristra de ideas que pueden componer una historia, o estar hablando con alguien y vislumbrar una canción al hilo de la conversación”.

Guillermo Alvah

Guillermo Alvah foto: L. Balmón

Otra cosa son las líneas rojas que nunca cruza la pluma, de qué hablar, cómo, qué es lo trascendente y si lo es, si se puede contar cantando, una cuestión de fondo y también de forma. “Creo que marcarse unos limites sería absurdo. Pienso que se puede escribir sobre lo que sea, por ridículo que nos pueda parecer, siempre que sea sincero. Mejor hablar del cocido que te has metido entre pecho y espalda, que intentar ponerte trascendental con temas seudoamorosos que no engañan a nadie (¿Quién sigue escuchando a Maná?)” Comenta Vudú y Guillermo Alvah le secunda pero tirando de un recurso también muy dylaniano. “No se si tengo líneas rojas, si escribo algo que me afecta demasiado a nivel personal siempre puedo optar por tratarlo en tercera persona y usar a algún personaje que encarne eso que quiero decir”. Chencho Fernández es más taxativo en este sentido. “Lo que simplemente rechazo son los lugares comunes, los tópicos y las soflamas contagiadas del revuelo”. Y hablando de revuelo, la situación social de nuestro país en los últimos años, los síntomas de la crisis económica son fácilmente contagiosos para estos músicos, en otro tiempo, en otro siglo, llamados a ser agitadores de los movimientos ciudadanos. “La situación económica ha provocado que algunos recojan el guante y escriban con más reivindicación y aspereza. Lo hemos visto. No obstante, esos brotes de disconformidad creo que siempre han estado presentes en la música, aunque ahora resulten más evidentes”. Y es verdad lo que dice Julio Demonio, siempre ha habido alguien escribiendo canciones capaces de conmovernos, donde reflejarnos, donde redimirnos, quizá sea el momento de batirnos en duelo con estos pistoleros solitarios, ahora que muchos de nosotros somos esa Señorita Solitaria a la que Dylan se refería en “Like A Rolling Stone”.

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