Diario de gira: G.A.S. Drummers en Canadá, segunda parte
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Diario de gira: G.A.S. Drummers en Canadá, segunda parte

Dani Llamas — 30-10-2017
Fotografía — G.A.S. Drummers

De vez en cuanto nos gusta leer cómo es la vida en la carretera cuando las bandas españolas van más allá de nuestras fronteras. Esta vez contamos con los G.A.S. Drummers, que nos relatan su actual gira por Canadá. Nos lo cuenta su vocalista y guitarra Dani Llamas. Hace unas semanas publicamos la primera parte del diario, que podéis leer haciendo click aquí, y ahora os traemos la segunda.

 Día 6: Ottawa

El sábado amanecimos en Quebec, y, aún no entiendo por qué, pero me desperté muy temprano y decidí irme a dar un paseo solitario por el Viejo Quebec. Entre muros, cuestas, un castillo imponente y unos cañones que asomaban al impresionante río San Lorenzo, recordé la importancia de esta ciudad, tan afrancesada como potente, que fue nuestro cuartel general en aquella primera gira canadiense de 2002.

La noche anterior habíamos preguntado por aquel local, y nadie lo conocía, pero justo cuando íbamos a dejar la ciudad camino a Ottawa allí apareció ante nuestras narices: Toujours Pizza. Aquel establecimiento fue, en 2002, el causante de que después de cada concierto la camiseta, sudada como si fuéramos profesionales del deporte, oliera a pizza. Decidimos inmortalizar el momento con una fotografía en la que salgo bebiendo un café, de aquellos tan amargos como aguados. Y justo después... à bientôt Québec!

Tras cinco o seis horas conduciendo en paralelo al río San Lorenzo, haciendo nuestras rigurosas paradas en Tim Hortons (¿no os he hablado aún de Tim Hortons?), llegamos a la capital de Canadá, Ottawa. No muy lejos del lugar en el que se encuentra el parlamento está el Bronson Centre, una especie de teatro multiusos propiedad del ayuntamiento con capacidad para unas novecientas personas, casi todas sentadas.

Cuando llegamos, Propagandhi estaban aún haciendo su prueba de sonido, y comprobamos rápidamente que el sonido era increíble. Aquel día habíamos llegado un poco más temprano que de costumbre y así estuvimos mucho más rato de charla con nuestros amigos de Winnipeg, de los que habría que despedirse al día siguiente. Sulynn ya se había incorporado al club de hispanoparlantes, Chris veía un partido de hockey en el camerino, Todd y yo estuvimos hablando cuarenta minutos sobre All y Katatonia y Jord me trajo unos regalos de parte de su hermana Jana para mis hijas. Jana estuvo un par de meses en mi casa de Sevilla. Y, así, en los camerinos, casi sin darnos cuenta, llegamos al momento de la acción.

El concierto fue intenso, estrenamos la canción nueva que habíamos grabado dos días antes y la gente reaccionó muy bien. Gozamos especialmente de esta actuación. Al recoger, nos fuimos con parte de Propagandhi a tomarnos un par a un garito, un rato especialmente divertido. Nos marchamos a una ciudad cercana para dormir en un motel, uno de esos que acostumbramos a ver en las películas, con entrada directa desde el aparcamiento. Un lugar un tanto extraño, con idas y venidas de gente de las habitaciones toda la noche. Nosotros, exhaustos, teníamos al menos camas y ducha. Lo mínimo que necesitábamos después de tanto tute.

Día 7: Montreal

Llegamos temprano a Montreal. La sala, el Club Soda, es de aquellas típicas con el frontal enmarcado en bombillas anaranjadas en el que aparece el nombre de las bandas en letras de placas sobre fondo blanco iluminado.

Desde temprano estuvimos compartiendo el camerino, risas e historias con Propagandhi. Era el último concierto juntos de la gira, y había ido todo tan bien que todo nos resultaba emotivo.
Nuestra amiga Sara bajó desde Quebec y nos acompañó toda la tarde, incluso se encargó de vender nuestras camisetas y discos. En un momento dado, antes de salir a tocar, nos llegó al mail la canción que habíamos grabado y corrimos todos a escucharla a la furgoneta, con Chris de Propagandhi que nos pidió poder acompañarnos… Sonaba genial, sobre todo para haber estado grabada en directo durante un rato pequeño.

Llegó la hora de tocar delante de un Club Soda lleno desde temprano, cosa que agradecimos, y esta vez sin valla de protección entre público y escenario. Fue nuestro mejor concierto de la gira, la gente incluso bailaba y cabeceaba delante de nosotros. Entre bambalinas, los chicos de Iron Chic a un lado y los de Propagandhi al otro nos observaban tocar.

Cuando atravesamos la sala para dirigirnos al puesto de discos y camisetas, mucha gente nos paraba para felicitarnos. Solo por esa sensación instantánea ya valía la pena toda la gira. Allí se habían personado algunos amigos que, por casualidad, ahora estaban viviendo en Montreal, una ciudad especial, maravillosa, que hacía de broche de oro para nuestras fechas con nuestros admirados Propagandhi.

Iron Chic también facturaron su mejor concierto de la gira, y llegó el momento para disfrutar por última vez de nuestros queridos compadres de Winnipeg. Lo clavaron. La sala enloquecía, las canciones se sucedían con unas mil gargantas coreando al unísono, puños arriba, nosotros incluidos.

Fue una despedida eterna, abrazos, foto de equipo, regalos. Les estaremos eternamente agradecidos, puesto que han demostrado ser enormes en todos los sentidos. Los seis, incluyendo a Sara, nos desplazamos al oeste de la ciudad a dormir a casa de nuestro amigo Paget Williams, que no estaba en la ciudad. Nos acogió su mujer, Nury, una mejicana encantadora que nos hizo sentir todo el tiempo en casa.

Día 8: Hamilton

Ahora llegaba la parte más difícil de la gira. Nuestros últimos tres conciertos en garitos, alejados del éxito que acompañaba toda la gira con Propagandhi.

Ese lunes lo pasamos todo el día dentro de la furgoneta. Íbamos parando cada rato en Tim Hortons. Café, muffins, sandwiches de queso, donuts, todo en bucle. Fue desesperante. A las ocho de la tarde llegamos a la sala Casbah de Hamilton, una ciudad de clase obrera industrial a una hora al sur de Toronto. Aquella noche tocaban cuatro grupos en total, para que un lunes no fuera un total desastre. Lo mejor, aparte de un trío de pop rock muy radiable que tocaban de la hostia, fue el técnico de sonido, que entre grupo y grupo nos deleitaba con una selección musical perfecta de punk de los ochenta y power pop clásico.

El concierto en una sala de unas trescientas personas de capacidad fue muy divertido. El local sonaba increíble y te hacía entender que cualquier garito acondicionado para conciertos en Canadá tiene unas condiciones bastante buenas y favorables para cualquier músico. Los chicos de Cloverdrive, una de las bandas que tocaban, nos prepararon un catering de bienvenida y nos alojaron en su casa en Oshaga, otra ciudad dormitorio al norte de Toronto, así que tuvimos que conducir un par de horas al acabar.

Día 9: Ottawa

El martes volvíamos a Ottawa para tocar con una de mis bandas preferidas de la historia, The Nils, de Montreal. La historia de The Nils es curiosa, porque sus dos miembros fundadores, Alex y Carlos, nacieron en España. El sonido de The Nils es un cruce entre cualquier banda de Minneapolis, por ejemplo Hüsker Dü o The Replacements, y aquellas del sello Taaang! de Boston, como Lemonheads o Moving Targets. De hecho, en los ochenta, The Nils eran una banda de culto, de ahí que sean reivindicados por popes del indie rock de los noventa como Mac de Superchunk o el propio Evan Dando. De la banda original queda Carlos y el guitarrista. Ahora Carlos toca el bajo y canta. Su hermano menor y cantante original, Alex, falleció hace unos años.

Llegamos a la sala. Quedáos bien con el nombre: House Of Targ. Imaginaos (aunque tenéis una foto arriba) un garito lleno de máquinas de videojuegos Arcade míticos de los años ochenta y noventa, y con una colección increíble de máquinas de pinball. Neones, empanadas, y en medio un escenario pequeño con un equipo propio de la sala que sería la envidia de muchas bandas consagradas que conocemos. Como nos colamos de último minuto en ese concierto, nos tocó abrir. Carlos Soria de The Nils observaba al fondo. Steve Adamyk, héroe local del power pop y el punk, cabeceaba desde un lateral. Cuando acabamos nos dimos un buen lote de jugar a casi todas las máquinas, mientras tocaban Dead Weight y The Steve Adamyk Band lo petaban.

Entonces, con algunos problemillas técnicos, se subieron The Nils. Por muchos problemas o inexactitudes que pueda tener una banda, si tienen canciones como esas, todo se olvida. Entre su repertorio clásico (“Daylight” o “Bandito Calling”, por ejemplo) y nuevas canciones, fueron colando alguna versión. “Pink Turns To Blue” de Hüsker Dü, “Can’t Hardly Wait” de The Replacements, o “Don’t Cry No Tears” de Neil Young me estaban haciendo vibrar. Y entonces sucedió algo mágico (inmortalizado en la foto de abajo). Carlos me hizo subir para cantar “Young Man In Transit”, que es mi canción preferida del primer disco de The Nils, y que de la que G.A.S. Drummers grabó no una, sino dos versiones distintas hace muchos años. Fue uno de esos momentos que me llevaré conmigo para siempre.

Nos despedimos con premura y nos hicimos doscientos kilómetros para dormir en otro de aquellos hoteles de carretera, este mucho más señorial que aquel motel de yonkis del sábado anterior.

Día 10: Toronto

Y llegó el último día, en el que aprovechamos para disfrutar por última vez de nuestro barrio preferido de Toronto, Kensington, y de Chinatown. El garito en el que teníamos que tocar era pequeñísimo. Se encontraba en la parte de arriba de un bar llamado Sonic Café. Era muy significativo para nuestro tour manager, Matt, porque es el bar al que acostumbra ir casi a diario. No fue difícil abarrotarlo, y compartimos noche con dos bandas muy interesantes, muy al estilo, por ejemplo, de Jawbreaker: Turtle Neck y Hangtime.

Nuestro amigo Johnny de Trigger Happy estaba allí para celebrar nuestra última noche. Y aquello fue el acabose. Como sardinas en lata, aquello parecía que se iba a hundir, y fue un concierto muy divertido en el que teníamos que darnos codazos para asegurar nuestra posición. Nos reímos bastante, gastamos unas cuantas bromas y luego, al recoger, nos quedamos, ahora sí, celebrando el final de esta maravillosa experiencia. Brindábamos y recordábamos anécdotas ya míticas con nuestro querido Matt.

Esta vez Canadá nos ha parecido el mejor lugar del mundo. Hemos podido disfrutarlo como personas adultas, y nos ha renovado por completo las energías como grupo. Nos vamos pero haciendo planes para volver pronto. Que esta vez no tengan que pasar otros quince años . Ha sido inolvidable.

Gracias a todos por seguir ahí.

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