El verano del amor
Entrevistas / Crystal Fighters

El verano del amor

30-11-2010

No se lo planteen más. Cristal Fighters no son navarros, aunque pretendan hacérnoslo creer en su myspace. Son británicos y están aquí para que, con “Star Of Love”, baile hasta el apuntador.

La vida nunca es tan interesante como para contarla tal como es. Por eso me importa bien poco si el rumor de que Crystal Fighters tomaron su nombre de una ópera o se les ocurrió una noche de fiesta es verdad, beso o atrevimiento. “Star Of Love”, su álbum de debut, no justifica la cantidad de elogios que, desde hace un par de años, se han dedicado a la banda de Londres, pero sí los dos singles que editaron (y que están el disco, el segundo en una nueva mezcla) en Kitsuné. “I Love London”, “In The Summer” y “Xtatic Truth” son temazos con los que tres tipos con pinta de asilvestrados que pasan de tener un trabajo normal para golpear instrumentos primitivos de madera con un palo han puesto la escena dance patas arriba y sin ropa interior. Probablemente tampoco justifica esta página, pero a quién le importa si tienen canciones de ritmo galopante como para bailar hasta echarse a perder y quedar disecado delante de un altavoz. Cierta o no, la historia es suficientemente buena como para interesarse por ella. (Gilbert) “Conozco a Sebastian, que es el que canta en el grupo, desde hace años. A través de amigos comunes coincidimos con Grahan en 2007 y conseguimos convencerle para que viniera desde Estados Unidos a tocar la guitarra con nosotros. Al principio tal vez juntábamos demasiados estilos mientras que buscábamos nuestro sonido, hasta que Laura, una de nuestras vocalistas, apareció un día con un cuaderno que pertenecía a su abuelo, que acababa de fallecer. Lo había encontrado al poner orden en su casa del País Vasco, y era una ópera que estaba sin terminar. Tenía partes en verso y otras en prosa y todo era sobrenatural, salvaje y bastante demente. Hacía referencia a la tradición musical vasca y a su mitología, y quedamos fascinados. No conocíamos nada de esa cultura y quisimos investigar, siempre nos ha interesado mucho la música europea. Nuestro nombre viene de uno de los pasajes de la ópera, que estaba escrita en euskera y en inglés”. Con una mezcla de influencias más dicharachera que un crítico musical en una barra libre, el disco no hace verdadera justicia a una banda de directos incendiarios, y que tienen la decencia de no tocar nunca sus temas de la misma manera sobre el escenario porque consideran que es estafar a su público. Eso es actitud. (Gilbert) “Somos una banda de directo, no montamos un grupo para grabar discos sino para dar todos los conciertos que podamos y tratamos de hacer canciones nuevas cada noche. Los temas son los que son y la base va a ser siempre la misma, pero trabajamos cada uno al preparar los conciertos para que nunca sean idénticos porque creo que sería insultar a nuestro público. Es verdad que nos preocupa que la gente pueda querer algo más fiel a lo que hemos grabado, sobre todo cuando el disco esté un poco más rodado. Por mucho que lo intentemos, nunca vamos a poder sonar en un estudio como lo hacemos en el escenario. La atmósfera de la sala y la gente bailando te hacen tocar de una manera diferente a como lo haces cuando estás concentrado en grabar”. Podían haber aprovechado el tirón de sus primeros singles y optar por la electrónica machacona, pero era una fórmula que no terminaba de funcionar, al menos para ellos, aunque leyendo las críticas de sus primeros conciertos, el resumen siempre es el mismo: fiesta. (Sebastian) “Andrea, nuestro batería, acaba de llegar al grupo. Para nosotros ha sido un gran cambio porque estábamos acostumbrados a trabajar con las cajas de ritmo, y eso se reflejaba en las canciones que hacíamos. No acababa de llenarnos; y hemos añadido un nuevo elemento a los conciertos para hacerlos más interesantes para la gente que no nos conoce o que nos ha visto sólo una vez, y una nueva variable a tener en cuanta a la hora de componer. Grabamos muchas baterías en el disco, lo que unido a que llevamos dos chicas que cantan, ha dado un giro a las canciones del que estamos muy satisfechos. Cuando estás tocando, es completamente diferente que el ritmo te lo marque una persona o una máquina, no imaginas lo que ayuda y la fuerza que te da”.
En lo más básico, “Star Of Love” es un disco de pop. Con la euforia de Fischerpooner, por poner un ejemplo, de los beats ibicencos, del dubstep, del electroclash más vacilón (y también del más evidente) o el petardeo desbocado. Con temas tan diferentes como “Champion Sound” o “I Do This Everyday”, casi es increíble que el conjunto no rechine por (casi) ninguna parte, en mi opinión porque antes de pasar por el estudio lo han evaluado en el mejor campo de pruebas posible: la pista de baile. Allí donde las respiraciones entrecortadas, los quejidos y el ruido sordo de los golpes de los cuerpos al colisionar forman una comunidad invisible en la que el individuo deja de existir. Allí donde solíamos gritar, antes de considerar que el post-rock y la americana casaban más con nuestros recién estrenados treinta años . Y no es una exageración, pregunten a alguien que les haya visto en directo. Al mismo nivel que un día malo de Delorean, no les digo más. (Sebastian) “Todo estaba grabado desde hace un año aproximadamente, y cuando llegamos al estudio lo teníamos prácticamente todo escrito, pero nos llevó bastante tiempo saber qué es lo que queríamos incluir en el disco. Somos tres almas diferentes, con tres grupos de influencias y tres pasados en la música detrás que había que combinar. Discutimos mucho sobre el orden de las canciones porque queríamos estar seguros de qué tema seguiría a otro. Estoy de acuerdo en que hay varios estilos diferentes a lo largo del disco y creo que lo que le da continuidad es la tradición del País Vasco de la que te hablaba antes. No sé si en el siguiente seguirá teniendo la misma presencia, pero sin duda es lo que une canciones que pueden sonar bastante distintas entre si”. No siempre fue así, al principio tiraban más hacia lo acústico y el synth-pop, pero al hábito se llega por la repetición, eso esta muy claro, aunque un pequeño poso de tranquilidad –“Plage” y “At Home”- todavía puede encontrarse a lo largo de la hora escasa de su primer trabajo. Como diría una madre, da gloria verles golpear una txalaparta plantada en el medio del escenario, y la percusión de este instrumento tradicional es imbatible, casi maniaca. Unido a líneas de bajo sencillas, efectivas y a veces también efectistas, el resultado funciona. (Gilbert) “Nos ha influenciado mucho la música tradicional del País Vasco, esa especie de folk que ni siquiera es muy conocido en España y que nosotros hemos mezclado con elementos contemporáneos del dance. Hay danzas vascas que tienen casi trescientos años de historia y hay melodías que dan miedo, pero que tienen una pasión y una energía impresionantes. Hemos estudiado esta tradición, y quisimos aprovecharlo para producir nosotros mismos el disco. El sonido es omnipotente, hay amor, la fuerza de un país que ha estado oprimido mucho tiempo, odio, amor, perdón y supongo que esperanza”. Bonitas palabras, pero uno sigue teniendo la sensación de estar delante del hype del momento. Aun así, tiene poca importancia. Los grupos pasan, pero las canciones se siguen pinchando. Y siempre que haya un DJ con algo de cerebro de por medio, seguiremos bailando. Que a eso hemos venido.

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