Es alentador comprobar que, tal y como está el panorama, todavía hay grupos que apuestan por propuestas más atrevidas y, a priori, más minoritarias, y si además el resultado es un álbum de debut con un sonido compacto y de personalidad marcada que muchas bandas con trayectoria ya querrían, acompañado de una producción envidiable, la alegría ya es infinita.
Que se trata de un disco instrumental ayuda a crear la sensación de que cada tema forma parte de un global, una sola pista con infinidad de cambios de ritmo y de género que van de la psicodelia al kraut rock, pasando por el post-rock o incluso la rítmica bailable. Ocho temas que podrían ser veinticuatro porque no tienen una estructura definida, sino un hilo conductor que va cambiando a medida que avanza y que puede llevarte de Pink Floyd a una tempestad al más puro estilo Mogwai. Una joya que recalca que necesitamos más muñecos en este escenario, a menudo gris y uniforme, repleto de marionetas clonadas.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.