Barragán
Discos / Blonde Redhead

Barragán

6 / 10
Luis J. Menéndez — 18-08-2014
Empresa — Kobalt/Popstock
Género — Pop

Puede que durante un tiempo Blonde Redhead fuera la banda más molona de todo el planeta. Más allá de una imagen que parecía robada de un fotograma de Greenaway -la languidez de Kazu Makino enmarcada por los rostros simétricos y renacentistas de los Pace- la banda neoyorquina dotaba de emoción sincera a unas canciones cocinadas al fuego del post-hardcore. En un momento en que Fugazi representaban el ruido y la furia del alt-rock yanqui y también el ejemplo a seguir, Blonde Redhead venían a ser su reverso arty y sofisticado.

Para el que esto escribe el grupo tocó techo con “Melody Of Certain Damaged Lemons” (2000) y “Misery Is A Butterfly” (2004), dos álbumes que dan paso a una etapa de reinvención coincidente con su paso por 4AD: sonidos vaporosos, experimentos electrónicos, pérdida de protagonismo de las guitarras,… Que a su vez desembocan cuatro años más tarde en este noveno largo en el que mantienen la apuesta por decelerar las pulsaciones y con el que rinden tributo desde el título al arquitecto modernista Luis Ramiro Barragán.

Al propio disco le cuesta arrancar, con una desconcertante intro instrumental de aires folk que da paso a la esquelética “Lady M” -apenas un redoble de batería, la voz susurrante de la Makino y la progresiva aparición de una instrumentación que nunca llega a tomar el mando del todo-. Ese aire de indefinición, de bosquejo deliberadamente abandonado antes de tiempo sobrevuela todo el disco, aunque las líneas maestras cambien en función de los temas. Como en el trabajo de Barragán, parece que lo meramente ornamental haya sido deliberadamente descartado en beneficio de un funcionalismo estético.

Interpretada por Simone, “Dripping” es DFA sin cafeína; la apática “Cat On Tin Roof”, dominada por una tontorrona línea de bajo, simplemente no pasaría de descarte en los anteriores discos de Blonde Redhead. Y cuando el grupo empieza a recuperar ya en la recta final del disco algunas de sus señas de identidad –“Mind To Be Had” con esa apropiación tan suya de la rítmica de Can, o los característicos temas de rock torcido y melancólico con ambas voces dándose réplica- la impresión es que definitivamente algo se ha perdido por el camino en un viaje de ida y vuelta en el que el grupo juega a vestir y desnudar sus canciones.

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