¡Quemad Madrid! (o llevadme a la López Ibor)
Libros / Raquel Peláez

¡Quemad Madrid! (o llevadme a la López Ibor)

8 / 10
Luis J. Menéndez — 29-07-2014
Empresa — Libros del K.O.

Tanto si vives en la capital como si has dedicado unos días a hacer turismo por la ciudad es posible que conozcas una serie de libros titulados “Madrid oculto”. Sus autores son Peter y Mark Besas, padre e hijo de origen norteamericano, y en ellos vamos a encontrar curiosidades relacionadas con el origen y la historia de la ciudad, poniendo el acento en los aspectos más truculentos, las leyendas y la crónica negra.

Al igual que sucede con los Besas, no puede interpretarse como casual que la autora de “¡Quemad Madrid! (o llevadme a la López Ibor)” haya nacido lejos de la capital del reino, que aterrizase ya adulta para hacer de la a priori inhóspita urbe su, ¡glups!, hogar. Es una historia que se repite a diario, la del joven de provincias (y en algún caso hasta extranjero) que una vez terminados sus estudios se va a probar fortuna y termina “enamorándose” de una ciudad tan cruel como cargada de posibilidades. Y, a su manera, “¡Quemad Madrid!” es la peculiar declaración de amor de esta leonesa de pluma afilada que arranca con un incendio emocional en su Ponferrada natal y termina con otro, el del edificio Windsor, que se convierte en metáfora del Madrid de nuestros días: el del todo vale, los chanchullos inmobiliarios, los despidos en diferido y los sobres que en vez de cartas de amor contienen billetes de 500€.

Por supuesto que hay bastante de cinismo en este retrato del Madrid contemporáneo que va de la megalomanía olímpica al noble origen de los sándwiches del Rodilla, pasando por la Malasaña de Esperanza y Los Punsetes –dice Raquel que en el Nasti se ligaba mucho. Pues sería ella…-, las casas de Carmen Martín Gaite en la Sierra o Javier Marías en los Austrias, el boquete que aún se percibe en Claudio Coello por la voladura del coche de Carrero Blanco, el Vips de Princesa y tantos otros rincones, algunos habituales de las guías de viaje para guiris y otros que identificarán como propios ese joven urbanita madrileño que se precie de serlo.

También se detecta cariño y hasta pasión por una ciudad que parece aún más inabarcable al sumergirse en estas 250 páginas ilustradas por Alfonso Zapico y que se leen del tirón. Y sobre todo el olfato de esa periodista que en determinados pasajes pugna por hacerse dueña de la situación tirando de la manta de las recalificaciones malolientes o descubriendo las sorprendentes conexiones entre Goya, George Washington y uno de los precursores del fenómeno Masterchef.

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