El árabe del futuro
Comics / Riad Sattouf

El árabe del futuro

9 / 10
Luis J. Menéndez — 19-03-2015
Empresa — Salamandra

Riad Sattouf formó parte durante una década de la revista francesa Charlie Hebdo, una colaboración por cierto que La Cúpula recopiló el año pasado en un tomo bajo el nombre de “La vida secreta de los jóvenes”. Ese dato unido a su origen árabe y el propio título (y contenido) de este álbum empujan inevitablemente a relacionar la publicación de “El árabe del futuro” con la matanza reciente en la redacción de la revista. Y no sólo eso: parece que Sattouf se haya convertido en un referente para interpretar las relaciones entre Francia y los países árabes, algo de lo que el autor se quejaba irónicamente en una entrevista reciente: “Desde que he publicado 'El árabe del futuro' me piden mi opinión sobre todo tipo de temas: la circuncisión ritual, el velo... Debería haberme convertido en ministro”.

Pero más allá de la oportunidad del lanzamiento en España de este primer volumen (parece que por lo menos habrá dos más), el premio a la mejor obra en la última edición de Angulema avala la importancia de una obra con múltiples lecturas. Al igual que en su día hiciera Marjane Satrapi en “Persépolis”, Sattouf (hijo de sirio y de francesa) echa la vista atrás para rememorar una infancia que transcurrió entre la Libia de Gadafi, la Siria de Hafez al-Asad y la Bretaña francesa. Lo hace con una inocencia casi nostálgica, cercana a los álbumes que protagoniza el Martín Mostaza de Fermín Solís (un autor, por cierto, bastante cercano también en el aspecto gráfico). Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con el trabajo de Solís, difícilmente nos vamos a sentir reconocidos en el mundo que rememora “El árabe del futuro”. Sattouf muestra una sociedad marcada por el desprecio a la mujer, el odio interracial y en la que manda la ley del más fuerte, lo que conduce inevitablemente a la violencia. Pongámosle lazos de colores, justifiquémoslo a partir de la diferencia cultural, pero lo cierto es que el mundo que Sattouf muestra a través de los ojos de un niño fascinado a la vez que temeroso, resulta totalmente inaceptable desde valores éticos universales.

De hecho no es una sino tres las miradas a través de las que se articula esta tragicomedia. Por supuesto la de ese niño de larga melena rubia que causa tanta admiración como rechazo entre los familiares sirios, pero también la de Abdel-Razak, el idolatrado padre que se maneja entre constantes contradicciones. Orgulloso de ser el único miembro de su familia estudiado, sueña con que la ilustración llegue a los países árabes al mismo tiempo que defiende con fervor las dictaduras que metan en vereda a sus conciudadanos. A lo largo del libro se aprecia su evolución desde el descreimiento religioso y la apertura a los valores de derecho y libertad occidentales, a una cada vez más intensa inmersión en la cultura panarabista.

Pero aún hay una tercera mirada dentro del libro, la de la madre de Sattouf que sigue a su marido a Libia y Siria, permaneciendo muda las más de las veces, tal y como corresponde a su papel de mujer en el mundo árabe. Sus pensamientos hay que intuirlos, interpretar una mirada siempre alucinada con la que parece aceptar muy a su pesar ese rol de sufrida madre y esposa cada vez más al margen, cada vez más anulada como persona. La evolución interna del personaje desde ese episodio inicial en que sufre un ataque de risa al locutar en la radio los ridículos panfletos propagandísticos del régimen libio hasta el horror de ver cómo unos críos matan a patadas a un perro cachorrillo es uno de los misterios de un cómic que funciona en diferentes niveles: como material humorístico, análisis de las difíciles relaciones entre Occidente y el Mundo Árabe, como una reflexión sobre el arraigo y su efecto sobre la familia o simplemente como un magistral relato del despertar al mundo en los años posiblemente más determinantes de nuestra vida, los de la infancia.

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