"Yo no soy el protagonista de mi nuevo disco"
Entrevistas / Leiva

"Yo no soy el protagonista de mi nuevo disco"

Yeray S. Iborra — 16-07-2022
Fotografía — Archivo

Si dos cabezas piensan mucho mejor que una, ¿cómo cuentan quince voces una historia? “Cuando te muerdes el labio” (Sony, 21) es el último disco de Leiva. El primer álbum de dúos del madrileño es también su mejor disco en solitario. El músico anda de gira por las principales ciudades españolas y latinoamericanas.

Leiva se fue a Ciudad de México en plena pandemia, antes del histórico Vive Latino. “Peligrosamente dark” nace en ese contexto: el artista sitiado en un hotel poco antes del encierro mundial, la visita de Silvana Estrada y un momento de incertidumbre para la humanidad que arrojó pop. Volvió a la capital por supervivencia, para no marchitarse durante la pandemia. Allí retomó composiciones también con Daniela Spalla. La artista le presentó a Adán Jodorowsky, que acabó siendo uno de los productores del álbum. Junto a Spalla terminaron “Cuando te muerdes el labio”, que da título al disco y que llevaba años en barbecho.

Se sumaron hasta doce voces más a las ya citadas, todas ellas conocidas en la carretera y durante años. Los combos con Zahara, Natalia Lacunza, Zoe Gotusso o Tulsa llevan al ex Pereza a melodías y arreglos totalmente nuevos. Menos épicos, más sugerentes. Donde no llega su voz, lo hace la de sus compañeras de viaje.

Juntarte con catorce voces en un momento postencierro… Es un disco que capea la pandemia. Te la jugaste.
Hay un acto de voluntad. Me he pasado la pandemia viajando y grabando. Era un momento muy complicado para poder hacer un disco como este, pero no quería que el disco consistiera en grabar a distancia. Su naturaleza no lo permitía: nace de un montón de encuentros personales y de cruzarme con un montón de artistas viajando por el mundo.

¿No es un disco de colaboraciones al uso?
La semilla del disco son años de viajar por el mundo y encontrarme con artistas; hacer música, charlar, escuchar sus discos en sus casas. Cenar, tomar un vino y darme cuenta de que verdaderamente hay una escena muy poderosa de una generación de artistas, una parte importante, muy emergente. Gente muy joven que está haciendo las cosas muy bien y de una manera muy, muy interesante.

¿Qué tienen en común todas ellas?
La forma en que están dando altavoz al folclore, modernizado y con un pie casi en la vanguardia. En algún punto me di cuenta de que estaba teniendo encuentros que me estaban dejando mucho. Me apetecía escribir canciones para todas ellas. Realmente esa es la explicación. ¿Y por qué no, en vez de sentarme a hablar de mí, me siento a escribir para ellas, ad hoc para cada una de ellas?

¿Incorporando su visión?
¡Claro! Ellas reinterpretan mi propia mirada de las canciones. Tomé la decisión de viajar, de irme a vivir a Ciudad de México, en un momento en que estaba “prohibido”... Lo conseguí gracias a su generosidad. Tomé la decisión “incómoda” de irme a vivir a México en plena pandemia, hacer el disco con todos los riesgos que suponía, porque quién sabe… Si alguno se ponía malo en ese momento era una catástrofe económica: estar allí era una pérdida de dinero, una pérdida de muchas cosas. Pero bueno, aposté. Como dicen los mexicanos: “cuando tiene que ser, aunque te quites; cuando no, aunque te pongas”. Y así fue. El disco fue un disco antipandémico. Muy conectado con los tiempos de antes. Pretelemático, así que estoy muy contento de haberlo podido hacer.

Por “La estación eterna” parecía que pasaste la pandemia muy encerrado… Y jodido. Contrasta con lo que me cuentas.
Estuve encerrado. Me fui a tocar el Vive Latino y además justo estábamos en el hotel con Tangana y Pucho (Vetusta Morla) y veíamos el comienzo de la pandemia; empezaban a morir mil personas al día en España y nos agarró allí a los tres. Tomé la decisión de que no viajara mi banda a tocar al festival y tocar solo. Fue una cosa muy loca. Había 90.000 personas; tocaba el mismo día que Guns 'N Roses. Después de tocar iba a empezar a grabar el disco dos días después, pero estaba la cosa muy fea en casa y me parecía un poco egoísta no volver y tratar de saltarme la pandemia allí. Me daba miedo que enfermara alguien de mi familia y no estar. Entonces cogí un avión y me vine. Y aquí sí que viví los primeros tres meses de encierro. Esos primeros tres meses fueron “heavys”, encierro total, como para todo el mundo.

¿Nació algo de ahí?
No tuve un proceso creativo más que la canción que citabas, que coincidió con mi cumpleaños. Una circunstancia bastante bizarra porque yo tenía idealizados los cuarenta y lo celebré ahí con mi compañera, Maca y mi hermano, Juancho. Cuando las cosas parecía que empezaban a ponerse un poco mejor, ya fui a vivir a México, y no solamente a México. En México estuve viviendo unos meses, armé una banda, pero después fui a grabar un disco a Chicago y a mezclar al desierto en Texas.

"Es un disco que me ha regalado, me ha regalado hacer música con gente que verdaderamente me conmueve"

¿Dos proyectos en paralelo?
Con Adán, Adán Jodorowsky, y con otros chicos de aquí, como el fundador de Molotov, hemos armado una banda, sí.

Adán ha quedado en “Cuando te muerdes el labio”.
Adán es el productor del setenta por ciento del disco. La otra parte la hice en España con Carlos Raya. El disco lo grabamos Raya y yo; hacía mucho tiempo que no grababa yo baterías, bajo, guitarras. Vino también César Pop.

¿Qué papel tuvo Adán?
Hay una impronta muy importante de Adán en el sonido. Tenía muy claro que de alguna manera necesitaba cierta ruptura con ese “Nuclear” corpulento, sonido “hit”.

¿Menos lleno todo?
Bajar revoluciones, quitar pirotecnia y hacer una cosa un poquitito más retro, más antigua. En el fondo, si escuchas "Histéricos", es totalmente Neil Young. Sonido totalmente desaconsejado por cualquier experto en la industria [ríe].

Pero si querías que viviesen las voces, había que eliminar mucha instrumentación.
Hay que tener la valentía de abandonar viejas fórmulas que sabes que funcionan... Y buscar, quitar, quitar, despojarte, y que el texto tenga una importancia mayor. Más allá del sonido de la producción, hay un compromiso con el texto muy grande. Y ya que me he sentado a escribir para un montón de compañeras, lo justo es que ese texto, tuviera un espacio musical, ¿no? Y también mola, porque en un punto yo no soy el protagonista de mi nuevo disco. Esto se lo explicabas a tu compañía de discos y…

¿No gustaba?
Lo normal era intentar encontrar un elenco de artistas “top”, para tener una contraportada con nombres “top”. Pero la mayoría de los nombres de este disco no son conocidos. Y eso me gusta. Es un disco que me ha regalado, me ha regalado hacer música con gente que verdaderamente me conmueve. No estaba pensando en los réditos. No estaba pensando en qué podía aprovechar de cada una de ellas. Al contrario, he hecho el disco que me apetecía hacer. Me ha quitado el ojo crítico que suelo tener a la hora de producir y a la hora de escribir. Así que me he sentido un poquitito más libre.

¿Era difícil que no sonara a una cara B de tu carrera? ¿A un experimento?
No sé. Pero no es una transición, es otro disco más. Es un proyecto con concepto, o sea, es otra idea de lo que yo puedo hacer, pero es un disco mío, no es un disco de Leiva con colaboraciones, es un disco de Leiva construido con una serie de gente. Indudablemente yo siempre tuve una querencia por hacer un disco como el de M. Ward cuando sacó un proyecto que se llamaba She & Him. Me gustó especialmente y lo escuché mucho. Ahí me di cuenta de que yo no soy un buen cantante. Solo soy cantante de mis propias canciones y mi voz suena mejor cuando canto con una mujer. Esto me sucede desde el principio y me hace situarme en un tono bastante más grave del que suelo cantar; creo que ahí mi voz está más bonita de lo normal.

¿Siempre has sabido eso? ¿Desde la época de Pereza también?
La primera vez que me lo planteé fue con Ximena Sariñana, hace quince años ya. Ella se vino a mi casa a vivir un par de semanas y a escribir canciones para un disco que estaba haciendo. Somos amigos desde hace muchos años. Y pensamos en hacer un disco juntos. Fue la primera vez que me sobrevoló la idea, siempre me apeteció. Lo que pasa es que no dije “tengo que hacer un disco con mujeres”. Conforme fui viajando me fui enamorando de un repertorio y de una idea, un volumen de artistas que realmente me di cuenta de que estaba sucediendo una escena muy “power”. Y un día en un avión me di cuenta de que la mayor parte de la música que estaba escuchando era de ellas. Entonces me parecía muy justo hacer un disco con ellas. Surgió más de una manera orgánica que en forma de alegato.

Nada de musas.
¡No! Fue orgánico, siempre quise hacerlo, en el fondo siempre quise, siempre me lo imaginé con una artista, pero ahora me he dado el lujo de poder hacerlo con un montón de ellas. Y no nos olvidemos que realmente también surge de la amistad. Si yo no las hubiera conocido, no sé si me hubiera atrevido a llamarlas. Creo que no, no se hubiera sostenido un disco en el que tú tienes que llamar a oficinas...

“Tengo muchas limitaciones con la voz, por eso me lo tengo que jugar todo a la canción”

¿Te costó darle un sentido unitario al disco?
Las limitaciones al final generan cosas. En mi caso, insisto, yo he tenido muchas limitaciones con la voz. Entonces yo me lo tengo que jugar toda a la canción. Mi voz no sostiene cualquier cosa, una canción mala... Yo no tengo el poder en mi voz como para poder permitirme no tener un compromiso real con la canción. Entonces yo quería hacer un disco donde lo importante no fuesen las colaboraciones, es decir, que este disco se pudiera sostener sin colaboraciones. Es decir que otra vez volví a hacer un disco de canciones. En algunas circunstancias, la mayor parte de las circunstancias estoy hablando de mí, pero me gusta que ellas cuando se apoderan de los textos y están hablando de ellas. Y ese es el verdadero lujo del disco para mí: yo me creo que estoy contando una cosa, se pone a cantar Natalia Lafourcade y está dándole totalmente su universo.

Otra voz, otra verdad.
He tardado, he trabajado mucho, he profundizado mucho en el trabajo de cada una de ellas. O sea, cuando me he puesto a escribir para ellas, he escuchado mucho su música, muchos trayectos de viaje, de furgoneta, de avión. Ha sido un trabajo muy artesanal, pero siempre con el compromiso de la canción. O sea, no podía ser el chascarrillo del disco de Leiva de las colaboraciones. Llevo casi veinte viajando Argentina y desde hace cinco, verdaderamente es brutal lo que ha sucedido con la música. O sea, hace cinco, yo no hubiera podido hacer un disco así. Seguro había un montón de mujeres muy interesantes. Pero ahora es increíble. Hay una generación, como he dicho, que está cambiando el rumbo de la música y que está teniendo la valentía de poner su folklore delante; aquí en España todavía tenemos mucho complejo. A la vez, ellas me han acercado al movimiento urbano, al movimiento de un montón de cosas que quizá yo de manera personal, por prejuicios, no hubiera entrado. Y me han hecho de rampa y he entrado con todo.

Vienes de un mundo muy anglo, ¿has ido deconstruyéndolo?
En mi pandilla, en mi entorno, en mi universo, somos muy pesados. Y sigue estando presente Harrison y siguen estando presentes las cosas que siguen estando presentes. Lo hablaba con Adán: siempre acabamos hablando de lo mismo. Estamos verdaderamente emocionados y enamorados de “lo nuestro”. Pero es verdad que de la mano de un montón de compañeras he ido aprendiendo y escuchando un montón de músicas. O sea, estoy totalmente enamorado del rap que se está haciendo en Latinoamérica. Es una burrada el talento que hay, o sea, pero brutal. Y aquí también. El otro día estaba con Prok y con Delaossa, que son dos artistas que me encantan. O sea, hay un movimiento bestial. Ahora mismo están sucediendo cosas y la verdad es que si me preguntas cuál es la música que estoy escuchando ahora, estoy escuchando rap. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto escuchando música. Hay tantas cosas nuevas. Es verdad que hay mucha cosa efímera. Es verdad que saltas de una canción a otra muy rápidamente y no te quedas mucho en las canciones. Casi, casi están diseñadas para tener una vida muy efímera. Pero estoy muy dentro de lo que está sucediendo ahora. La música que más escucho, es la que se está haciendo en los últimos cinco años.

No te vas a hacer un “feat” con Prok, ¿o sí?
La música es conocer tus limitaciones. En ocasiones me han ofrecido abrir el show de artistas que me encantan, internacionales, y he sido consciente que en ese momento el público que había para ese artista no necesariamente me quería escuchar a mí: tienes que tener la humildad de conocer tus limitaciones. O sea, no me voy a poner a hacer hip hop ahora mismo. Ahora, en el momento en el que estoy, me encantaría. Es lo que más me divertiría, pero uno tiene que conocer sus limitaciones. Eso no quita que esta generación haya dado un patadón a los prejuicios de una manera brutal, no solamente para los de su edad, sino para las generaciones posteriores como nosotros.

Uno de nuestros males generacionales, este frenesí, el estrés… ¿Este proyecto te ha permitido sublimar la pandemia?
Realmente me gusta lo que dices, porque en el fondo si lo pienso ha sido una manera de inventar algo para poder sobrevivir a esto, porque yo no tengo una... Yo no soy un tipo con una cabeza con una especial facilidad para el equilibrio emocional. Me cuesta mucho gobernar mis emociones, me cuesta mucho sentirme tranquilo. He tenido que huir para no poder quedarme en mi casa casi un año lamentándome y, ahora a posteriori, digo claramente que he huído. Lo he hecho con mucha pasión, con mucha ilusión, con mucho amor. Pero he huído, he encontrado una vía de escape para huir cuando, mi propia familia, me decía “Miguel, no es el momento de ir a grabar un disco a México y Chicago”. No era prudente, pero yo no me podía permitir psicológicamente haberme quedado aquí, me hubiera hecho mucha pupa. No ha sido ningún acto heroico, ha sido un acto de cobardía.

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